Los barrios de La Tahona

Hay territorios que no nacen: se sueñan. Antes de ser caminos, árboles y casas, fueron una intuición compartida —la idea de que la vida podía volver a tener tiempo, aire, horizonte—. Así empezó la historia de La Tahona, hace más de tres décadas, cuando un grupo de visionarios decidió que el desarrollo inmobiliario no debía ser una suma de metros cuadrados, sino la invención de una cultura: la cultura del habitar en armonía con la naturaleza.

Treinta y cinco años después, el sueño se ha vuelto paisaje. Siete barrios privados se suceden sobre 357 hectáreas de colinas suaves, espejos de agua y senderos que serpentean como recuerdos. En ellos se distribuyen 1.422 lotes, cada uno con su carácter, su tono y su forma de vida. Más de 1.300 familias han elegido este territorio para levantar su casa y su historia, convencidas de que vivir no es solo residir, sino participar en una comunidad que respira al unísono.

Cada barrio es distinto, y sin embargo todos comparten un mismo espíritu: la búsqueda de un equilibrio entre el diseño urbanístico y la naturaleza, entre la intimidad doméstica y la vida compartida. La Tahona no es solo un conjunto de barrios; es una idea de país, una forma de reconciliar la seguridad con la libertad, el progreso con el paisaje.

Allí, donde antes solo había campo y horizonte, hoy florece un modo de vida que combina la excelencia del diseño con la serenidad del entorno. Y cada nueva calle, cada jardín, cada niño que juega en sus veredas confirma que aquel sueño original —vivir mejor, vivir juntos— sigue latiendo con fuerza bajo el mismo cielo.

Cruzar La Tahona es como atravesar un hilo invisible que separa la urgencia de la ciudad de la calma de la tierra; cada paso se siente distinto, y el aire parece más denso, más limpio, más lento, como si decidiera enseñarte a respirar de otra manera. Los caminos serpentean entre viñedos que inclinan las hojas al sol, olivos que guardan la memoria de siglos, y caballos que galopan con la indiferencia de los que no conocen relojes ni horarios, solo el ritmo exacto de la vida. Los lagos reflejan cielos en continuo cambio, y cada reflejo es un pequeño descubrimiento: el sol que se filtra entre nubes, las sombras que se mueven con el viento, las aves que cruzan de rama en rama, como mensajeras de la calma.

Se empieza el día en Tahona Valley, y el trabajo se transforma en ceremonia. Cada escritorio mira hacia los viñedos, cada reunión sucede entre aromas de tierra húmeda y hojas frescas; los pasos se mezclan con el canto de los pájaros, y la brisa parece ordenar las ideas, alinear los pensamientos, suavizar la urgencia. Aquí se comprende que la productividad no se impone, se acompasa con la naturaleza, que cada pausa tiene su valor, que cada gesto cotidiano puede ser también un acto de placer.

Más adelante, Campo de La Tahona se abre como un escenario donde todo respira y se mueve con otro tiempo: caballos que atraviesan los prados, huertas que exhalan vida, granjas que enseñan paciencia y ritmo; lagos que invitan a detenerse y mirar, y arte que surge en cada sendero, en cada curva, como un guiño silencioso. Una vez al año, la tierra se ofrece en ritual: vendimia, cosecha de olivos, aromas de fruta fresca y aceite recién hecho, risas, manos manchadas, la familia reunida, el aire lleno de memoria y celebración, y la certeza de que vivir aquí es pertenecer a algo más grande que uno mismo.

Las Chacras se extienden con generosidad, y en ellas la amplitud es lujo, el silencio es riqueza, y los horizontes abiertos enseñan a respirar con calma. Cada casa se integra al paisaje agreste sin romperlo; los olivos producen aceite propio, la huerta enseña respeto por los ciclos de la tierra; cada camino invita a caminar lento, a escuchar el viento en las hojas, a descubrir que la vida puede transcurrir sin prisas y que mirar alrededor es suficiente para sentirse vivo.

Y en el corazón, Cavas de La Tahona concentra todo lo aprendido: cada lote, cada construcción, cada sendero parece pensada con precisión, como si el paisaje y la arquitectura hubieran conspirado para ofrecer armonía perfecta. Club house, piscina, gimnasio, canchas de tenis y pádel, caballos, polo, golf: todo convive con la brisa de los viñedos, con el canto de las aves, con la luz que dibuja sombras cambiantes sobre la tierra. Aquí la vida cotidiana se vuelve ritual, celebración de lo esencial: espacio, aire, luz, naturaleza, tiempo.

Recorrer La Tahona es aprender que se puede vivir, trabajar, jugar y descansar sin contradicción; que cada jornada puede fluir con el ritmo exacto de la tierra, que cada mirada puede abrazar horizontes, y que el lujo más profundo es sentir que perteneces a un lugar que te respira de vuelta. La Tahona no se visita: se camina con todos los sentidos, se respira con ellos, se recuerda con ellos, y al final, se lleva consigo como una parte de la memoria, como un secreto que solo el viento sabe repetir.

Lomas de La Tahona

Hay nacimientos que marcan una época. En 1994, cuando el concepto de barrio privado apenas comenzaba a insinuarse en el Uruguay, Lomas de La Tahona fue más que un proyecto inmobiliario: fue un acto de fe. De fe en el territorio, en la posibilidad de habitar de otro modo, en la convicción de que la naturaleza podía ser aliada y no obstáculo del progreso.

Sobre 119 hectáreas de suaves ondulaciones, se trazaron 385 lotes de generosas proporciones —promediando los 1.100 metros cuadrados— que pronto se poblaron de casas abiertas al horizonte. Allí, el verde no fue decorado sino argumento: el primer campo de golf de La Tahona se integró a la trama urbana como un gran jardín común, un paisaje que las viviendas abrazan desde sus terrazas y ventanales, como si cada día repitiera la ceremonia del amanecer.

Desde el inicio, Lomas supo ofrecer algo más que un lugar donde vivir: propuso un modo de vida. La seguridad permanente, la portería atenta las veinticuatro horas, el transporte propio hacia Montevideo —incluido en los gastos comunes—, son apenas la base de una idea que se consolidó con el tiempo: la de una comunidad activa, saludable, participativa.

Su corazón late en el Club House, donde el Restaurante La Galería convoca a los vecinos a compartir una mesa, una conversación o una copa al atardecer. A su alrededor, los espacios recreativos componen un repertorio de bienestar contemporáneo: piscina abierta climatizada y solárium, playroom, gimnasio con aparatos Technogym, salas de pilates, spinning y yoga, spa con sauna seco, canchas de tenis, pádel y fútbol, y un centro que integra nutrición, estética y medicina deportiva.

Pero más allá de las comodidades, Lomas de La Tahona es, sobre todo, un lugar con alma. Desde su acceso por Camino de los Horneros, lindero a Cavas y Mirador de La Tahona, se percibe el espíritu pionero que le dio origen. Ese que transformó un campo casi virgen en un barrio emblemático, y que aún hoy continúa inspirando el modo de vivir de quienes eligieron llamar hogar a este paisaje.

Altos de La Tahona

El nombre lo dice todo: Altos de La Tahona se eleva sobre un terreno que parece haber sido reservado por la naturaleza para quienes buscan altura y perspectiva. Fue el segundo barrio desarrollado por La Tahona, y desde sus inicios impuso un carácter propio, distinto pero complementario a los barrios pioneros.

Sobre 50 hectáreas se distribuyen 240 lotes de aproximadamente 1.000 metros cuadrados cada uno, concebidos para abrirse al sol y al viento, para integrar la casa con el paisaje y prolongar la sensación de libertad que ofrece la altura. Aquí, el verde no es solo fondo, sino protagonista: el campo de golf de 9 hoyos par 3 se entrelaza con los jardines y espacios comunes, invitando a la vida al aire libre, al juego, a la contemplación de cada amanecer.

El barrio se completa con amenities que aseguran confort y bienestar sin ostentación: un gimnasio equipado, una piscina abierta, el Club House que convoca a los vecinos y un jardín de infantes que hace de la infancia una experiencia dentro de la comunidad. Cada elemento parece pensado para equilibrar actividad y reposo, privacidad y comunidad, paisaje y arquitectura.

Acceder a Altos de La Tahona es un viaje hacia la calma y la panorámica: cada calle, cada sendero, cada rincón invita a detenerse y descubrir la armonía de un barrio que, aun siendo joven, ya transmite la madurez de una idea que funciona. Vivir aquí no es simplemente habitar un espacio: es ocupar un lugar desde el que se mira la vida con otra altura.

Viñedos de La Tahona

Entre espejos de agua y la elegancia serena de las viñas se despliega Viñedos de La Tahona, un barrio que parece haber sido pensado para quienes buscan un estilo de vida relajado, íntimamente ligado a la naturaleza y al paisaje. Sobre 50 hectáreas se distribuyen 196 lotes de aproximadamente 1.200 metros cuadrados, cada uno abierto al horizonte y a la luz, como invitando a detenerse y respirar.

Aquí, el paisaje no es solo un marco: es protagonista. Un lago central refleja el cielo y acompaña los jardines y los viñedos que rodean cada parcela, mientras que el desarrollo enológico de la Familia Deicas añade un valor único: año tras año, en estas tierras se elabora el vino Single Vineyard La Tahona, un vino de guarda nacido del corte de Merlot, Tannat y Pinot Noir, que traduce en sabor la esencia del barrio.

Las comodidades refuerzan esta experiencia de vida pausada y completa: un club house con una cava que se abre a los viñedos, piscina abierta con solárium, y junto al club, el jardín de infantes Bunny’s Kinder, que asegura que los más pequeños también tengan su espacio de juego y aprendizaje. La seguridad es discreta pero constante, con portería 24 horas, y la ubicación permite conectarse con los barrios vecinos: Toscana, Altos y Chacras, al tiempo que mantiene la sensación de refugio y aislamiento entre el verde.

Acceder a Viñedos de La Tahona es ingresar a un territorio donde cada paso está pensado para conjugar belleza y tranquilidad, intimidad y comunidad. Vivir aquí no es solo habitar un lote, sino participar de un paisaje vivo, donde la luz, el agua, la viña y la arquitectura conversan en silencio y transforman la vida cotidiana en una experiencia digna de ser celebrada.

Toscana de La Tahona

Si los primeros barrios de La Tahona definieron la forma, Toscana se presentó como el alma: un territorio donde la elegancia se encuentra con la tranquilidad y donde cada detalle parece pensado para prolongar la sensación de bienestar. Sobre 88 hectáreas se
distribuyen 290 lotes, con un tamaño promedio de 1.100 metros cuadrados, cada uno abierto al cielo y al verde, como un pequeño escenario privado que mira hacia un paisaje común. El barrio combina la tradición de los campos de golf con la modernidad de un estilo de vida integral. Sus colinas suaves y jardines generosos se entrelazan con los espacios de esparcimiento, convirtiendo cada paseo, cada ventana, cada terraza, en un instante de contemplación. Como si la naturaleza y la arquitectura conversaran en un lenguaje silencioso, que solo los habitantes saben escuchar. La seguridad es constante pero discreta: portería 24/7, transporte propio hacia Montevideo
incluido en los gastos comunes, y servicios que aseguran comodidad y calidad de vida. La propuesta de Toscana se despliega en un abanico de amenities pensado para todas las edades: club house, restaurante, piscina abierta climatizada, gimnasio completo, spa con sauna seco, canchas de tenis, pádel y fútbol, espacios de recreación para niños y adolescentes, y programas de bienestar que integran
nutrición, estética y medicina deportiva. El acceso por Camino de los Horneros lo conecta con el resto de La Tahona, lindero a Mirador, Lomas y Altos, y ya desde la entrada se percibe la intención de este barrio: no solo habitar, sino vivir, respirar, compartir. Toscana de La Tahona es un lugar donde cada detalle cuenta, donde la vida cotidiana se eleva con la simpleza de un paisaje cuidado y la calidez de una
comunidad que crece con el tiempo.

Mirador de La Tahona

Mirador de La Tahona se alza con un espíritu joven, familiar, dinámico. Sus 51 hectáreas se disponen sobre un terreno con altura que permite vistas panorámicas hacia Lomas y Cavas de La Tahona, un marco que combina la energía de la juventud con la calma del paisaje que ha caracterizado a La Tahona desde sus inicios.

En sus 281 lotes de aproximadamente 1.000 metros cuadrados cada uno, la vida cotidiana se despliega con naturalidad. Este barrio, ideado para un público joven, se ha consolidado rápidamente, no solo por la calidad de sus viviendas, sino por la propuesta integral que invita a convivir, compartir y crecer en comunidad. Una plaza de recreación y juegos para niños completa el escenario, ofreciendo un espacio donde la infancia puede desplegarse entre risas y aventuras al aire libre.

Las comodidades refuerzan la vida activa y social del barrio: un club house con barbacoa, piscina abierta, canchas de fútbol y voleibol, espacios que transforman el tiempo libre en una experiencia colectiva. La seguridad es discreta pero constante, con portería 24 horas, asegurando tranquilidad a todos los residentes.

Acceder a Mirador de La Tahona es descubrir un barrio que combina altura y cercanía, energía y serenidad, intimidad y comunidad. Cada calle, cada lote, cada sendero transmite la promesa de un lugar donde vivir no es solo ocupar un espacio, sino disfrutar de una vida plena, rodeado de paisaje, familia y amigos.

CHACRAS DE LA TAHONA
Grandes terrenos, vida en contacto con la naturaleza

Caminar por Chacras de La Tahona es descubrir un modo de habitar distinto, donde la amplitud del terreno parece prolongar la mirada y la respiración. Con 119 hectáreas que se extienden con generosidad, y 385 lotes que oscilan en torno a 1.100 m², el barrio ofrece la rara combinación de libertad y seguridad, de naturaleza intacta y confort cuidado. Cada hogar se inserta en un paisaje agreste que no se somete a la urbanización, sino que la acompaña, y en ese diálogo se encuentra el verdadero lujo: vivir en contacto pleno con la tierra.

Los olivos, plantados con la paciencia de generaciones, producen un aceite propio que es más que alimento: es recuerdo, tradición y vínculo con la tierra. La huerta orgánica aporta sabor y vida, un gesto cotidiano que conecta a los habitantes con el ritmo de la naturaleza y con la satisfacción de lo propio. Cada árbol, cada surco, cada sendero parece susurrar historias de un tiempo distinto, donde el amanecer no es solo luz, sino promesa de días largos y serenos.

Chacras de La Tahona no es solo un barrio: es un refugio, un espacio donde el paisaje acompaña la vida, donde la ciudad queda a lo lejos y cada jornada se despliega con la amplitud de un paisaje pensado para el hombre y la naturaleza. El acceso por Camino de los Horneros, en la entrada principal de Viñedos de La Tahona, anuncia ya el tono de la experiencia: aquí, cada llegada es un recordatorio de que se puede vivir con el aire, la luz y la tierra como compañeros.

CAVAS DE LA TAHONA
La fusión de lo mejor de La Tahona

Cavas de La Tahona se presenta como un territorio donde la experiencia acumulada en los barrios de la zona se condensa en un solo lugar. Sus 63 hectáreas despliegan 318 lotes que oscilan entre 900 y 1.300 m², cada uno pensado para alojar viviendas que dialogan con el paisaje, con la luz y con la naturaleza que parece abrazarlo todo. Diseñado por el arquitecto Federico Armas, Cavas no es solo un barrio: es un acto de armonía, una síntesis de lo que La Tahona ha aprendido sobre cómo vivir bien, con amplitud, privacidad y cercanía a lo esencial.

El entorno es un lienzo vivo: espacios verdes que respiran, viñas que se extienden con precisión, lagos que reflejan cielos en constante cambio. Alrededor, la vida deportiva y recreativa encuentra su lugar: caballos que cruzan los prados del programa hípico CECADE, canchas de polo y equitación, y, al otro extremo, la vasta cancha de golf de Lomas de La Tahona. Cada paso es un encuentro con el paisaje, cada paseo, una lección sobre la tranquilidad que solo la naturaleza bien integrada puede ofrecer.

Los amenities consolidan la experiencia: un club house que se convierte en centro de vida social, piscina abierta que refleja el sol, gimnasio, canchas de pádel y tenis, y hasta un jardín de infantes donde los más pequeños comienzan a descubrir la libertad de crecer entre verde y aire puro. Cavas de La Tahona no es solo un lugar para vivir: es un espacio donde la arquitectura, la naturaleza y la vida cotidiana se encuentran con exactitud, con cuidado y con un toque de magia que convierte lo cotidiano en extraordinario.

Ubicado con acceso privilegiado y rodeado de lo mejor de La Tahona, Cavas es la promesa de un estilo de vida completo, donde cada jornada se abre con la sensación de estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado, respirando un aire que solo aquí sabe a libertad, amplitud y pertenencia.

TAHONA VALLEY
Donde el trabajo se hace paisaje

Hay lugares donde el tiempo parece deslizarse con otra cadencia, y Tahona Valley es uno de ellos. Cada mañana, al llegar, uno atraviesa un umbral invisible: la ciudad queda atrás, sus bocinas y sus luces se disuelven como niebla, y frente a los ojos se extiende un verde intenso, un espacio donde los viñedos se alinean con precisión ancestral, los olivos guardan secretos de siglos y los caballos galopan con la elegancia indiferente de quien no conoce el reloj.

Trabajar aquí es aprender a detenerse sin dejar de avanzar. Es escuchar el canto de los pájaros mientras la mente se ocupa de los correos electrónicos; es tomar un café en la terraza y descubrir que respirar aire de campo puede ser un acto de lujo cotidiano. Se levanta la mirada y la naturaleza responde: los cielos amplios, las sombras largas de los árboles, la ondulación de las hojas al viento… todo conspira a favor de la concentración y, sin embargo, de la pausa.

Tahona Valley no es solo un espacio físico: es un gesto audaz en medio de barrios consolidados, una propuesta inexistente en la zona, una arquitectura que dialoga con la luz, con el paisaje, con los que trabajan en ella. Cada edificio no es un cubo de hormigón, sino un testimonio de que la productividad puede crecer al ritmo de la naturaleza, y que la tecnología y el diseño pueden convivir con la calma.

Se camina entre viñedos antes de iniciar la jornada; se almuerza al aire libre, y las terrazas ofrecen panorámicas que parecen inventadas para la meditación. Tahona Valley enseña a comprender que el trabajo no siempre exige prisa, que cada reunión, cada llamada, puede convertirse en un acto en armonía con la vida que lo rodea.

Los proyectos se adaptan como piezas de un rompecabezas: estructuras desde 700 m², con dos niveles y rooftop, flexibles, pensadas para crecer al compás de cada empresa. Certificación LEED, sostenibilidad, inversión con beneficios fiscales… pero por sobre todo, un compromiso silencioso: que cada construcción respete el ritmo del día, el ciclo del sol, la respiración del viento entre los árboles.

Camino de los Horneros marca la llegada y la conexión, y a pocos minutos, el programa CAMPO de La Tahona recuerda que esto no es solo arquitectura: es paisaje, es vida. Caballos que cruzan la luz de la tarde, huertas y granjas que enseñan paciencia, lagos que reflejan el cielo y viñas que parecen extender sus brazos en saludo. Y un art walk donde cada paso transforma lo cotidiano en paseo, y cada paseo en descubrimiento.

Tahona Valley enseña algo más que productividad: enseña que se puede trabajar sin perder la mirada del horizonte, que la naturaleza no es obstáculo sino compañera, que la ciudad puede quedar atrás sin que la vida quede atrás también. Es un lugar donde el tiempo se aprende a vivir de otra manera, donde cada jornada se siente completa, plena, y respirando el aire que solo un campo en el corazón de la ciudad puede ofrecer.

CAMPO DE LA TAHONA
El amenity de los barrios

Hay lugares donde la vida parece deslizarse con otro ritmo, y Campo de La Tahona es uno de ellos. Aquí, la naturaleza no es un fondo, sino protagonista: caballos que cruzan los prados con la nobleza de los antiguos dueños del tiempo; huertas que despiertan cada día con un aroma que recuerda la paciencia; una granja donde los animales y los niños se reconocen en complicidad silenciosa; lagos que reflejan cielos amplios, viñas que trepan hacia el sol, y un arte que se despliega en cada rincón como un guiño inesperado. Cada salida se transforma en paseo, cada paseo en descubrimiento.

Y una vez al año, la tierra ofrece su celebración: la vendimia, la cosecha de los olivares, rituales de sabor y color que convocan a la familia, a los amigos, a la comunidad. Es un tiempo donde la vida se ralentiza, donde se aprende a mirar, a tocar, a escuchar el pulso de lo natural. Cada evento es una ceremonia, cada instante un recordatorio de que habitar este paisaje es más que vivir: es pertenecer.

Campo de La Tahona no es solo un amenity: es un refugio de sentidos, un lugar donde los límites entre lo urbano y lo rural se disuelven, y donde la naturaleza, generosa, invita a descubrirla una y otra vez.

FOTOGRAFÍAS SILVESTRE

 

 

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