El espacio en que se vive. Julia Helena Ferrés en Carrasco

Suele afirmarse que detrás de todo gran hombre siempre hay una gran mujer. Y bien podemos afirmar que si el arquitecto Alberto Baldomir conoce el éxito en su estudio profesional, no menos cierto es que junto a él trabaja su mujer, Julia Helena Ferrés, que lo asiste al momento de proyectar y generar esos detalles constructivos que en la mayoría de los casos también incluyen la propuesta de equipamiento y la concepción espacial de las casas que proyectan y construyen. En esta oportunidad ingresamos al hogar de esta pareja que nos conmueve a partir de su visión de la casa como concepto, y del modo en que interpretan el espacio en que se vive.

La preocupación por interpretar y atender las inquietudes, necesidades y aspiraciones del habitante que llega hasta un estudio de arquitectura se potencian notablemente cuando se trata del propio arquitecto. Y en el caso de Alberto Baldomir se trata de algo más grave aún, ya que en todos sus proyectos el concurso de su mujer, Julia Helena Ferrés, es vital. “Ella tiene una mirada impactante, procesa las escalas y los detalles con una minuciosidad sorprendente y cuando, como suele suceder en muchos casos, en el estudio también debemos asesorar e incluso ocuparnos del concepto de la espacialidad interior, es ella quien se ocupa y sus conceptos e ideas son realmente sorprendentes…” afirma el arquitecto con visible orgullo.

El Estudio Baldomir desarrolla los más variados programas de arquitectura pero, en el que atiende residencias, se ha especializado a partir de conceptos muy claros con los cuales se fundó el estudio y a partir de los que trabaja intensamente. Al momento de imaginar su propia casa, tanto Alberto como Julia Helena asignaron mucha importancia al lugar y así optaron por un terreno ubicado en una de las urbanizaciones recientes desarrolladas en Carrasco Sur, a pocos metros de la costa  y con el beneficio adicional de ubicarse sobre la ribera de un importante espejo de agua artificial, con lo cual los fondos incluyen un paisaje rico en visuales y sensaciones.

La estructura de la casa ofrece una visión particular sobre la villa italiana, juega con los planos y las texturas que se componen de piedra y hormigón revocado, arcadas de medio punto y rectángulos. El ingreso está organizado con la idea de la plaza previa y el atrio, que el acceso debe demorarse. Y allí encontramos los primeros gestos aportados por Julia Helena, la magia y la poesía establecen una de las escalas básicas de la arquitectura.

El hall de acceso nos introduce a un mundo particular donde la familia preserva su intimidad. A partir de allí, una pared curva de piedra granítica en marcado tono beige establece el breve pero intenso recorrido que conduce hacia un espacio posterior donde el espacio crece y explota,  ordena la circulación en la planta baja, aísla la cocina y las dependencias de servicio que ocupan su espacio en la misma planta y también contiene, celosamente guardado, al toilette y la escalera que conduce hacia la planta superior donde están las habitaciones de la familia. Un suave desnivel, apenas 30 centímetros, logra el efecto sobrecogedor de establecer perímetros independientes que visualmente se conectan entre sí. El comedor queda en una elevación. Una mesa importante, inglesa y diez sillas Chippendale imponen la sobria elegancia británica a un ambiente que se abre al jardín lateral por intermedio de una importante ventana hacia el lago posterior, sobrevolando el living principal. En este ambiente, un importante óleo de la artista argentina Natalia Orlovsky aporta color y propone un diálogo intenso que aligera la carga estética de los muebles con su marcada impronta clásica. La estructura del edificio generó un patio que aporta aire y perspectiva a este ambiente. Allí, un alero conformado por listones de madera contiene, protege, pero fundamentalmente filtra la luz del sol a partir de la disposición de las varillas de madera que se disponen en orden creciente, esto es, con escasa separación entre sí en el nacimiento contra la estructura y con mayor apertura en su recorrido. “Al estudiar el impacto del sol descubrimos que en esa orientación, en determinada hora del día, la luz y el calor del sol se filtran de manera increíble, es muy confortable y decidimos que era importante aprovecharlo al máximo…”, nos comenta Julia Helena. Un muro bajo soporta esta suerte de terraza interior que contiene al comedor principal. Dos escalones apenas son los que nos separan del living principal. En este sector los enormes ventanales generan una fuerte vinculación con el espacio exterior. El lago, poblado de gansos, ofrece un espectáculo que, como la visión del mar, no deja de cambiar, no deja de sorprender. Para aprovechar al máximo este espacio fue equipado con un enorme sofá-rinconero diseñado especialmente con un ángulo de 120 grados, que se orienta de modo tal hacia el fondo que captura una visión plena del espejo de agua y de cuanto acontece en él. Una importante mesa de centro ofrece contención para esta sala que cómodamente puede albergar hasta 20 personas.

A un lado y separado por una gran abertura enmarcada con líneas rectas, encontramos el estar diario. Es el espacio donde la familia se reúne por las noches. La música, pasión que comparte la pareja con sus hijos, es protagonista junto al televisor y un importante hogar, cuyo frente acude, como en la pared que lo contiene, a la piedra que aporta calidez y define la estética interior de la casa.

La atmósfera es plena y cada ángulo, cada fuga que captura nuestra visión, está enseñando algo, un detalle cargado por la impronta de Julia Elena, que ya puede referir a un viaje, a una imagen que en su momento la impactó. Y no todo es estética pura, por el contrario a ese estado, el de la estética, Julia Helena arriba naturalmente a partir de objetos decorativos que tienen que ver con su propia historia, la de Alberto o la de la familia, o también a objetos que trabajan en determinado momento del día y deben estar siempre a mano.

La cocina ocupa un espacio en el frente del edificio, cuenta con un importante ventanal que se orienta hacia el patio que protege y contiene la fachada principal. Incluye un comedor diario en el cual se percibe el uso regular del ambiente y también allí encontramos detalles que refieren a la preocupación por ocupar y vivir cada metro cuadrado. Un espacio contiguo a la cocina funciona como comedor diario. La línea curva de la pared de piedra que marca el acceso le regala a este ambiente un carácter particular que ha sido aprovechado al máximo, la línea curva de la pared de apoyo subraya la idea de contención.

La planta alta contiene a los dormitorios. Allí llama nuestra atención el espacio destinado a la suite principal. Mira hacia el lago y saca el mejor partido de la estructura del edificio y de su cubierta. La cama está centrada en el gran ángulo que genera la mampostería interior, de modo tal que permite una orientación ideal para capturar las mejores vistas. Muebles de roble, encantadores y pequeños, trabajan como mesas de noche y apoyo lateral. La pared posterior que oficia de cabecera está pintada en un tono más intenso que el de las paredes, que juegan con un tono del beige que mucho tiene que ver con la gama cromática que en toda la casa propone la piedra. Las ventanas están vestidas con pliegues verticales estampados sobre fondo blanco y coronados por un gran bisel terminado con guarda medieval que incluye pequeñas piñas de tela en cada ángulo. Una mesa de madera y un par de sillas, una lámpara de pie son suficientes para generar un espacio de contención y diálogo para la pareja que, según los amigos, son muy conversadores.  Y luego los detalles que refieren a Julia Helena. Las alfombras que se superponen y los cuadros y portarretratos que niegan las paredes apenas se apoyan en ella y entonces las grandes superficies son grandes lienzos que aportan descanso visual y contribuyen a una atmósfera de paz y armonía. Una gran lámpara pende del eje que genera la estructura del cielorraso, caireles dispuestos en líneas que caen con gracia, más que iluminar, señalan y enriquecen ese punto alto del espacio. La abertura que comunica con el baño está enmarcada por listones y escuadras de madera. Todo un detalle.

En la misma planta, un gran hall ha sido convertido en espacio de trabajo. Allí Julia Helena trabaja y sus hijos, que comparten este espacio vital, estudian y uno de ellos ocupa el espacio contiguo que ha convertido en una sala de música.

El trabajo del diseñador, al momento de concebir al espacio, lejos de limitarse a la disposición con mayor o menor gracia de los muebles que elige o le proponen los habitantes, pasa por su capacidad para generar atmósferas.  Julia Helena Ferrés lo ha logrado. Sus atmósferas sorprenden y conmueven. Nos cuenta quién es ella, la habitante, y cómo vive. Nos recuerda a una definición de la arquitectura: “…la arquitectura es la envolvente espacial que rodea y protege al habitante…lo contiene, lo abriga y le permite ser…”

Fotografía Nico di Trápani

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