Una fuente, como su nombre lo indica. Ignacio Iturria

Perdido en la bruma de la memoria y librando una tenaz lucha contra la nostalgia me sorprendí llamando por teléfono a Claudia Piñón y marcando un encuentro con Ignacio Iturria. De alguna forma que no puedo explicar conversar con el maestro se desató en mi como un camino que necesitaba recorrer. Al tomar nota en mi agenda de ese día y esa hora me alarmó descubrir que mi encuentro con Iturria se daría en circunstancias especiales, el jueves 2 de mayo, día en el que el calendario marcaría los 27 años transcurridos desde la primera publicación de ARTE Y DISEÑO. Siempre llamó mi atención la paz que trasmite Ignacio Iturria. Su presencia es la de un patriarca. Y mientras me recibe en el hall de ese maravilloso templo consagrado a la comunión de las almas inquietas recuerdo que pocas semanas atrás cumplió setenta años. También vienen a mi mente las imágenes del hombre que conocí hace 25 años. Entonces regresaba de España con las retinas impregnadas del blanco de Cadaqués. Sus obras en pequeño formato causaban furor y entonces se lo cuestionaba por el suceso comercial de sus obras. Los artistas, un sector de la crítica especializada y algunas autoridades administrativas de la Cultura estatal parecían no perdonar que Iturria con sus paisajes claros sacudiera la modorra en la comarca. Aquel hombre, tan delgado como hoy, con la melena lacia y libre, como hoy, ya me enseñaba cierta despreocupación con respecto a lo que los demás teníamos para decir. Y en ese gesto no recuerdo soberbia, peor que eso era prescindencia, seguridad en el camino que caminaba. Certeza. Y convengamos que esas actitudes son difíciles de perdonar. Veinticinco años después encuentro en Iturria las mismas características pero vividas con mayor intensidad. Es, junto a Pablo Atchugarry, el artista plástico más universal con que contamos los habitantes de la Banda Oriental. Exitoso, famoso y finalmente aceptado por todos, Ignacio Iturria encarna al artista plástico en un formato que ahora con la celeridad y frivolidad con la que se asume al Arte, es reivindicado ya no por su escuela, su método o disciplina, sino por su compromiso con el Arte y la calidad de un trabajo que apela a lo mejor del mundo material y su técnica para trasmitir sentimientos y visiones tan propias como intransferibles. La obra de Ignacio Iturria puede presentarse como la construcción de un mundo donde las imágenes cobran vida y narran historias con las que todos nos identificamos a partir del sentimiento. Un mundo donde nos hermanan sensaciones y emociones, un mundo imperfecto donde personajes, objetos y paisajes carecen de la pretensión de la sorpresa y sorprenden.

 

LA VIDA MISMA

 

Ignacio Iturria es un hombre cálido y afectuoso. No se caracteriza por la ampulosidad en las formas, es más bien discreto y se percibe en él la seguridad de quien sabe quien es, sabe que quiere y es consciente de su destino. En síntesis estoy frente a un hombre que vive en paz. Más allá de la trascendencia de su obra y su figura en el firmamento plástico local, regional e internacional, siento que lo busco como a un guru. “. .. no es frenesí. Simplemente necesidad. Pinto porque debo pintar. No me cuestiono y en todo caso poco me importa conocer la razón. En el taller estoy conmigo mismo y me libero de toda pretensión hasta lograr abandonarme por completo. Entonces soy el pintor. Y pinto. Comienzo a trabajar a media noche y para las tres de la madrugada estoy flotando en el aire y mis manos vuelan solas a un ritmo que no puedo precisar o controlar. Y fluyo. No es frenesí, pero si una liberación que me ampara y asigna sentido a todo lo que sucede. Luego el amanecer con sus ruidos que son particulares, todos los pajaritos se ponen de acuerdo para gritar, algún automóvil. El movimiento del día que se abre me regresa al mundo y así con una sensación de plenitud me voy a dormir…  ”

A los setenta años mantiene el ritmo de trabajo con el cual lo conocí veinticinco años atrás. No descubro en él señales de cansancio o agotamiento. Ciertamente los años han marcado su rostro pero tal vez operando como un grafito intenso subrayan ángulos y enfatizan sombras. Su cabellera se mantiene larga y entrecanas enfatiza cierto aire patriarcal. Estoy frente a un hombre que ha envejecido bien y en consecuencia aún es joven. Un hombre que pese a negarla, conoce la felicidad y vive con ella.

“. ..no puedo describir la felicidad porque de hecho jamás he pensado en ella. La eliminé como pretensión. Mi familia es mi mundo y estoy bien así. Claudia, mis cuatro hijos, mis sobrinos a los que veo viviendo su vida y siendo lo que quieren ser. Y hago lo que siento que debo hacer, pintar. No me  uestiono y he trabajado mucho para lograr una armonía espiritual tal, que me permite desdoblarme y así está Ignacio, el hombre y también está Iturria, el pintor. Cuando está el pintor, sólo importa la pintura. El hombre aparece y no cuestiona al pintor, tampoco al entorno, acepta y vive con él.”

El ritmo de trabajo es incesante. Y no se trata de trabajar para producir obra, simplemente es cuestión de hacer lo que hay que hacer.  “…los problemas de la pintura se resuelven pintando. Eso lo he tenido siempre claro. Entonces procuro pintar y lo hago sin presiones o compromisos, pinto para atender lo que necesito hacer, que es pintar… ” Convivir con la fama y el éxito puede ser un problema que suele manifestarse en la creación de personajes que devienen en divos. No es el caso de Iturria al que parecen importarle poco los premios o reconocimientos. “..  .muchos años atrás solía asistir a las exposiciones, había que estar. Entonces escuchaba la opinión de los coleccionistas, del público y por supuesto también de los críticos. Hasta que descubrí que en ese ejercicio había algo nocivo para mi trabajo. Pese a mis esfuerzos de alguna manera la opinión de los demás me influenciaba y eso no estaba bien Lentamente me fui apartando hasta que logré vivir a suficiente distancia de todo ello. Claudia siempre me rezonga porque no festejo, no celebro nada. Y en realidad lo que pasa es que no me importan los premios y por supuesto me gusta que mi obra circule y la compren coleccionistas, museos y amantes del arte. Pero mi proceso creativo no se nutre de esas cosas, sino de otras que son tan mías, tan personales que las atiendo con prioridad. No necesito del barullo.. .”

 

PICASSO, EL ARTE Y LO DEMAS

 

Cada encuentro con Ignacio Iturria supone una puesta a punto, en la que el entrevistador es entrevistado. Así comienza cada encuentro. Por momentos logra que uno se sienta importante ya que Iturria pregunta y pregunta, como si lo que nosotros opinamos importara. “…en estos días el arte viene desvaneciéndose. Me encuentro con jóvenes que vienen a los talleres de Casablanca y los percibo apurados por el éxito, inquietos por llegar. No se adonde, pero quieren llegar. El objeto del arte ahora se interpreta con mayor ligereza, no lo sé, seguramente es producto de las pautas culturales de nuestra época. No lo sé…” Su entusiasmo ante la obra de Picasso es conocida, tanto así que Enrique Aguerre, Director del Museo Nacional de Artes Visuales, escenario que actualmente alberga una fabulosa muestra del maestro español lo invitó a recorrerla en momentos en que se practicaba el montaje de la muestra. “…Picasso es un fenómeno. Siempre viajo con un libro de Picasso en la maleta. Y no hay caso, lo abro en cualquier página y ante cualquier obra me siento extasiado y luego de unos minutos de observarla debo ponerme a pintar. Es un pintor gigante, un fenómeno. Y la muestra que tenemos en Montevideo, hasta fines de Junio, es una fiesta a la que no podemos dejar de asistir. Su obra es de una sencillez que me conmueve, es clara, es franca y fluida. No esconde nada. Y lo hace todo fácil, simple. Allí su grandeza o el gran impacto de su obra, impacto que lo sobrevive y sigue operando aún después de la muerte de autor…”  Cuando hablamos del arte de nuestros días evitamos nombres propios y ambos nos quedamos en la generalidad del promedio. No obstante ello importa saber que Iturria jamás ha criticado o cuestionado a ningún artista, vivo o muerto. Su humildad al momento de ubicarse en el firmamento plástico es tal que genera síntesis increíbles. “… la idea es pintar. La necesidad es pintar. Al momento de pintar no estoy pensando, no especulo, solo pinto. Entonces no estoy haciendo una obra.

Simplemente pinto. El resultado es pintura y lo que suceda con ella es otra cosa. Todo tiene su momento, todo tiene su tiempo, y la obra auténtica, la obra genuina, siempre termina imponiéndose sobre aquellas otras que no lo son. La crítica, los elogios, todo esta muy bien, pero me he ocupado de mantenerme distante de ambos. Y así dialogo con mis maestros, que son autores enormes que elijo y mantengo siempre en la vuelta. A veces hasta juego al ajedrez con alguno de ellos, y siempre pierdo…”

 

LUCES Y COLORES

 

La imagen de hombre aislado se relativiza. Sucede que Ignacio Iturria ha logrado lo que ha muchos nos desvela, ha encontrado la fórmula para interactuar con el mundo eligiendo el escenario. Así de las numerosas invitaciones para viajar que llegan hasta Casablanca, selecciona aquellas que le llaman la atención Y sus viajes suelen ser emprendimientos de largo aliento. “. ..de los viajes me motiva descubrir luces y colores. Conocer gentes y observarlos con sus luces y colores. Y escucharlos, observarlos y aprender de ellos acerca de como viven, como piensan y  como actúan. Eso es maravilloso. Por esa razón cuando viajo tengo que estar, permanecer un tiempo. No me gusta trasladarme, es un lío. Ir, venir, tener que vivir con una agenda intensa de la cual ir tachando aquellas cosas que visito por que se supone debo visitar…” El año pasado Iturria viajó a República Dominicana donde permaneció durante seis meses. El viaje también incluyó una visita a Miami, ciudad que ha conquistado un espacio vital en el circuito internacional del mercado del arte. “  …en Santo Domingo me instalé en una casona muy representativa de la cultura local. Y allí comencé a pintar y descubrí que su luz es distinta a la nuestra. También la gente. En el centro los observaba caminar y noté que caminaban con una cadencia que era casi de baile…tanto así que pasé horas descifrando qué música bailaban y así unos eran bachata y otros salsa desenfrenada. Luego la luz. Una tarde descubrí que esos personajes con los que yo me extasiaba en la observación no frecuentaban la costa, lugar al que irremediablemente me querían llevar mis anfitriones. Esa tarde visité tierra adentro y así además conocí otro paisaje fascinante, selvático, poblado de árboles y vegetación y allí la luz del sol no llega directo sino filtrada a través de esa vegetación con lo cual los hombres y mujeres que allí transitaban o que se bañaban en las lagunas interiores aparecían manchados por esa luz filtrada. Los colores eran algo fantástico y esa luz que manchaba cuerpos… ” Las largas estadías de Iturria en aquellas ciudades que visita suponen la interacción con estudiantes y artistas locales. Los encuentros devienen en talleres de larga duración en los cuales se crean comunidades que permiten largas conversaciones y el intercambio de experiencias y vivencias. Y todo es arte. De alguna forma Iturria logra mantener intacto su mundo, esté donde esté, y lo alimenta con las luces y colores que descubre. A partir de cada una de estas experiencias surgen obras que se integran a ese mundo particular que el autor construye, tela tras tela, como un cronista apasionado por retenerlo todo. “  …mi rutina en Montevideo se completa con mis visitas, ahora cada vez más frecuentes a los talleres que se dan en Casablanca. Visito entonces a Carmela, que está dando clases, converso con los alumnos, intercambiamos opiniones y ese viaje que es breve pero muy intenso me alimenta mucho. A la vez intento al menos una vez al mes salir para Rosario donde tenemos un espacio fantástico al que vamos como en excursión, a pintar. Allí vivimos en comunidad y en comunión. Sólo  conozco nombres, no sé qué hacen fuera del taller y no importa. Allí vamos a pintar, a conversar y a jugar con la pasión que nos convoca, la pintura…” Claudia irrumpe en la sala para encender el hogar. Es entonces que descubro en Ignacio señales del frío de la noche que ya se impuso. Todo parece indicar que la entrevista terminó pero en realidad, recién comienza. Los relatos de anécdotas vividas en Venecia, cuando su obra fue premiada, las visitas a Punta del Este tan criticadas en su momento y que tanto valen actualmente nos llevan a un comentario que llamó mi atención. Carmela Piñón está compartiendo el taller con Iturria. “.  ..estoy muy contento, Carmela está trabajando conmigo en el taller. Es increíble lo que hace el toque femenino, una parte del taller ahora es un jardín, ordenado, pulcro, tan prolijo que me conmueve…” me afirma entre risas. Sucede que de alguna manera el maestro está orgulloso de la performance de su alumna, una joven que ya exhibe los portentos de un aprendizaje increíble. “  …pinta mundos suspendidos, con una sutileza y un encanto que resultan fantásticos… converso mucho con ella y me ha enseñado una vocación absoluta y una entrega total al

Arte…” A lo largo de los últimos veinticinco años he tenido la oportunidad de entrevistar a Ignacio Iturria en siete oportunidades. Su coherencia asusta, siempre es el mismo y su obra evoluciona a la par que el hombre que la contiene hasta volcarla sobre la tela, con calma y enorme alegría, con entusiasmo y en un proceso donde todo fluye y nada aparece forzado. Todo es natural. Obra y autor funcionan como un espejo que alimentan imágenes y vida. Brilla una y la luz se percibe en la paz y serenidad que trasmite el otro. Esta idea, pese a que el Vasco discute el concepto y no termina de asimilarlo, se percibe. La pintura ha evolucionado hasta lograr la simplificación absoluta de las formas y el color fluye. El virtuosismo de su pincel, la perfección de los trazos inaugurales hoy son superados por esa pequeña espátula que opera maravillas. Iturria juega con los colores que atrapa en sus viajes y con los personajes que como Nacho su hijo, aparecen sin invitación. Juega con los colores y con los pomos de acrílico que ni siquiera dependen de la espátula o el pincel. La mano de Iturria los oprime para arrancarles piernas, pies, brazos y rostros. Con el hombre sucede otro tanto. Cada vez necesita menos para ser más.

De su casa al taller solo lo separa un breve jardín. Desde allí hasta Casablanca, ese templo que ha construido junto a su familia solo distan unos cuantos pasos. Lo demás, los demás, son lo de menos. Repasando apuntes llego hasta los borradores de la nota que publicamos en la revista a propósito de la mega exposición que desplegó en el Museo Nacional de  Artes Visuales. Entonces recuerdo y verifico que felizmente hay cosas que no cambian. Hablar con Iturria es como contemplar con atención cualquiera de sus obras. Mastica con lentitud las palabras, paladea como un sibarita cada frase. Es austero para expresarse, pero contundente. No duda, cavila en procura de la palabra exacta, como con la espátula, que no duda pero procura el mejor ángulo para depositar la pintura sobre la tela. Así de intenso resulta conversar con Iturria. Y lo más importante no está en lo que dice, sino en lo que despierta con su decir. El origen del apellido Iturria es desconocido dado que es una palabra de origen vasco. La mayoría de las palabras en esta lengua no parecen tener conexiones con fenicios, griegos, cartagineses y menos aun con romanos (latín), por lo que existe un abismo filológico e histórico respecto a esta lengua, no obstante lo cual la traducción de la palabra Iturria al español nos arroja dos significados, “fuente” o “fuente de agua” y su significado más antiguo nos dice “caldero”. Como se ve, nada es casual.

Fotografías Ignacio Iturria

Retratos José Pampín

Ads

Lecturas recomendadas

ORG_GacetillaPDE_AyD
Leer más
54b
Leer más
GD
Leer más