Premiada en la Bienal SCA – CPAU (Argentina), la vivienda es una clara demostración de cómo hacer mucho con verdaderamente poco. Para aquellos que creen que la buena arquitectura necesita de dinero o lujos, este ejemplo prueba que la excelencia puede ubicarse en el extremo contrario. Moderada en la medida justa, la arquitectura se revela sin excesos, sin mezclas estridentes de texturas o formas, sin más que un esqueleto sugerente. Un esqueleto que dialoga con un entorno singular, que cobra sentido en el dibujo de su recorrido interno, en su composición, en sus detalles puntuales, en la materialidad alcanzada. Es, en esta mínima expresión, que la calidad se expresa pura, auténtica. Pues no se muestra velada, glorificada entre recursos superfluos.
Desde la sutileza que lo identifica, Diego Montero presenta una residencia de líneas contemporáneas que asienta su estructura en un bosque. El predio en La Barra, Maldonado, se encuentra cubierto de eucaliptus. Evitar talar siquiera uno, era parte del desafío. La otra parte, hacerlo con poco dinero. Madera y vidrio son los materiales elegidos. Con tablas y palos de eucaliptus canteados se traza una estructura de sencilla volumetría: un par de prismas desfasados que ponen énfasis en su verticalidad. La idea central del proyecto busca que la casa se confunda con el mismo bosque. Para ello la transparencia, las columnas de madera que se definen en la piel, así como las que se dejan entrever en el interior de la vivienda, juegan un papel importante. La construcción se muestra etérea, se vuelve parte de la naturaleza circundante, desdibuja sus límites entre los troncos de los árboles. No se modifica o afecta el paisaje, se interactúa con el desde la analogía, desde la unidad.
La casa de dos dormitorios se carga de luz, las paredes de vidrio van creciendo en superficie a medida que la altura sube. La base se presenta sólida, cerrada en su mayoría, solo emplea el vidrio en puntos estratégicos. En un primer piso, el estar; y una original escalera que va pautando un recorrido envolvente delimita a la cocina. La propuesta se arma en un total de tres niveles, los ambientes amplios disfrutan de la calidad espacial, de una fluida comunicación entre las diferentes alturas. Todo es madera, madera que se contrasta con escaso mobiliario. Texturas, colores, formas añaden riqueza a la sencilla estructura. Una selección de obras de arte roba una porción del protagonismo. Detalles como la gran estufa (único elemento en mampostería) que atraviesa las distintas plantas, o los baños de madera y vidrio, terminan de configurar una arquitectura honesta, nítida, de una extraordinaria expresividad.
Fotografías Estudio Montero