Por Sofía Hughes
Nacido en Montevideo, el interiorista Martín C. Martínez se crío en el departamento de San José hasta los 10 años cuando él y su familia volvieron a la capital. Desde su infancia, siempre sintió una inclinación hacia lo estético y teatral; de hecho, su primera pasión fue la actuación, pero siente que el Diseño de Interiores es una manifestación natural de quien es él; “Yo no elegí el interiorismo, él me eligió a mí.” Sin saber que se trataba de interiorismo a menor escala, Martínez veía una especial atracción en la reinterpretación de objetos comunes y corrientes. Su meta era convertirlos en piezas únicas dándoles una nueva y mejor vida y utilidad. Quizás, inconscientemente, esta etapa de su infancia/adolescencia era una indicación de lo que se vendría más adelante en su futuro.
En el año 1981, a los 19 años, Martín C. Martínez llega al condado de Westchester en las afueras de Manhattan, Nueva York. Su llegada fue tan liberadora como confusa. Algo en él se despertó; Martínez siente que nació aquel día que llegó a la ciudad de Nueva York. En seguida se inscribió en una renombrada escuela de diseño en Manhattan. Parsons School of Design es una de las Escuelas más reconocidas en Estados Unidos por la formación de Arquitectos, Diseñadores de Interiores y Diseñadores de Moda. Rodeado de compañeros que provenían de distintas partes del mundo como China, Rusia, Alaska y Tierra del Fuego, Martínez destacó que esta experiencia fue una oportunidad única para compartir con personas de distintas culturas que sólo tenían en común la pasión por el diseño. Siendo tan fuerte aquel vínculo que compartían florecieron amistades que al día de hoy sostiene. Sus años de estudiante fueron parte de la mejor etapa de su vida, en dónde la adrenalina era su motor y motivación para triunfar como profesional en una competitiva ciudad como Nueva York.
Durante sus años de estudiante, el objetivo era claro: obtener el título y triunfar como profesional. Para lograrlo comenzó por limpiar viviendas para ordenarse una agenda flexible que le permitiera estudiar. A raíz de este primer trabajo, Martínez comprobó que su fuerte claramente no era la limpieza, sino que la decoración. Fue así que emprendió su primer negocio; en lugar de limpiar las viviendas, les proponía a sus clientes decorar aquellas que se veían descuidadas. Con sus mismos objetos y mobiliario comenzó a re ordenarlos para lograr una mejor circulación y ambientación de las mismas. Lo que empezó con 4 o 5 casas semanales, escaló a unas 30 casas semanales en pocos meses. Notoriamente el proyecto creció rápidamente y ya no podía atenderlo solo. Fue allí que patentó Better Homes; contrató 4 chicas para que realizaran la limpieza, mientras que él colocaba los detalles finales y retoques decorativos. Con el tiempo, sus practicantes adoptaron algunas habilidades y de a poco les fue cediendo el negocio para comenzar su carrera profesional tras obtener el título.
Durante el transcurso de su carrera trabajó como asistente para la interiorista Joan Peters que se especializaba en el diseño de Showrooms de casas para un desarrollador inmobiliario en Philadelphia. Esta experiencia le brindo herramientas y métodos de trabajo que hoy sigue empleando en su propia carrera.
Hoy está instalado en Miami, pero además trabaja con clientes en Nueva York, Punta del Este, Montevideo y Buenos Aires. Se considera un profesional muy competitivo que disfruta del trabajo en cualquiera de sus locaciones. Su rutina comienza poco después del mediodía ya que aprovecha sus mañanas para ejercitarse y caminar por la isla de Brickell Key, una instrucción que lo ayudar a ordenar sus ideas. A la tarde dedica el día a reuniones con clientes, recorrido de obras y búsqueda de elementos decorativos continuando sus tareas hasta la noche desde su casa que también oficia de oficina.
Según Martínez, las tendencias en Estados Unidos son cada vez más básicas y sencillas, inclinándose hacia la unificación de colores y materiales que promueven el balance y la armonía de los interiores. Los colores tierra son los favoritos y los más utilizados ya que capturan una mayor cantidad de usuarios.
La impronta del interiorista vibra más en una rama teatral del diseño. Personalmente cree que los ambientes introducidos a partir de colores muy neutros fomentan espacios que carecen de personalidad. Cuando se le encarga un proyecto, Martínez trata de que cada interior sea una expresión personal del cliente llevada al máximo exponente de creatividad y diseño. Es fiel creyente de que la vivienda de uno revela la personalidad del habitante y él como diseñador lucha por preservar esa individualidad y carácter propio. Todos sus proyectos cuentan con una gran impronta y un sello que los declara obra de Martín C. Martínez, porque más allá de que cada uno es a medida y adaptado para los distintos clientes, hay referencias que no se pierden en ninguno como el uso de los colores, la singularidad del diseño y el cuidado de los detalles.
Cómo diseñador viviendo en el exterior considera que los clientes extranjeros acostumbran más al concepto y trabajo de un diseñador de interiores. Siente que el cliente entiende y valora el trabajo del diseñador y que a la hora de comenzar una obra contrata en simultáneo al arquitecto y al interiorista. El objetivo de ambos profesionales se complementa y entre ellos potencian sus conocimientos y experiencias para lograr un mejor resultado.
Fotografías Martín Martinez