Solana del Mar. Kabalah de Ramiro Aguirre Saravia

La ubicación de la casa alcanza privilegios singulares. Sobre la playa misma, en Solanas, la casa Kabalah regala vistas y una atmósfera muy especial, donde la energía fluye sin solución de continuidad. La intervención del arquitecto Ramiro Aguirre Saravia respetó la estructura del edificio proyectado y construido veinte años atrás por el arquitecto Martín Massat, pero al actualizarla y ajustar su espacialidad a las necesidades de sus nuevos habitantes, generó una transformación cuyo resultado es el de una obra nueva.

Los habitantes de Kabalah viven allí todo el año y suelen recibir amigos que permanecen con ellos por días. Por esa razón el proyecto de Aguirre Saravia generó áreas bien diferenciadas para los habitantes y para las visitas, en todos los casos orientando el espacio atrapado hacia la costa.

El trabajo del arquitecto supuso una estrecha vinculación con los habitantes, apasionados por la Arquitectura, que participaron activamente de cada detalle del proyecto primero y de la obra después. Así surgió la idea de incorporar la segunda planta para albergar los espacios de uso diario como el comedor, la gran cocina —la dueña de casa es una gran gourmet— y las áreas íntimas.

Al incorporar una nueva planta y abrir la fachada posterior hacia el mar, Aguirre Saravia generó una gran serie de lámparas que recorre en toda su extensión el largo del edificio. Cada abertura, enmarcada geométricamente por la estructura de hormigón revestido, impone un ritmo plástico que le asigna carácter al volumen. La fachada principal es reservada, nos propone un acceso al edificio a través de enormes puertas vidriadas que nos instalan frente a un gran lobby que ordena la circulación. Allí, una imponente escalera de vidrio con estructura de acero se respalda sobre una pared de piedra que contiene una cascada de agua. Importa saber que el agua es un elemento esencial en la obra de Ramiro Aguirre Saravia.

En la planta baja, en un sector claramente definido, se alberga el área destinada a los huéspedes y al área social. En este sector, anteriormente ocupado por construcciones livianas, se generó un espacio importante, incorporado estructuralmente al edificio, donde —sobre la costa— una de las lámparas alberga un singular bar transparente y un sector de diálogo y juegos sorprendente. El segundo nivel se convierte en un palco privilegiado que se abre como un loft exclusivo para los habitantes. La suite principal conjuga diseño y tecnología: el concepto del vidrio se ve en la pared de cabecera, en la que se grabó una fotografía a gran escala de la dueña de casa. A los lados, unas importantes luminarias dispuestas desde el techo se disponen sobre las mesas de luz voladas, enmarcadas por un bajo respaldo. El baño, uno para ella y otro para él, tiene aire de spa y vistas únicas. En un primer ambiente se ubican la ducha y la bacha, de líneas rectas y grifería moderna, que se extiende hacia una bañera con hidromasaje con un gran ventanal y a cielo abierto. En el loft despojado se ubica un escritorio, un sillón que oficia como sala de cine, el comedor y la cocina. La cocina abierta —concebida como un laboratorio gourmet— acompaña al ambiente simple y moderno, en el que dos módulos blancos con muebles bajo mesada corren paralelos a las grandes aberturas, uniéndose a un tercero que la cierra y hace a la vez de escritorio.

El trabajo de Aguirre Saravia se apoyó en la necesidad de eliminar interfaces y generar espacios únicos con el resultado de que desde cualquier espacio interior se experimenta la sensación de estar afuera. Y viceversa. El jardín, despojado de vegetación, se abre naturalmente hacia la playa y genera un sendero inevitable.

La casa cuenta con todos los recursos tecnológicos que la dotan del confort de última generación para poder ser habitada todo el año. Cuenta con dos piscinas, una exterior y otra interior, una batería de dormitorios en suite para huéspedes, una increíble cava con estar para degustaciones, parrillero incorporado a la estructura principal. Los trabajos en vidrio, todos diseñados especialmente por Aguirre Saravia fueron desarrollados por Bia, y el equipamiento —escogido por la dueña de casa—es de Walmer.

 

 

Fotografías José Pampín

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