Giorgio Carlevaro es un hombre joven y dinámico, su mirada inquieta revela sus orígenes familiares, es italiano de La Liguria y aun tratándose, como se trata de una tercera generación nacida entre nosotros, en sus genes se revelan los paisajes dominantes de aquel lugar que se recuesta sobre el Tirreno, con bosques y montañas que se suceden sin solución de continuidad que despiertan emociones y sensaciones vitales que en el caso de Giorgio, se manifiestan como una fuerza de la naturaleza. Ceramista, escultor, es esencialmente un artista que cuenta historias apelando al lenguaje plástico dentro del cual ha logrado crear un dialecto único.
Nos reencontramos con Giorgio Carlevaro, luego de casi veinte años, el pasado mes de diciembre, cuando junto a Diego Lev presentó sus obras recientes en el Estudio de Kopel Sánchez, en Carrasco. Entonces enfrentamos a un portento que en sus obras había crecido en escala y contenido. Ya no era el ceramista que no agotaba su capacidad de asombro frente al fuego del Raku sino un escultor de piedras y metales que lograba emocionar a partir de estructuras duras y aparentemente frías en su rusticidad natural. Fue entonces que decidimos coordinar una entrevista en su taller, era necesario ponernos al día. Llegamos a la casa taller de Carlevaro en Lagomar una tarde de febrero en la que el verano finalmente había decidido instalarse. Las piedras señalaron el camino, enormes bochas pétreas coronaban la entrada a la casa, alineadas y a la espera de su turno para ser devoradas por las manos del escultor. Una grúa industrial con capacidad para siete toneladas domina el acceso vehicular a la casa. Es un puente que debemos franquear para acceder a un autor que libra batallas incansables e interminables para contar sus historias. Giorgio Carlevaro es el artista plástico uruguayo con más obras públicas en el país. Ha de ser, debo verificarlo, uno de los más activos en materia de concursos internacionales, congresos y simposios plásticos. Es un tano inquieto y vital que no puede permanecer quieto o callado. Sus manos son aspas que no permanecen quietas mientras habla. El punto de quiebre en su producción plástica, que comienza muy temprano, se produce en Lima y Cuzco, Perú, en el año 1997 cuando llega hasta allí para participar, como artista invitado, a una exposición regional de esculturas. Allí descubre la piedra y la arenisca y a Luis Sifuentes, desde entonces, su lenguaje se encamino hacia un dialecto y en la desmesura encontró a la forma.
…tengo una formación académica básica que obtuve al cursar cuatro años en la Facultad de Arquitectura yUrbanismo.Peroenrealidadmivocacióndespuntó mucho antes, cuando niño y en casa de mi abuela materna. Mis padres trabajaban mucho y entonces junto a mis hermanos pasábamos prácticamente todo el día con la abuela Gladys Vázquez, que era una notable pintora, con la cual accedí primero a la pintura y después a la cerámica. No se trataba de mantenerme entretenido, sino que ahora a la distancia lo veo con claridad, seguramente ella notaba algo que por supuesto yo no. Al mismo tiempo eran frecuentes sus visitas a talleres de artistas, a los que me llevaba con ella. Y también al Museo del Parque Rodó y a las exposiciones en las Galerías de Arte que entonces eran un gran motor para las artes. También estaba el abuelo Mauro (Escribano Mauro de Nava) que en su casa tenía un taller de herramientas fenomenal. Él trabajaba en la atención y reparación de todo en su casa, pero además le gustaba mucho trabajar con la madera. Recuerdo que solía acercarme un banquito blanco en el que yo me sentaba y mientras él trabajaba en lo suyo, yo hacía lo propio, en mi mundo. Aquel banquito blanco se integra como símbolo a mi trabajo actual. Así de fuerte es la referencia…
Actualmente el trabajo con la piedra ocupa el tiempo de Giorgio, lo que no impide que mantenga abierto y funcionando su taller de cerámica, que continúa con la producción de objetos utilitarios e imágenes, ahora con el concurso de Ivo su hijo mayor, que con quince años parece revivir el proceso de su padre. También trabaja con maderas y metales, acero inoxidable y corten. En sus historias los símbolos son un elemento vital que juegan con formas recurrentes como el vano, las ventanas, las escaleras y la silla. A poco de conversar con él estas formas emergen como elementos que vinculan al autor con su historia y la historia de su familia.
… de niño asistía a las clases del taller Parque Rodó, que funcionaba en la Torre del Lago, luego asistí al Taller Montevideo, con Beatriz Magliati de Rubio y Rosina Rubio y finalmente al taller de Jaime Novinsky, donde por espacio de tres años marque tarjeta de 14 a 18 horas, todos los días…
La fascinación por la forma solo era superada por su capacidad de aprender y tomar para sí las herramientas básicas del oficio. Así se produjo si primer contacto formal con las artes, en el mundo apasionante de la cerámica. Al cumplir diez y seis años instala en los fondos de su casa paterna su primer taller y lo hace con hornos de fibra cerámica con los cuales inaugura una nueva etapa local que luego seguirán el propio Novinsky y los demás ceramistas. La producción de objetos artísticos pronto encuentra espacio para la producción de objetos utilitarios que tienen una salida comercial inmediata. Y entonces llega el Raku, técnica y tipo de alfarería tradicional japonesa que aparece en el período Momoyama (1572-1615) y es desarrollada por Chojiró para Sen Rikyu, maestro de la ceremonia del té. El ideograma japonés que define al término, se puede traducir como tranquilidad, pero también como diversión o felicidad. Trabajar con esta técnica no es fácil, de hecho puede señalarse como un camino complejo. Me parece interesante detenernos en este proceso que percibo se mantiene como concepto en toda la obra de Carlevaro.
El Raku se trabaja a partir del “bizcocho”, haciendo la primera quema en un horno de leña, al modo tradicional. Luego con la pieza fría, se procede a lavarla con abundante agua y jabón en polvo para luego dejarla secar al sol. Para aplicar el esmalte se puede utilizar una brocha, sumergir la pieza o derramar el esmalte sobre ésta para posteriormente dejarlo secar. La pieza esmaltada se coloca en un horno pequeño a 900 °C aproximadamente. Cuando los esmaltes alcanzan su punto de cocimiento se sacan, en estado de incandescencia y se depositan cuidadosamente, con la ayuda de pinzas de hierro, en un recipiente lleno de viruta de madera. El contacto con este medio incendia la viruta, las hojas o el papel y se genera una enorme cantidad de humo que penetra en la pieza tiñéndola y entra a ser parte de ella. Los esmaltes (óxidos) con que han sido pintadas las piezas proporcionan una parte del oxígeno para esta combustión, convirtiéndose) así en metal puro, lo cual le da la apariencia característica a esta cerámica. Luego de varios minutos, el proceso químico se fija bajando bruscamente la temperatura con agua. Se obtienen al final tonalidades, texturas, matices y colores que van desde los rojos metalizados hasta craquelados, nacarados y tornasoles característicos de esta técnica. Si durante el horneado se rompe o daña alguna pieza por tensiones internas o cambios de temperatura, era tradición entre los alfareros japoneses resaltar estas cicatrices al soldar con metales preciosos la pieza. En todo caso, el resultado final de la pieza de que se trate suele sorprender al propio autor, se afirma que el fuego y la combustión son las genuinas responsables de la obra.
El éxito de Carlevaro con la cerámica fue importante y le significó participar en exposiciones de alto impacto, como la de arte abstracto en la Galería Frida de Martín Castillo. Pero esta es apenas la primera etapa del viaje de nuestro autor.
Giorgio está casado con Laura, que es psicóloga y juntos tienen tres hijos, Ivo (15), Dana (13) y Piero (11). En estos momentos junta fuerzas para emprender la instalación de su taller en una chacra y estoy seguro que su pulso tiembla ya que esto habrá de suponer que trabajará lejos de casa y eso supone alterar ese ritmo que ahora mantiene con el trabajo y la presencia constante de sus hijos, siempre en la vuelta.
Lee la nota completa en la Revista Ayd #319.