Esta obra comprende dos casas independientes, una para uso de los habitantes y otra para arrendar. Estas dos estructuras de hormigón armado visto, con encofrados de tablas de pino cepillado, articulan un patio con parrilla y piscina de uso exclusivo de los dueños de casa. La casa de alquiler tiene una piscina en la azotea con un lugar de estar y una terraza con una increíble vista.
Martín Gómez Pulitnick nos cuenta acerca de esta obra: “La casa principal está resuelta en tres plantas, desde las cuales tenemos vistas increíbles a la playa y al mar eterno. La situación de apertura de esta casa a través del patio-piscina generó una relación con el mar que no habíamos pensado que ocurriría, aunque sin dudas la idea era mirar al mar, pero en este caso el efecto fue de casi penetración en ese ámbito natural tan atractivo que hace que sea total la conexión casa-playa, aun estando separados por unos 100 metros”.
A la casa accedemos desde la calle paralela al mar, la más alejada, ingresando por un puente a ese gran pórtico de hormigón que contiene a la puerta. Este gran prisma gris, muy cerrado a la calle y totalmente abierto al mar, se divide en tres niveles muy claramente diferenciados en sus usos. En la planta del medio se encuentran el living, comedor y cocina totalmente unidos y conectados con el patio /piscina/ parrilla, quizás el corazón de la casa.
En la planta alta se disponen los tres dormitorios principales y la suite que comanda el barco en la esquina totalmente vidriada que vuela hacia el mar. Cada cuarto tiene su baño y sus vistas francas al horizonte marino del este. En la planta de abajo se proyectaron dos dormitorios para huéspedes, un gran playroom con cine, depósitos, lavadero y zona de servicio. Los materiales utilizados son los que dan color a la casa y a su conjunto, solo hormigón visto y madera, para no tener ningún tipo de mantenimiento. La idea fue hacer dos casas de playa sin mantenimiento, solo para disfrutar de largos veranos esteños.
Fotografías Daniela Mac Adden
