En la ciudad de Carrasco, donde la arquitectura se muestra tan diversa como los cambios de temporada, una joven diseñadora —Valentina Cancela Devoto— ha logrado transformar un espacio aparentemente sencillo en un refugio personal, en una declaración de estilo que fusiona pasado y presente con una sutilidad casi inalcanzable. Su intervención no solo modificó paredes o muebles, sino que dialogó profundamente con el habitante, entendiendo sus deseos, sus necesidades, y también los rastros de un pasado que se niega a desaparecer.
El desafío inicial fue significativo: transformar un apartamento más grande en uno considerablemente más pequeño, manteniendo la funcionalidad, pero sin sacrificar la estética. A primera vista, podría parecer un trabajo de mero encogimiento de espacios, una operación más en la interminable danza de convertir lo vasto en lo acogedor. Sin embargo, Cancela Devoto abordó la tarea con una precisión quirúrgica, capaz de ver más allá de los metros cuadrados: su propuesta fue, ante todo, una reconfiguración emocional del hogar.
Con una mirada atenta, la diseñadora evaluó cada pieza de mobiliario, no como objetos inanimados, sino como fragmentos de memoria, como huellas de quienes los habían elegido antes. Y fue este acto de «leer» lo que ya estaba allí lo que permitió la alusión al pasado sin que se sintiera como una mera nostalgia: cada mueble, cada objeto, fue incorporado con una idea precisa de adaptación. Lo viejo y lo nuevo no se enfrentaron; se fusionaron. Las butacas del estar, por ejemplo, fueron reconfiguradas con un tapizado de cuero rojo que se fundía con la modernidad del espacio sin perder su carácter original. El proceso de reinterpretar los muebles, ajustándolos a nuevas proporciones, colores y materiales, es, en el fondo, una metáfora de cómo el diseño puede adaptarse y reimaginar el contexto sin perder su esencia.
La reforma de la cocina, el lavadero y el baño principal implicó un trabajo más radical. Aquí, Cancela Devoto no se limitó a aplicar soluciones cosméticas; creó espacios desde cero, entendiendo la necesidad del habitante de contar con áreas que fueran a la vez prácticas y acogedoras. En el baño, por ejemplo, diseñó un banco largo con agarraderas a los costados, una previsión pensada para el futuro, un gesto que da cuenta de la preocupación por el bienestar más allá de la momentaneidad. La ducha, amplia y cómoda, no solo fue diseñada para el cuerpo, sino para la tranquilidad que solo un buen espacio puede ofrecer.
El uso de luz, esa constante que atraviesa el trabajo de la diseñadora, fue uno de los elementos que más jugó a su favor. La luz no fue simplemente una herramienta funcional, sino un acto de seducción: veladoras bajo muebles, focos integrados dentro de los placares, iluminación que respondía al ritmo del día, transformando la experiencia del espacio según la necesidad de cada momento. Es en esos pequeños gestos donde se revela la verdadera esencia de la intervención: un diseño que no se impone, sino que se adapta, se integra y, lo más importante, responde al cuerpo, a los sentidos del habitante.
Uno de los momentos más reveladores de la transformación fue la restauración de las aberturas originales del apartamento, que, al volver a su color verde histórico, no solo rescató la memoria del espacio, sino que restableció una conexión entre el pasado y el presente. Las aberturas en blanco, modernas, si bien eficientes, habían despojado al apartamento de parte de su identidad histórica. La decisión de retornar al verde original no fue solo estética, sino filosófica: un intento de restaurar la autenticidad, de devolverle al espacio la dignidad que la modernidad, muchas veces, arrebata en nombre del progreso.
El toilette, un pequeño espacio muchas veces relegado a lo accesorio, fue otra de las intervenciones que brilló por su audacia. Sin necesidad de obras invasivas, Cancela Devoto transformó un ambiente rutinario en un acto de expresión. Un papel pintado de diseño arriesgado reemplazó la pintura ordinaria, mientras que los detalles —los accesorios dorados, el espejo irregular, la luminaria— rompieron con la línea recta que imperaba en el resto de los ambientes. En este pequeño rincón, como en todos los demás, el diseño se convirtió en un ejercicio de equilibrio, de crear belleza sin recurrir a la exageración, de transformar lo mundano en algo memorable.
La renovación de este apartamento no fue, entonces, solo un trabajo de interiorismo; fue una intervención profunda en la vida misma del habitante. A través de cada decisión, desde el tapizado de una butaca hasta la disposición de las luces, Cancela Devoto logró transmitir una filosofía: el diseño no solo se trata de amueblar un espacio, sino de habitarlo, de entender sus posibilidades y hacerlas crecer, de crear una atmósfera en la que lo práctico se convierta en arte y lo personal se torne universal. Y en ese proceso, el espacio no solo se adapta al dueño; también lo redefine, lo convierte en una extensión de su ser.
Fotografías Nico di Trápani