- REDACCIÓN KIARA LUCAS
- FOTOGRAFÍAS NICO DI TRÁPANI
Las redes sociales son hogar de múltiples manifestaciones de amor y odio. Entre los múltiples contenidos y pensamientos efímeros, encontramos una cuenta que se anima a documentar lo duradero y se ha convertido en una manifestación de amor a la ciudad de Montevideo. La cuenta de @lacasadeflopi en Instagram, es un sitio donde los sentidos se ven envueltos en la exquisita curaduría de Florencia, su fundadora.
En 2020 Florencia decidió mudarse, exactamente el mismo día se declaró la emergencia sanitaria por COVID-19 en Uruguay. Nos cuenta que tuvo que “hacer todo online”, investigó detalladamente los productos antes de adquirirlos, buscó medidas exactas y encargó lo necesario. En ese proceso, encontró diferentes cuentas de Instagram donde detallistas extranjeros documentaron los cambios de decoración en sus casas a modo de inspiración para sus seguidores. Hasta ese momento, la única cuenta nacional con estas características era @ butfirstcoffee. La inspiró muchísimo, y su creadora Belén fue la primera en alentarla a publicar la transformación de su departamento en la red social. Arrancó compartiendo contenido de decoración, por eso su cuenta se llama La Casa de Flopi. Su primera descripción fue “Armando una casa en Montevideo”, la ciudad siempre tuvo su presencia.
Florencia hace la entrevista desde una mesa de madera, estilo provenzal. Ese mismo juego comedor fue protagonista de almuerzos familiares en casa de sus abuelos. Su historia, o al menos la que ella conoce, se remonta a sus bisabuelos, quienes lo compraron en un remate.
Se pregunta; ¿cuántas historias tiene esa mesa para contar? En su living resalta una vitrina de médico; la compró en un remate en Rocha con su hermano y la mandó a restaurar. Confiesa que “Este tipo de muebles tienen una historia, o la haces vos o te la enteras. Eso es lo valioso” .
¿Asocias la decoración de tu hogar a un estilo en particular?
Cuando comencé a introducirme en el mundo del diseño y la decoración, me interioricé sobre estilos decorativos. En ese momento estaba de moda el Farmhouse Americano, se caracteriza por tener muebles grandes, con gran presencia de elementos rústicos. Me gustaba mucho, tuve especial debilidad con las lucecitas galponeras. En mi casa se hizo evidente la mezcla de esa estética con aspectos más industriales. Avanzado el tiempo, todo me resultó rígido y fui modificando detalles. Hoy tengo un hogar súper ecléctico, no lo identifico con un estilo específico. Mis gustos han ido cambiando y siguen haciéndolo. Creo que tengo elementos de todos los estilos juntos, no podría acotarlo a uno en específico… El mío quizás —ríe—.
¿Identificas un momento en que la cuenta comenzó a mirar hacia el afuera de tu casa?
Si. Sucede, que cuando me mudé yo tenía un ahorro el cual me permitió habitar la casa rápidamente. Cada vez que adquiría y recibía una nueva pieza, la compartía en mi cuenta. Esto era una razón de festejo y los seguidores compartían esa alegría conmigo. Una vez amoblada la casa, ya no tuve esos momentos, porque me gusta mi espacio y no me propuse (ni me propongo) cambiar la decoración cada 5 minutos. Allí identifiqué que era el momento de expandirme. Pensé en hacer tours por casas de seguidores o explorar nuevas viviendas en construcción, pero era un tipo de contenido que ya existía. Me di cuenta, un poco por mi interés y formación en Historia del arte, que había una oportunidad en mostrar casas antiguas. Todo desde un punto de vista artístico, apreciando aspectos muy característicos y hoy en desuso; como las molduras o los vitrales. Este nuevo enfoque captó muchísimo interés, y me llevó a hablar mucho de Montevideo. Además, personalmente disfruto mucho la cultura, y post pandemia estábamos todos deseosos de salir, entonces empecé a compartir sobre espectáculos, eventos y paseos. Así poco a poco la ciudad tomó la cuenta. Sigo compartiendo cosas de mi hogar, pero con un ritmo menor. Hoy La Casa de Flopi es un universo, la casa es una metáfora.
En el universo de Florencia, hay una clara historia de amor con Montevideo. En ella muchas corrientes artísticas la cautivan, últimamente la seducen los movimientos modernistas. Sin embargo, es la característica ecléctica de la ciudad lo que la deslumbra porque “de repente vas por ciertas calles y pasaste por todas las épocas, es como viajar por varios países en un solo trayecto”.
¿Cómo llevas a cabo la curaduría de lo que muestras en Instagram?
La elección es difícil, muestro lo que me llama la atención, lo que me interpela. No comparto todo lo que me conmueve, porque la ciudad tiene un repertorio sumamente rico y abarcarlo todo sería imposible. Intento proyectar los espacios de la forma en la que yo los veo. Esto genera comentarios como “Pasé tantas veces por ahí, pero ahora y gracias a como lo muestras lo veo distinto”. Creo que la clave es esa, aprender a mirar. Ahí es donde siento que puedo hacer la diferencia; aportando valor y predisposición.
Hay mucho que hacer en cuestiones de conservación en la ciudad, estamos lejos —de lo deseado— en mantenimiento y políticas patrimoniales. Los estados de algunas fachadas son desesperantes. Igualmente aunque los edificios puedan estar deteriorados, o con faltantes, Montevideo sigue siendo bello. Es a veces esa misma decadencia, lo que lo vuelve encantador. Va en aprender a mirar.
¿Qué Puntos recomiendas para redescubrir la ciudad?
Los clásicos en Ciudad Vieja: la Plaza Zabala es alucinante, o la Plaza Constitución, con su característica fuente —que está siendo restaurada. Su entorno arbolado la vuelve aún más especial en otoño. En el Prado; las calles 19 de Abril y Buschental son bellísimas, también su barrio vecino: Atahualpa, que tiene unos caserones antiguos impresionantes. Hacia el lado de Pocitos clásico toda la zona antes de llegar a 21 de Setiembre, las calles Roque Graseras y Tomas Diago, allí hay casas de Bello y Reborati y algunas de inspiración moderna alemana. Ya en Punta Carretas la parte contra el faro; el Museo Zorrilla o el Bar Tabaré.
Tenemos que animarnos a salir del circuito tradicional, el Centro y Ciudad Vieja tienen cosas preciosas, pero hay que aventurarse a conocer los barrios residenciales, ahí es donde están las calles verdaderamente encantadoras.