DISEÑO: VICTORIA SCOLA & SEBASTIAN RIAL
COLABORADORES: KUK
FOTOS NICO DI TRÁPANI
Desde aquellos primeros fogones —torpes, primitivos, iluminados por el temblor de una llama que apenas sabía defenderse del viento— la cocina ha sido el útero doméstico donde la vida empieza a tomar forma. Allí, entre ollas que heredaban secretos y manos que repetían gestos milenarios, se afirmaban las costumbres, se templaba la memoria familiar, se forjaban los rituales que daban continuidad al mundo incluso cuando todo lo demás amenazaba con desmoronarse. Ese espacio, humilde y glorioso, siempre estuvo en mutación; y, sin embargo, permanecía fiel a una esencia: el hogar comenzaba —y terminaba— en la cocina.
El espacio KUK irrumpe en esa tradición no para negarla, sino para interrogarla con respeto y audacia. Propone —como quien abre una ventana para que entre un aire nuevo— replantear la noción clásica de la cocina y concebirla no como un compartimento aislado, sino como una constelación de piezas de mobiliario que dialogan con el resto de la casa. De pronto, la cocina deja de ser territorio de servicio para convertirse en un escenario vital, una arquitectura íntima donde los muebles no cumplen solamente funciones: cuentan historias, generan atmósferas, convocan a la experiencia sensorial de habitar.
La intervención en la casa es mínima, casi pudorosa, como si KUK entendiera que el verdadero protagonismo reside en las piezas, en la manera en que se desplaza la luz sobre una superficie o en el modo en que el usuario —ese actor involuntario de la vida cotidiana— se apropia del espacio. Conservar la arquitectura original no es un gesto de nostalgia sino una declaración de principios: la marca demuestra su capacidad para construir una cocina contemporánea sin demoler el pasado, integrando ambos mundos en una continuidad armónica donde cada mueble parece encontrar su lugar natural, inevitable.
Diseñada y producida íntegramente en Uruguay, KUK no solo ha cruzado fronteras: ha regresado con premios europeos y estadounidenses que celebran su innovación, su osadía y su sensibilidad. Esas distinciones no son un mero adorno, sino la confirmación de que tradición y modernidad pueden convivir sin estridencias, fusionadas en un lenguaje de diseño que Re imagina la manera de vivir la cocina. Porque en KUK, la cocina ya no es un cuarto: es un relato. Un espacio donde la vida —como siempre, desde el primer fuego— vuelve a empezar.
