La historia sin fin, Aaron Hojman nos abre sus puertas

Los ambientes proyectados y animados por Aaron Hojman se definen a partir de las atmósferas que crea. En ellos el tiempo se detiene y cuenta historias que hablan de tiempos pasados y tiempos por venir, anécdotas donde los gestos, las costumbres y los guiños nos sorprenden. La magia existe, la poesía también.

Aaron Hojman es un fino recolector al que el ejercicio de mirar y observar le ha permitido convertirse en un profundo conocedor del mundo del diseño. En esas fuentes ha encontrado testimonios que como palabras sueltas le permiten armar frases y así contar historias en las que la humanidad es el tema.

“… el proyecto de esta casa demandó tiempo. Es un proyecto muy especial que desarrollé para Milos, mi hijo. A partir de la casa, que proyecté siguiendo patrones de época, así como en la elección de cada uno de los muebles que seleccioné para equiparla fui armando una historia para compartir con él. Una historia en la que le hablo del hombre, de la familia y de ese vínculo que nos trasciende y explica …”

La casa fue diseñada por Hojman al influjo de la necesidad de construir un edificio sin tiempo que funcionara como escenario para su vida y la vida de su hijo. Fachadas lineales revestidas con ladrillo a la vista y cubierta plana, grandes ventanales de hierro seccionado con vidrios de colores y el capricho de una estructura que se recorre en dos tramos integrados a partir del encuentro en uno de los extremos y en el ángulo perfecto. Chapas de zinc pintadas de intenso rojo, viejas puertas y aberturas de noble madera, todo recuperado, establecen un conjunto que atrapa espacio de una manera singular.

“… en el film LA FAMILIA, Ettore Scola narra la historia de una familia a través de ochenta años, se trata de una historia sin fin que se jalona con pequeñas anécdotas de la rutina familiar que nos permite apreciar esa unidad invisible y muchas veces inexplicable que define conceptualmente a la familia. En la historia que nos cuenta Scola los inhibidos aparecen como cristales grandes o chicos, como figuras o como un fondo, todos se van adaptando a los cambios y en los cambios mismos van ratificándose como parte de algo mayor que los vincula, integra y explica. La historia se desarrolla en una gran casa que va conteniendo a distintos generaciones y es un corredor de esa casa el hilo conductor de la historia. Al momento de proyectar y comenzar a construir y equipar, esa historia me animó y de una manera muy especial esta casa es una gran historia que comienzo a compartir con mi hijo. En ella hay momentos en los que aparece mi familia y comienza por aparecer Milos, mi hijo…

La casa cuenta con un amplio corredor en el que Hojman ha instalado libros y objetos que rinden tributo a su pasado y a la relación que con el pasado histórico mantiene. También hay lugar para que Milos comience a integrar sus propios testimonios. Luego en el gran living, la necesaria biblioteca es un viejo mueble de hotel, con sus pequeñas secciones originalmente destinadas a contener la correspondencia y los mensajes para los huéspedes. Los asientos son importantes sofás franceses e ingleses, tapizados en cuero o en ricas telas. En ningún caso reniegan de su pasado y lo lucen con ostentación desde la pátina que el tiempo y el uso le han conferido, incluso en las heridas expuestas sin culpa. Son muebles provenientes del ámbito comercial de los años treinta, cuarenta y cincuenta. Esta época tan particular está animada por los conceptos del arte nuevo con que despuntó el siglo pasado con su apelación a la naturaleza, gesto fácilmente apreciable en los colores y en los motivos decorativos, por las formas claras, rítmicas y geométricas del arte decorativo posterior, pero se enriquecen, en la funcionalidad, hoy de apariencia caprichosa, que alcanzaban como síntesis de todo aquello, fundamentalmente en los años cuarenta. Los muebles de los viejos hoteles, las viejas farmacias o los registros de tela. Formas hoy inexistentes como la de los anaqueles, mostradores, banquetas, radios y cajas registradoras, resultan ahora, en su estado natural, con óxidos y marcas, señales de uso y del tiempo, testimonios claros que nos recuerdan otras formas, otras maneras y no obstante, a poco que nos detenemos en ellas descubrimos la evolución, esto es el proceso mediante el cual se han gestado las actuales formas.

El trabajo desplegado en la casa encuentra en el jardín posterior una prolongación que exacerba al gesto. Un viejo vagón hace las veces de casa de insospechada prolongación del espacio habitable a partir de un lenguaje que conmueve. El resultado es extraordinario: como perdido en el tiempo y el espacio, de alguna manera, el vagón emula aquella famosa frase que da cuenta de la gallardía de aquellas cosas que no van a ninguna parte. El antiguo vagón, como muchas cosas en su vida, llegó de casualidad y sin pedir permiso; desde el comienzo la idea fue respetar la historia del vagón, que alguna vez supo oficiar como vehículo ferroviario utilizado para el transporte de cargas, y acondicionarlo al nuevo mundo con el fin de agasajar huéspedes.

Más allá de la historia que narra el conjunto, al estilo resultante puede definirse como “elegante y gastado”, “fino y bien usado” o simplemente como un ejercicio de la memoria que, en vez de extrañar lo pasado, lo rescata para afirmar un presente cargado de emoción y sentido que anima a perpetuarse en el ejercicio diario de narrar una historia sin fin.

Fotografías José Pampín

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