En el interior de La Barra rural, el paisaje ofrece una vista por lo menos curiosa, un viejo vagón de carga descansa en paz sin aparente intención de movimiento. Es el resultado de la intervención de Aarón Hojman, que no deja de sorprender en su frenética búsqueda por recobrar el pasado.
Ante la necesidad de disponer de una casa de huéspedes, Aarón Hojman acondicionó un antiguo vagón de carga americano de los años cincuenta. El resultado es extraordinario: como perdido en el tiempo y el espacio, de alguna manera, el vagón emula aquella famosa frase que da cuenta de la gallardía de aquellas cosas que no van a ninguna parte. Fiel a su estilo, Hojman buscó en todo momento respetar la historia del objeto con el que se disponía a trabajar. El antiguo vagón, como muchas cosas en su vida, llegó de casualidad y sin pedir permiso; desde el comienzo la idea fue respetar la historia del vagón, que alguna vez supo oficiar como vehículo ferroviario utilizado para el transporte de cargas, y acondicionarlo al nuevo mundo con el fin de agasajar huéspedes. La idea de movimiento se presenta casi por defecto, y el desafío resultó una elegante aventura.
Luego de acceder a la plataforma principal a través de una paciente escalera, nos recibe un pequeño balcón, en donde resalta un antiguo sillón de estación, procedente de la querida empresa Onda. Al entrar al vagón, apreciamos que opera como un poco común loft, en donde la calidez y la simplicidad resuelven la situación con el clásico estilo industrial de Aarón Hojman. El espacio rectangular atrapa, y separa únicamente al baño del resto de las situaciones.
En el baño encontramos una antigua bañera inglesa —más chica de lo habitual — sutilmente integrada junto a un antiguo duchero proveniente de una de las primeras casas construidas en José Ignacio. Destaca en la situación una vieja mesita que sostiene la pileta, también antigua. Una mampara de madera separa al baño del comedor, generando un aire industrial típico de los años cuarenta. Inspirado en los cajones textiles que utilizaba la empresa Campomar en sus primeros años, Aarón diseño la mesada de la cocina; esta, además de generar y acompañar el clima industrial buscado, resuelve con gran elegancia las distintas necesidades actuales. La situación central del vagón ofrece dos grandes ventanales, cada uno con un cómodo balcón para disfrutar de la pacífica vista que ofrece La Barra rural. Grandes baúles, una mesa art decó de los años cuarenta y cómodos sillones alhajan al pequeño living, que resulta cálido y simple; es que para Hojman, la simpleza es el máximo de los lujos. Destaca un viejo fichero de oficina de los años cuarenta, proveniente de Casa Salvo, enfrentado a un noble escritorio de madera de cortina de los años treinta. En el extremo opuesto al vagón, la cama de pinotea y las mesas de luz diseñadas por Trading Post completan la escena de un vagón de carga dispuesto hoy con el fin de albergar y ofrecer una experiencia inédita a los posibles huéspedes que allí se hospeden. La iluminación mantiene el tinte industrial y la sencillez que abraza la sensibilidad de Hojman, que nos cuenta con orgullo que este verano 2018, su hijo Milos, espera recibir numerosos amigos y hospedarlos en el vagón.
Fotografía José Pampín