Su imagen replica en todos los medios, ha logrado niveles de popularidad sorprendentes y de alguna forma trasciende su condición de bailarina de ballet. María Noel Riccetto es una mujer joven y encantadora, de singular ternura y conmovedora humildad, que aún se sonroja al ser reconocida en la calle y al tener que tomarse selfies y firmar autógrafos. Es una estrella internacional en casa.
En el año 2012, cuando regresa a Montevideo luego de una estadía de quince años en Nueva York, los uruguayos nos enteramos de que era una estrella internacional de primer nivel. Primera bailarina del American Ballet Theater, se incorporaba como primera bailarina del Sodre, convocada por el maestro Julio Bocca. Un año después, en el 2013, fue destacada como una de las mejores intérpretes del mundo según la revista inglesa Dance Europe.
Su éxito en Nueva York fue tal que la llevó a incursionar en el cine, participando en la multipremiada y controvertida El Cisne Negro (2010, Darren Aronofsky) como doble técnica de Mila Kunis. También le permitió montar su empresa de indumentaria para ballet que lleva por nombre Primma by María Riccetto. Y todo empezó como en un cuento. La segunda vez que Gyula Pandi (maestro de fama mundial) le ofreció una beca para estudiar danza en una escuela de primer nivel en Carolina del Norte, aceptó. Tenía 18 años. Se instaló en la casa de los Pandi, donde vivía con el maestro, su esposa y sus dos hijos. Viendo los Simpsons y Seinfeld aprendió a hablar en inglés. Cuando el director del American Ballet Theatre le ofreció un contrato lo firmó de inmediato. Luego salió a la calle, ingresó a una pizzería y desde un teléfono público, con cobro revertido, habló con sus padres.
Delgada, frágil. Etérea. Su mirada es clara, limpia. Y penetrante. María Noel Riccetto es una mujer de 35 años predestinada al éxito, gesta que si no resultó fácil y le demandó mucho esfuerzo, le permitió asimilar el reconocimiento y el halago con singular humildad. Es una estrella de nivel mundial, vive entre nosotros como uno más. Cuando decidimos entrevistarla nos preparamos para recorrer un espiral ascendente de asistentes y agendas imposibles y grande fue nuestra sorpresa cuando nos atendió por teléfono y sin vueltas nos agendó para una semana después. Conocerla, acceder a su peripecia de vida y descubrir su gran magnetismo, resultó fácil. Increíblemente fácil.
María Noel Riccetto, estrella del American Ballet Theatre y primera bailarina del Ballet Nacional del Sodre, nos recibió en el mad, el instituto cultural que fundó junto a Rodrigo Garmendia y el grupo Juan el que canta (Juan Manuel Martínez y Juan Andrés Gotled). Vestida con pantalón y campera de jean, parecía una chica más de las muchas que encontramos en el gran hall, ex foyer del complejo de cines que funcionaba allí. Su mirada clara al instante nos hizo sentir cómodos, casi como en casa. Rápidamente ensayamos las convenciones sociales del caso y mientras nos instalábamos me resultaba imposible dejar de pensar que en apenas unas semanas —este encuentro se produjo a mediados de marzo— esta mujer bailará en Moscú y correrá el riesgo de ser la ganadora del premio Benois de la Danse, algo así como el Oscar del ballet.
Primera reflexión: los grandes, aquellos que han conocido el éxito real, serio y contundente, que supone que todo el mundo, en todas partes del planeta, los señale como seres extraordinarios en lo que hacen, son así de sencillos. Y estamos frente a una mujer hermosa y delicada, con un talento natural para la danza que le permitió destacar en una de las compañías de ballet más importantes del mundo. María Noel Riccetto fue estrella en el American Theatre Ballet, espacio en el que triunfaron Julio Bocca, Mijaíl Barýshnikov, Alicia Alonso, Erik Bruhn, Anton Dolin, Leslie Browne y Natalia Makarova, Paloma Herrera, Carlos Acosta, José Manuel Carreño, Gillian Murphy, entre otros, que funciona en las instalaciones del Metropolitan de Nueva York. Y su posición frente a la vida enseña. No necesita estridencias, simplemente es ella. Como cuando se cierra el telón y se acallan los aplausos y los vítores. El ser humano es la esencia de esta mujer encantadora que no deja de sorprenderme.
“Nunca me propuse ser primera bailarina. En realidad, comencé a bailar debido a que cerca de mi casa funcionaba una escuela de danza y mi madre debía ocuparme horas que tenía libres después del colegio…”
Su talento natural para la danza, su capacidad física y su espíritu natural sorprendieron a maestros y padres. María Noel tenía seis años la primera vez que una profesora, Graciela Martínez, descubriera que estaba frente a una niña especial e insistió para que su talento recibiera la debida atención. Con apenas 14 años recibe la propuesta de una beca para estudiar en los Estados Unidos, que rechazó. Y cuatro años después, cuando la invitación se repite, acepta.
“En realidad creo que nunca me dije ‘quiero ser primera bailarina’. Fueron cosas que me fueron sucediendo, nunca dije ‘voy a irme de Uruguay y voy a estudiar danza en otro lado’. De hecho, cuando se me presentó la oportunidad, fue algo que no quise dejar pasar. Fue algo que dije ‘bueno, tengo la oportunidad, quiero ver de qué se trata’. De alguna manera, en su momento asumí que era importante conocer y experimentar. Viajé sin un objetivo definido y con la intrepidez de mis 18 años entendí que si no me acostumbraba, si no me gustaba, si la beca no funcionaba, regresaba a casa.”
Así comenzó el vuelo de María Noel hacia el firmamento del ballet internacional. El destino ya había resuelto todo, solo faltaba que ella hiciera su parte. Y no falló.
“Tuve la oportunidad de ingresar al American Theatre Ballet y la verdad es que nunca imaginé que me ofrecerían un contrato, tal como sucedió después. Viajé para tomar clases e incluso fui emocionada y agradecida por la beca, era una oportunidad increíble para aprender y formarme. Cuando reaccioné, estaba sostenida de la barra a un lado de Julie Kent y de Julio Bocca, dos figuras que yo admiraba mucho. Luego me ofrecen un contrato y me quedé aprendiendo y viviendo un sueño increíble. Primero pasó un año, luego otro y de pronto pasaron casi quince años en los que viví el ballet en el Metropolitan y viví la vida en Nueva York. Ahora, al repasar esos años, veo que la vida es la que te lleva hacia lugares que muchas veces son impensados y de esa forma vivís experiencias increíbles. Nunca determiné voy a hacer esto o voy a hacer lo otro, simplemente las cosas se fueron generando y encadenando unas a otras. De hecho, siempre imaginé que regresaba al Uruguay retirada, para comprar una casa en la playa e instalar una reposera en el frente…”
La vida de María Noel se confunde con un guion cinematográfico. Nació en Montevideo y comenzó sus estudios de ballet en la Escuela Nacional de Danza en el año 1990. En 1995 fue contratada por el Sodre, donde interpretó obras de Rodolfo Lastra, Iván Tenorio y Jaime Pintos, entre otros. En 1998, fue considerada Revelación del Año por el crítico uruguayo de danza, Washington Roldán. En ese mismo año recibió el Premio Elena Smirnova de la mano de Enrique Honorio Destaville, cronista argentino de ballet. Más tarde ese mismo año obtuvo una beca completa para estudiar en la North Carolina School of the Arts. Allí actuó en obras como Grand Pas Romantique (coreografía y dirección de Fernando Bujones) e Intermezzo (coreografía de Elliot Feld). También allí interpretó los roles del hada de azúcar y la reina de las nieves en El cascanueces de Tchaikovsky. Cuando en 1999 la obra fue presentada en la Academia Nacional Húngara, fue invitada a Budapest para interpretar nuevamente el rol del hada del azúcar junto a Gabor Szigeti, solista del Ballet Nacional Húngaro. Riccetto fue artista invitada para la gala del vigésimo quinto aniversario de la Escuela Nacional de Danza de su país y fue invitada por la primera dama uruguaya para realizar presentaciones en Montevideo y Punta Del Este. En agosto de 1999, Riccetto se unió al cuerpo de baile del American Ballet Theatre y tres años más tarde fue ascendida a solista de la compañía. Riccetto realizó las partes de danza de la actriz Mila Kunis en el film Cisne Negro estrenado en el año 2010. Luego de 13 años bailando en el American Ballet, en 2012 regresó a Uruguay para bailar en el Ballet Nacional Sodre, dirigido por el argentino Julio Bocca.
“Regresar a Montevideo resultó más fácil de lo que puede imaginarse. Vivir en Nueva York fue una experiencia increíble, mi vida transcurrió allí plenamente. Aun así siempre me faltaba algo. Mis padres, mi hermana, mis amigos. A los escenarios te acostumbrás, como a los aplausos y los elogios; lo que sucede cuando se cierra el telón y se apagan las luces y llega el silencio es a lo que no pude acostumbrarme. La falta de un abrazo, la mirada tierna o la complicidad para compartir lo vivido, eso siempre me faltó. Regresar a Montevideo fue fantástico y la idea de bailar con Julio Bocca es también una gran oportunidad. Ahora, por placer, dirijo una escuela de danza y trabajo con niñas que, como yo, tal vez encuentren su vida en la danza y eso me gusta mucho.”
Sus increíbles dotes físicas le permiten a los 35 años prolongar su carrera profesional, no obstante lo cual, María Noel debe imaginar su vida retirada de los escenarios e imaginamos que eso no ha de ser fácil.
“Ya desde hace un tiempito vivo con esa inquietud. La nuestra es una profesión curiosa, ya que te retira cuando aún eres joven y tienes ganas. Cuando decidí embarcarme en esta fantástica empresa de dirigir una escuela de danza fue pensando en eso, en continuar luego de retirarme del ballet profesional. Y también de ponerme al día con aquellas cosas que no he podido hacer debido a mi carrera, como por ejemplo, no hacer nada. O pasear. Leer, aprender a tejer, mirar televisión. Gracias a mi profesión viajo mucho. Tengo la residencia americana y eso supone que una vez al año regreso a Nueva York. Allí también quedaron amigos, mantengo una estrecha vinculación con la compañía y siempre que voy tomo clases, convivo con todos y de alguna forma tengo raíces allí que me llaman y atiendo. Pero disfruto mucho mi vida aquí en Montevideo, el estilo de vida que aquí puedo mantener. Por ejemplo, aquí puedo manejar, cosa que no hacía en Nueva York. Me encanta vivir a diez minutos de la casa de mi hermana y poder jugar con mi sobrina todas las tardes, si es posible. Disfruto mucho de poder ir hasta Durazno, que está a tres horas de Montevideo, donde vive mi padre, visitarlo seguido e incluso pasar fines de semana con él. Mi novio es fotógrafo y viaja también muchísimo por Uruguay, entonces nos vamos juntos en el verano, disfruto de mis amigos… y bueno, en lo profesiónal, estoy en un teatro maravilloso, en una compañía que está trabajando también maravillosamente. No me puedo quejar, la verdad.”
—¿Que significó el abt en tu carrera profesional?
—Aprendí todo lo que ahora sé. Y tal vez algo más. La verdad es que yo tenía una buena base y condiciones naturales que no puedo negar, aun cuando suene mal y poco humilde. Pero es así. Allí descubrí un mundo de rigor y excelencia que van más allá de lo que aquí podíamos imaginar entonces. Aprendí una dinámica de trabajo en la cual todo tiene otro tiempo, otro ritmo. El abt me dio todo. Por ejemplo, allí funcionaban varias escuelas de manera simultánea y de mirar y observar se aprende y mucho. Al tener la posibilidad de asistir y poder observar el entrenamiento y los ensayos de las grandes estrellas y también de los integrantes del cuerpo de baile, experimenté el amor por la profesión y niveles de entrega y dedicación increíbles. Y esto no significa que no reconozca lo que aquí en Montevideo había vivido, pero allí era otra cosa. Conté con la suerte inmensa de poder vivir cosas increíbles, como asistir a la forma en que se preparan los personajes, cómo se ensayan los pasos, cómo caminaban, cómo se colocaban, en fin, todo, absolutamente todo. De alguna manera, mis cursos se daban en clase y también fuera de clase. Pararme en un rincón y observar me enseñó mucho. Me impresionaba ver a los grandes, muchas veces no hacían nada, pero allí detenidos en medio del escenario o en sector secundario, irradiaban un aura que los señalaba. No podía dejar de mirarlos.
—De hecho, en el ballet se trabaja con todo el cuerpo y las posiciones son tan importantes como los pasos…
— Es así. Las posiciones, los gestos, todo se trasmite de generación en generación. Y los maestros vienen y te dicen cómo debes inclinarte, cómo sentarte, cómo caminar. Y cuando no es el maestro, es un compañero. Y también podés observar y estudiar observando.
—Ahora, en el Sodre, es lo mismo que bailar en el abt?
—Bailar, interpretar, supone una presión importante. Y cuando bailo no establezco diferencias. Las producciones del abt son algo especial, impresionante, y el mundo del abt te obliga a defender todos los días tu lugar dentro de esa compañía. Bailar en Uruguay, en el Sodre y dirigida por Julio Bocca es algo muy especial. La cercanía de la gente genera un compromiso igual o mayor.
—Un momento feliz…
— Mi primer protagónico. Fue a los dos años de ingresar al abt como integrante del cuerpo de baile. Me asignaron el papel de Olga, el segundo rol principal en Onegin. También recuerdo mi primera Giselle en el año 2009. Y curiosamente también recuerdo especialmente cuando me eligieron para ensayar Romeo y Julieta con Hallberg. Se trataba de suplantar a Paloma Herrera. Yo sabía que no bailaría, que solo era un reemplazo para los ensayos, pero fue una experiencia increíble…
—Un momento triste…
— Ninguno, en realidad, ninguno. Podría contarte que me sentí muy mal cuando al año de ensayar Romeo y Julieta regresé y no me dieron el papel. Ciertamente, en su momento me sentí mal, muy mal. Pero pasó rápido. Es tanto lo que me ha dado la vida, tanto lo que he podido conquistar con mi esfuerzo que en realidad no tengo momentos tristes para declarar… (risas)
—Tu familia ocupa un espacio importante en tu vida…
— Absolutamente. Tal como te conté, comencé a bailar de la misma forma que pude haber comenzado a jugar al tenis o a nadar. Pero cuando todos vimos que la danza y yo teníamos mucho en común, de inmediato se convirtió en un tema familiar. Por ejemplo, en las vacaciones del colegio el plan familiar era viajar al interior, donde la familia de mi padre. Pero en la Escuela de Danza continuaban los ensayos, mi madre intercedía y finalmente nos quedábamos todos en Montevideo. Ante cada decisión familiar el ballet tenía prioridad. Mis padres, los dos, mi hermana, todos me apoyaron y estimularon siempre. Y eso es realmente muy importante. De hecho, esa contención, comprensión y compañía son las cosas que más extrañé viviendo en Nueva York.
—Diaghilev afirmaba que el ballet empezaba cuando terminaba la técnica…
— El ballet ocupa todo, cuerpo y alma. La técnica es más que importante, vital. Para ello es importante conocer y reconocer tu cuerpo, controlarlo. Es a partir de ese conocimiento que es posible sacar lo necesario para interpretar al personaje de que se trate. Luego de ensayar, aprender los pasos, estudiar al personaje, comenzar a relajarte y disfrutar. Y es así que cada movimiento se convierte en algo natural, casi espontáneo. Así es el ballet.
— En mayo bailaras en Moscú, ¿un escenario intimidante?
— No, para nada. Ya he bailado en Moscú. En el abt bailamos en todos los escenarios importantes del mundo. Lo pendiente era para mí bailar en el Sodre…
—¿Vivís con felicidad?
—Sí. Soy una mujer feliz. He vivido lo que he querido vivir, disfrutando de la pasión que me despierta la danza. He viajado, he crecido como ser humano y ahora aquí, en mi país, experimento la sensación del reconocimiento y eso es como mucho. Que tu estés aquí, interesado en mí y mi trayectoria, que Lucía Chilibroste esté escribiendo una biografía sobre mi vida, más de lo que jamás imaginé. Ahora dirijo una escuela de danza, soy primera bailarina en el Sodre y bajo la dirección de Julio Bocca, mi familia está bien. Sí, soy feliz y cada día doy gracias por todo lo que vivo.
Fotografías José Pampín