Como una casa, frente al mar

Allí donde termina la rambla hacia el Este, donde una pronunciada curva nos anuncia el portento de La Barra, nos encontramos en una de las unidades del complejo TIBURON TERRAZAS.

De cada uno de los espaciosos semipisos era imprescindible que la increíble vista fuera preservada para cada apartamento. El desarrollo de cada propuesta debía diseñarse en torno a esta idea, declinándose en suaves curvas para así asegurar la multiplicación de los puntos de vista. Así presenta el Estudio Mario Roberto Álvarez (Buenos Aires) al emprendimiento TIBURON TERRAZAS y al visitar una de sus torres para recorrer un increíble dúplex confirmamos que todos los desvelos del diseño valieron la pena. Rápidamente perdemos la noción de que estamos en una torre de apartamentos. El ingreso nos instala frente a una planta que de inmediato genera la sensación espacial de una casa. Los enormes ventanales que miran hacia la playa y que desde donde estamos nos ubican frente a la primera cala de La Barra, el gran living con paredes revestidas en madera, las tarimas que generan microclimas determinados por piezas de mobiliario de líneas despojadas y tonos suaves pero definidos. Todo sugiere armonía y un contexto estético que nos lleva a la sorpresa. Ya habíamos sido advertidos que todo el tratamiento espacial y el equipamiento fue tarea de los habitantes.

El dúplex ocupa 1250 metros cuadrados en una de las diez torres que conforman el complejo TIBURON TERRAZAS y que en el abanico que conforman sobre la costa ocupa el eje visual hacia vistas maravillosas que hacia un lado enseñan La Barra y hacia el otro la península. La planta baja, en realidad el piso cinco de la torre, contiene un gran living de catorce metros de largo por diez metros, que asumimos cumple una función social clara, un gran comedor con capacidad para 12 comensales, la cocina y la suite principales. En el contra frente, en la misma planta, se suceden los cuatro dormitorios, todos en suite.

La planta alta alberga un gran estar, una sala de juegos, una cocina, también completa, destinada a la atención de la barbacoa y luego el espacio exterior que recorre todo el perímetro, con la barbacoa en el contra frente, la piscina en un lateral y un enorme y sorprendente jardín en el frente. Hasta aquí el repaso de la distribución espacial de este gran dúplex cuyas plantas fueron adaptadas a medida por los habitantes, que adquirieron la unidad en el pozo, esto es, cuando la torre estaba en construcción.

La distribución espacial sugiere un orden en el que se han evitado las interfaces y entonces la fluidez es plena y se remarca por el tratamiento de pavimentos y paredes, donde la madera de lapacho, pinotea y bambú acentúa la integración. La pared que sostiene como telón al gran living contiene un mural de juncos que permanecen en estado latente, con paneles de madera cortados con laser. El diseño y el concepto estético es responsabilidad de los habitantes que fueron asistidos por Verde Fácil. En otro sector de la planta aparecen pinturas de Manuel Larravide y de Martín Pelenur, con lo cual percibimos un curioso dialogo entre estilos, épocas y conceptos que funciona y consagra la armonía de una atmósfera vital.

Las mesas son superficies que llaman nuestra atención, se trata de piezas únicas que fueron adquiridas por Kolher en Indonesia e importadas especialmente. Luego las alfombras, también diseñadas por los habitantes, son piezas a medidas manufacturadas por Claudio Troccoli. Los muebles de ambas cocinas también fueron diseñadas y hechas a medida en bambú macizo, con aplicación de herrajes Bloom de Austria, las mesadas de Neolite. El conjunto resulta especialmente confortable, confort sin estridencias, buen gusto a medida.

 

Fotografías José Pampín

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