“Si se estudia a la persona, la arquitectura sale sola. Es muy simple, es hacer de lo complejo algo comprensible.”
Ubicada en el fairway hacia el hoyo 11 del campo de golf en la Barra de Punta del Este, ésta arquitectura se muestra totalmente abierta hacia el golf, conservando la intimidad en la entrada. Siguiendo los lineamientos de su arquitectura, tenemos aquí otra vez un ejemplar de color y rito.
“El atrio es el anti atajo, si uno predica la persona, la singularidad importa. La arquitectura es misterio. Todo lleva un proceso, un ritual, hemos perdido el rito, es muy importante comer con rito, leer con tiro y amar con rito. El rito exige cierto intimismo. En el atrio se identifica el habitante, quiere cumplir con el rito de recibirte bien.”
Una vez abierta la puerta de acceso se empieza a descubrir la obra. De la misma forma que el arquitecto dibuja en círculos, cuando caminamos el espacio estos van guiando el recorrido, cuando son a contra giro debo girar al revés; así se va descubriendo el lugar y la casa va apareciendo. El color de esta vivienda es contundente, verde, esto involucró lo que querían los habitantes, mimetizarse; el verde se mimetiza perfectamente con el campo de golf y con la naturaleza que le rodea. De todas maneras, obtener estos colores naturales de forma artificial no es fácil, la naturaleza tiene verdes fantásticos, pero el sol ayuda y hace el proceso ayudando a la mímesis con su entorno.
Esta casa de amplios espacios para la familia logra disminuirse cuando la pareja se encuentra sola, gracias a la inteligente distribución de los ambientes. Siendo puntapié para la casa de José Ignacio (Chacra Marítima) y la casa en Punta Ballena (La Rinconada), el origen de todas estas obras nace por otras anteriores, sus habitantes son personas que el arquitecto no conoce y el tiempo se encarga de forjar amistades.
Fotografías José Pampín