El proyecto de la diseñadora Carolina Cesio fue total. Los habitantes enfrentaban una nueva y feliz etapa en sus vidas, mudándose a una casa nueva y con la firme decisión de celebrar el acontecimiento renovando totalmente el escenario para la vida. Conocieron a la profesional al acceder a algunos de sus trabajos y a recomendaciones de conocidos en común. Numerosas reuniones previas y largas e intensas conversaciones afianzaron el vínculo y permitieron que el proyecto fuera tomando cuerpo naturalmente. Fue todo paso a paso, nada se dejó al azar, todo fue proyectado.
La nueva casa, una casona antigua ubicada en el corazón geográfico de Villa Biarritz, ofrecía desafíos y también oportunidades, desde que evidenciaba una intervención previa que había liberado espacios y generado situaciones donde la espacialidad se enriqueció sin perder el vigor y el carácter de la historia que la estructura luce.
“Mi primera impresión, al ingresar a la casa, fue la de trasponer un umbral mágico e ingresar a otro mundo. La arquitectura me remitía a una casa de campo, pero en plena ciudad, con sus pisos que murmuraban su tiempo…”
La casa se desarrolla en dos plantas. Sus gruesas paredes, con sus ricas molduras originales, encuentran en cada abertura carpintería de calidad hoy impensable; los pisos están revestidos con anchos tablones de pinotea, y la luz natural, poco frecuente en estas construcciones, aquí es intensa y vital. A los fondos, un pequeño jardín ofrece el verde necesario y una barbacoa.
Los habitantes de esta particular casa son un matrimonio con un hijo menor. Ambos son apasionados lectores, con lo cual la biblioteca era un tema importante. Se mantuvo la estructura existente y se la adaptó, generando una situación natural con sus aberturas originales hacia el living.
“Para asignar un orden al trabajo, comencé a trabajar la caja espacial y la paleta cromática, que era punto de partida fundamental para ellos. Creo que ese fue el mayor requerimiento; los tonos a utilizar, amarillo y negro y jamás los azules. De las conversaciones surgió que les preocupaba resaltar la luz que ofrecía la casa, por lo que las paredes se pintaron color blanco, además de ser el tono que a la propietaria le gusta por excelencia. Luego enriquecimos ese telón con algunos tonos tierra y en la zona más íntima, tonos pasteles, todo en una paleta muy suave, salvo el playroom, que tiene amarillo y negro vibrantes. Combinar esas situaciones cromáticas fue un desafío y se logró al trasladar la paleta escogida también a los muebles y complementos que se incorporaron al proyecto.”
En la planta baja, su distribución propone un gran hall de acceso muy simple y, por sus dimensiones, importante. A la derecha, la biblioteca, el comedor y living que se imponen por su espacialidad y por la doble circulación que aportan las antiguas puertas existentes. En la planta alta, con la disposición que ella ofrecía, Carolina Cesio ubicó un home office para el matrimonio, un playroom y espacio de estudio para el hijo. Todos los ambientes confluyen en un estar íntimo más rústico y cálido.
“El mobiliario que escogimos para equipar la casa tiene mucha fuerza. Optamos por piezas de estilo en la planta baja, la zona social. Esto se logró al enfatizar, con las dos grandes arañas Versalles de caireles, las sillas Regencia encontradas en un anticuario, muebles antiguos vietnamitas con ciertos matices modernos con líneas simples, el gran espejo sin marco sobre el comedor, las mesas de mármol de Carrara con su estructura en hierro y el gran espejo redondo con marco de hierro. Siguiendo el perfil estético de los habitantes, me incliné por piezas Regencia y un sillón Luis xv, otras que diseñé especialmente y se inspiran en el movimiento moderno. A este juego incorporamos algunos muebles vietnamitas y otros ingleses, como un sofá Chesterfield y un par de butacas victorianas. Los complementos y adornos, piezas que venían con los habitantes, se entendieron de maravillas con este abanico estético rico en valores, texturas y formas, pero tranquilo y poco estridente. El resultado es, en todos los ambientes, una estética muy europea… y ecléctica.”
Obras de arte de autores nacionales como Diego Donner, Manuel Pailós y Capelán y tallas en madera mexicanas se suman a esta escenografía que trasmite paz, tranquilidad y equilibrio, mucho equilibrio.
“La iluminación es un tema que me apasiona y es un capítulo aparte, es tan importante como la concepción de los espacios y la elección de los muebles y sus texturas. El requerimiento era mantener la altura con cielorraso, por lo que busqué la mayor eficiencia y confort visual en ciertos puntos acompañando varios espacios con lámparas de pie. En este proyecto diseñé la gran mayoría de los muebles y algunas luminarias. La idea era mantener el delicado equilibrio necesario para alcanzar la armonía en la estética. Las texturas son todas emergentes de las fibras naturales que empleamos, utilizamos mucho lino, pana lisa, cueros. Las alfombras persas visten, con delicadeza y encanto, los grandes y antiguos pisos de pinotea originales.”
Fotografías José Pampín