Soñar un mundo mejor, probar algo distinto | La Casa de AyD 2016

Las exposiciones suelen oficiar de escenario para la puesta en escena de las ideas, conceptos y estilos que emergen, en un momento dado, como referencia acerca de las formas, los colores y también los objetos que se deben tener en cuenta. Pero más allá de esta circunstancia, detrás del escenario pasan cosas. Los expositores interactúan entre sí y también con los operadores comerciales que participan de la experiencia. Y cuando todo esto sucede a partir de una convocatoria que establece un destino concreto para tamaño esfuerzo, la energía se potencia y el resultado escapa a toda previsión. Algo así sucedió con La Casa de AyD 2016 organizada a beneficio de Ánima Bachillerato Tecnológico.

El humor de Victoria no se caracterizaba precisamente por la alegría. Aun en sus mejores días exhibía un gesto adusto y un rictus frío en su boca. Hablaba en voz baja pero firme y con singular economía de palabras. Difícilmente miraba a los ojos de su interlocutor y pese a su baja altura se movía como un gigante que trepaba los dos metros de altura, con parsimonia y ocupando todo el espacio posible. Y esa mañana despertó de mal humor. La noche anterior había discutido con Alberto, su marido. La insistencia en aquella idea, con la que arremetía siempre luego de la cena, llegaba a sacarla de su eje. Pero luego de las visitas a los talleres reales, de recibir a los gremios de la tapicería y a los ebanistas, debía reconocer que algo de razón asistía a su marido en aquella loca idea de ocupar todo un parque y organizar una muestra en la que participaran todos los países del mundo.  

Una escena similar se me ocurre sucedió una mañana de cualquier día del año 1858 y así nació la primera Exposición Universal de Londres que se llevó a cabo, con toda la pompa y el fasto imaginable, en el año 1861.  La inquietud de Alberto, el príncipe consorte, era la de acercar al mundo británico el gusto del resto del mundo. Esa referencia era necesaria para enriquecer la producción de muebles y objetos de un aparato industrial eficiente pero incapaz de procesar piezas de buen gusto. La experiencia, que luego devino en la creación del Museo Victoria y Alberto, ha sido la génesis para un formato de encuentros e intercambios que hasta el día de hoy resulta vital. Las exposiciones son una institución llamada a promover tendencias, valores y conceptos, lo que aplicado a la estética supone la posibilidad de alinear los esfuerzos de los operadores comerciales a partir de un ajuste previo de los industriales que producen.

Así las cosas, las exposiciones posibles en una sociedad como la nuestra cumplen la tarea de promover el talento de los arquitectos y diseñadores a la hora de resolver como debe ser atrapado y habitado el espacio. Por ese motivo importa descubrir el gesto que se anima a proyectar un mueble o un objeto funcional. Aquí esa acción no resulta fácil. Por la misma razón también importa descubrir cuál es el punto de vista local al momento de tomar o descartar lo que Europa señala como moda o impone como tendencia.  Y ese es el papel auto asignado por nuestra editorial al momento de organizar exposiciones como La Casa de AyD. Y así es desde el año 2001, cuando se montó la primera edición que celebraba los primeros cien números de la revista Arte y Diseño. Desde entonces y hasta este año, la exposición se nutría de la presencia de operadores comerciales y convocaba a partir de la oferta puntual que estos procesaban. A partir de este año y en un viraje que pretende interpretar el cambio registrado en el mundo, decidimos convocar a los profesionales arquitectos y diseñadores para que, apoyados por los operadores comerciales, exhibieran su punto de vista, su visión. Su idea sobre el espacio. Y tres semanas después podemos afirmar, con indisimulado orgullo, que acertamos y en este nuevo formato emerge la esencia de lo mejor que como sociedad tenemos en la materia. 

Importa saber que si en una primera mirada La Casa de AyD 2016 puede ser observada como un gran espacio, 1300 metros cuadrados que se destinaron a la exhibición de muebles y objetos, colores y texturas, está bien, en esa primera mirada aparece la exaltación de la materialidad que produce nuestra cultura. Pero a poco que transitamos aquel circuito, que proponía ambientes determinados pensados para habitantes también pre establecidos, descubrimos, en una segunda mirada, una finalidad más profunda: a la vez de ocuparse del objeto físico, La Casa de AyD promueve los valores inmateriales de nuestra cultura. Las conferencias, los talleres, los encuentros musicales, las reuniones sociales y la atención personalizada de cada expositor acentuaban un gesto que trascendía lo estrictamente comercial. Que tanto la arquitectura, como el diseño y, por supuesto, también la decoración, son gestos culturales. 

Todo lo expuesto fue activado a partir de una consigna mayor que movilizó a todos los involucrados en el proyecto. Este gran espectáculo, con todos los ingredientes señalados, tenía por destino primario el recaudar fondos para contribuir al financiamiento de un proyecto educativo que no puede esperar. El proyecto Ánima Bachillerato Tecnológico atiende actualmente a 75 adolescentes cuya edad oscila entre los 14 y los 18 años. El próximo año incorpora 50 chicos más. Los educa en nivel equiparable a utu, en Administración, Ciencia y Tecnología. Ánima se financia con aportes y donaciones de privados y su aporte más importante pasa por la contención y el trabajo en el área social y educativa. En lo social, el mundo que propone integra, prepara y capacita, y permite que los adolescentes que viven en zonas de contexto vulnerable recuperen la fe en sí mismos a partir de incorporar el valor del esfuerzo, el trabajo y la superación.  Conocer a Ximena Sommer nos impactó en el alma y de alguna manera nos permitió hacer un viaje desde la indiferencia hasta el involucramiento pleno en un drama social que, ahora entendemos, no es posible continuar ignorando. 

Mentalmente regresamos a la imagen de los diálogos entre Victoria y Alberto, casi ciento sesenta años atrás. Si a Su Majestad le inquietaba el destino del noble aparato industrial y la manera en que los gremios artesanales debían involucrarse en el nuevo escenario, a nosotros hoy nos anima y moviliza una necesidad anterior. Ciertamente el mercado local vive momentos inciertos y resulta difícil proyectarse en él, esto tiene una fuerte incidencia en el trabajo de los profesionales y también de los operadores comerciales. Espectáculos como LA CASA DE AYD suponen un dínamo que activa y sacude al ambiente, y eso es buena cosa. 

No obstante esta realidad, un dato anterior justifica plenamente todo el esfuerzo. La realidad social que vivimos, donde campea la inseguridad y la angustia de sentir que no hay un destino claro y que nuestra realidad se ajusta a los caprichos que trae consigo la improvisación, señala fuertemente un tema y lo ubica en el eje de todos los trastornos sociales: la educación. Y entre las planillas Excell y la calle, entre negar o aceptar los resultados de las pruebas internacionales, entre decisiones políticas y decisiones de Estado, está la realidad que golpea y golpea. Y a la realidad también la podemos definir como lo que sucede a pesar de nuestros esfuerzos o desdenes. Sucede. La experiencia Ánima, al igual que otras que han surgido en la órbita privada, dan una respuesta concreta, tangible. Y cada vez somos más los que entendemos que los habitantes de la Banda Oriental nos hemos quedado sin espacio para continuar negándola.  Por esa razón, nos embarcamos en la tarea de apoyar y contribuir con nuestras posibilidades a la gesta de intentar algo distinto. Para empezar, involucrarnos a partir de ampliar el área de nuestro radar y registrar situaciones. Luego, integrar esas situaciones a nuestra agenda y a las soluciones que procuramos para atender los temas que contiene. De allí la idea de soñar un mundo mejor.

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