Fue una reforma atípica, como si el espíritu de sus antiguos dueños —la poeta Amanda Berenguer y el crítico Pedro Díaz— aún susurrara entre muros, pidiendo no ser desalojado del todo. La casa había sido su refugio durante décadas, y los nuevos propietarios, muy sensibles a esa memoria, decidieron no borrarla sino reinventarla. El frente, antes social, se convirtió en espacio íntimo: el viejo living es hoy una suite generosa, con biblioteca apenas intervenida, doble orientación y una pequeñita estufa a leña que parece haber ardido siempre.
El acceso es hoy un recorrido, casi iniciático, por un patio con plantas exuberantes que guían a la puerta de entrada naranja, que saluda como una nota pop en partitura clásica. Desde allí, las habitaciones se despliegan como en abanico: el comedor mira a una pérgola, la cocina de atmósfera vintage huele a pan tostado y a infancia, un baño social con venecitas negras brilla como joya de museo extinguido, el living —con su gato negro y su mobiliario de remates— murmura afinado en clave de jazz, la piedra laja caramelo de los pisos es pasado y presente, y los ventanales, casi todos sin rejas, invitan hacia el bellísimo jardín.
El pasillo, único rincón sin luz natural, se ilumina por contraste: una puerta vidriada lo enfrenta a un afiche polaco que intriga y seduce. Nada es casual. Cada objeto cuenta una historia, como el parqué rescatado, el dibujo de Ghierra enmarcado en rojo, o el armario del dormitorio principal azul noche que parece escapado de un sueño en technicolor. Y en un piso de portland blanco lustrado se incrusta en bronce una estrofa de un poema de Amanda: “un árbol azul transparente”…
Aquí, el espacio no solo se habita: se lee, se escucha, se recuerda. La casa ya no es la misma, pero tampoco es otra. Es, como la poesía, una forma delicada de persistir en el tiempo.
PROGRAMA: REFORMA CASA EN BARRIO JARDIN
PROYECTO DE ARQUITECTURA: ESTUDIO BERTHET-MÉNDEZ-TARANTO
SANITARIA: TEC. SANITARIO CARLOS AZOR
EMPRESA CONSTRUCTORA: CARLOS LAGUNA
FOTOGRAFIA: NICO DI TRAPANI