Agua Verde, Javier Gentile

La intervención del arquitecto Javier Gentile en Agua Verde resulta un claro ejemplo de la importancia que este profesional asigna al paisaje y de manera especial a la historia. Los nuevos propietarios de esta vieja estancia se enamoraron del lugar pero al mismo tiempo advirtieron que necesitaban más comodidades, deseaban convertirla en un hotel.

El paisaje del lugar tiene un encanto especial y los viejos edificios mucho tienen que ver con la magia que allí se siente. El partido tomado por Gentile resultó contundente: rescatar a las viejas construcciones, ponerlas en valor y construir un nuevo edificio para generar las comodidades necesarias.

Las construcciones preexistentes vienen del año 1780 y de acuerdo a la práctica de la época no se trata de un solo edificio sino de varios que están comunicados entre sí, conformando una “U” que genera un encantador patio central. Los centenarios ombúes del lugar se mantuvieron y son los responsables de la magia de un jardín enriquecido que se apoya en la flora originaria del lugar. Para los habitantes de la Banda Oriental esta finca tiene un valor especial que nos remonta a la caída del imperio español en el Río de la Plata. Es una de las primeras construidas al Este y en un lugar estratégico. Allí el ejército Artiguista destacó un regimiento que tenía como mandato el controlar el embate portugués y también el tráfico pirata inglés, que era común en las costas de los actuales Maldonado y Rocha. Este grupo de soldados conformó la primera comunidad de pobladores estables en la zona. La familia Egusquiza propietaria de la estancia desde entonces y hasta la última década del siglo pasado, en que fue adquirida por el matrimonio de artistas argentinos conformado por Nicolás García Uriburu y Blanca Álvarez de Toledo, quienes al finalizar el siglo pasado la convirtieron en una encantadora posada. Los nuevos propietarios de la mano de Javier Gentile amplificaron aquella voz y al hacerla crecer lograron un impacto difícil de emular. La puesta en valor es natural, la intervención restauró los viejos edificios de anchos muros de piedra con cubiertas a dos aguas techadas con paja, recuperó el pavimento original, también de piedra, y a un lado de este conjunto histórico generó un volumen extendido en dos plantas, lineal y franco, que aprovecha los desniveles naturales del terreno. Piedra y madera aligeran la carga del hormigón armado, contextualizan a todo el conjunto integrado por lo de ayer y lo de hoy.

El diseño de Gentile para los nuevos edificios sigue la lógica funcional de las construcciones originales, se integra por dos volúmenes unidos entre sí por un tercero que oficia de interfase. Allí se generó el acceso principal, hacia el ala que se integra a la añosa estructura se contienen las áreas íntimas y hacia el otro, el área social. Cada uno de estos módulos se concibe con el mismo criterio constructivo, muros frontales y posteriores elevados y cubiertas contenidas de menor altura. Algo así como el mismo concepto revisado, actualizado.

El concepto vintage de los muebles aporta mucho a una narración que se prolonga contando la historia desde nuestro tiempo. Muebles ingleses y franceses re tapizados, lámparas de diseño moderno, mesas de autor diseñadas por DEALMA con viejos piques de campo y alfombras persas. Un conjunto que logra la armonía. El viejo edificio fue equipado con muebles de época y otros antiguos, igualmente valiosos. Las obras de arte dominan las escenas con singulares obras de pintura colonial, de origen peruano, que nos transportan directamente hacia las épocas del Virreinato y que al mismo tiempo conviven con autores nacionales contemporáneos, pasión de Javier Gentile que además es un silencioso mecenas.

Fotografías José Pampín

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