El jardín que no deja huella. Denis Bessa en Casacor 2025

Hay jardines que florecen para durar siglos y otros que apenas se abren lo suficiente como para que alguien los recuerde. El de Denis Bessa, en la edición 2025 de CASACOR São Paulo, pertenece a una tercera especie: aquella que no aspira a quedarse, sino a continuar. Un jardín que se retira sin desaparecer, que se desmonta como un escenario japonés, con la precisión de quien ha entendido que la naturaleza no necesita monumentos sino gestos.

Bajo el nombre de Jardín de los Descubrimientos, el paisajista —alma fundadora del Estudio MUSGO— propone un manifiesto en forma de terreno inclinado, sutilmente alterado, donde cada decisión es una renuncia al daño y una afirmación de lo posible. Nada aquí es decorativo. Ni los tres mil sacos de tierra que modelan el suelo y a la vez anticipan su propia reutilización, ni las novecientas plantas que, como huéspedes responsables, habitarán sus macetas sólo por el tiempo necesario. Ni siquiera los cobogós —esos ladrillos drenantes de arcilla y arena natural, ensamblados con un rigor que permite soñarlos como piezas de un futuro por venir— se libran de la lógica de la reversibilidad: serán muro, sombra, textura… y luego otra cosa.

Hay algo profundamente civilizado en este tipo de jardín. Porque no se trata sólo de sostenibilidad, ese término ya algo desgastado por el uso indiscriminado, sino de conciencia. Aquí no se construye para imponerse al entorno, sino para escuchar su pendiente, entender sus límites, y bailar con ellos. El concreto, tan omnipresente en la urbanidad brasileña, ha sido excluido con elegancia. En su lugar, capas de lona reforzada sostienen el terreno como una coreografía invisible. Y cuando el último visitante se haya marchado, no quedará un solo residuo que denuncie que allí hubo algo más que naturaleza temporaria.

En la entrada del antiguo palacete, el jardín funciona como un umbral. Una pequeña prueba de sensibilidad antes de ingresar al universo CASACOR. Y, acaso sin saberlo, cada visitante se convierte en parte del experimento: se le invita a descubrir que lo esencial no necesita permanencia, sino sentido.

Los muebles —de Zanini de Zanine, Guilherme Wentz, BUNKER— no son meros complementos, sino una extensión del discurso. Como las especies nativas que luego volverán al vivero o al suelo brasileño, estos objetos firmados también encontrarán nueva vida en futuros proyectos del estudio. La instalación, entonces, no se clausura: se dispersa. Como una semilla.

Denis Bessa, que creció entre jardines familiares en Mooca y se formó en el cruce de la técnica y la sensibilidad —de São Paulo a Barcelona— ha logrado que su debut en solitario en CASACOR no sea una declaración de estilo, sino una declaración de principios. MUSGO Studio se inscribe así entre los nuevos nombres del paisajismo brasileño que no sólo diseñan espacios, sino también futuros posibles.

Y eso, en tiempos de emergencia climática y sobreproducción estética, es quizás el descubrimiento más valioso.

Fotografías Estudio NY18

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