Cuervo se ha convertido en ese dato que hay que compartir. Es un restaurante con un fuerte acento en la cocina italiana del sur, donde tanto la pizza napolitana como la pasta proponen un menú que no aburre. Es un emprendimiento familiar que llevan a cabo cuatro hermanos y combina la buena cocina con la experiencia de la degustación, dato singular que es el que cimenta su fama.
Ubicado sobre la calle Santa María, una calle que corre paralela a la Rambla en el tramo anterior a Shangrilá, la casa ha sido modificada para albergar un total de 50 plazas interiores y sesenta exteriores. Dos hogares y un exuberante jardín generan el entorno ideal para que la visita de inmediato alcance características de experiencia. Rodrigo, Santiago y María Eugenia Flores, junto con Andrés Casaravilla, esposo de Maru, son los responsables de la propuesta. Cocina, compras y fuegos, barra y servicio a las mesas y administración son atendidos en clave de ballet, salvo Rodrigo, ninguno contaba con experiencia anterior en el rubro.
…Comenzamos con las pizzas napolitanas, a las que dedicamos tiempo y mucho estudio. Fueron horas y kilos de leña y harina, probando productos nacionales e importados, hasta que encontramos las combinaciones precisas para lograr las pizzas que deseábamos hacer. A partir de allí se gestó un vínculo muy lindo con los vecinos y comenzamos a recibir pedidos y visitas de Carrasco, El Pinar y también desde Camino de los Horneros, donde las nuevas urbanizaciones. Al revisar lo hecho, en apenas un par de años, asumo que la idea de instalar un restaurante siempre estuvo presente y se fue insinuando naturalmente…
La música, las pinturas de autores contemporáneos, entre los que destaca el propio Rodrigo Flores, los libros y los coleccionables como lápices, cámaras fotográficas y demás objetos, animan una escenografía cálida y distinta, entorno que mucho tiene que ver con la experiencia que allí se vive. …al elegir los muebles, tanto como al imaginar la iluminación y la música, siempre tuvimos claro que no se trataba solo de comer. Comer es una experiencia para compartir y entonces procuramos generar las condiciones para que sea posible. Y no se trata de la idea tan manida de atenderte como en tu casa, ya que no es eso lo que buscas cuando sales a comer en un restaurante, sino de estar en un lugar con carácter donde la comida es el vínculo, pero donde se estimulan al tiempo, todos los sentidos. Por esa razón nosotros no fomentamos el tiempo como un valor en sí mismo. No estimulamos la ingesta rápida, por el contrario vamos por las sobremesas prolongadas y por ese chat esencial que consiste en conversar con el otro mirándolo a los ojos y en torno a una mesa por la que pasaron aperitivos, entradas, platos principales, buen vino, postres, cafés y licores…
Entre los puntos fuertes de CUERVO destaca la atención del personal de servicio que es cálida, atenta y profesional. No invasiva. Luego la cocina es vital y sorprendente, claramente estamos ante platos de autor que no repiten fórmulas conocidas. El precio de los vinos estimula al consumo por botella, lo que es un adicional muy importante a tener en cuenta, tanto como el ticket promedio por persona que resulta extremadamente razonable, cosa que tememos en cualquier momento se corrija. Con los postres la experiencia decae ligeramente y se percibe una diferencia con respecto a las entradas y platos principales. Tanto en la variedad, que en los postres es demasiado breve, como en la riqueza creativa y conceptual. Un servicio promedio, que incluye una entrada de mollejas glaseadas con ajos confitados y cremoso de maíz, un principal de espaguetis con verduras asadas, tahini y berenjenas asadas y un espléndido tiramisú, nuevo en la carta, todo regado con una botella de vino uruguayo de alta gama (también pueden ser argentinos o chilenos) arroja un ticket de $ 1.500. Para la maravillosa hora y media que compartimos con amigos, no hay precio. Definitivamente, un lugar para volver.
Descubrí más @cuervoresto