La altura como diálogo. Proyecto UMA

Hay lugares en la ciudad donde el tiempo no avanza en línea recta, sino que se repliega sobre sí mismo como una cinta elástica. En el límite entre el Centro y Barrio Sur —ese borde donde Montevideo deja de ser la ciudad republicana y se convierte en la ciudad vivida, con su rumor de pasos y balcones—, se levanta el edificio UMA. No irrumpe: dialoga. No impone: interpreta. Se erige como un gesto que intenta reconciliar dos tiempos, dos maneras de entender la urbe y su escala. El Centro es, quizás, el escenario más complejo de esa conversación. Allí conviven las huellas del esplendor y las señales de una modernidad que busca no traicionar su memoria. En cada manzana late la coexistencia de lo antiguo y lo nuevo: la exuberancia del eclecticismo, las tracerías del modernismo, las geometrías verticales del déco y la sobriedad racionalista que llegó como promesa de futuro. Ese mestizaje arquitectónico no es caos, sino continuidad; no es contraste, sino la manera que Montevideo ha encontrado de afirmarse en su diversidad. Y en el corazón de esa trama late la Avenida 18 de Julio, eje simbólico de la ciudad y de la República. Allí se celebra y se protesta, se despide y se reencuentra. Es el escenario donde la arquitectura se vuelve teatro cívico, donde las fachadas no son solo muros, sino telones que enmarcan la historia colectiva. Reafirmar ese eje no es cuestión de urbanismo: es un acto de identidad. Volver al Centro, densificarlo, resignificarlo, es volver a reconocernos en nuestra propia escala. El edificio UMA participa de esa voluntad. Ocupa un terreno donde una antigua casa de valor patrimonial aguardaba, silenciosa, su destino. El proyecto no la reemplaza: la rescata. Acepta su presencia como punto de partida, la conserva como memoria tangible, y a partir de ella crece hacia arriba, con una altura que no desafía, sino que complementa. Entre la casa y la nueva estructura se abre una plaza, un vacío fértil, un espacio de convivencia que amplía las posibilidades de la vivienda tradicional y transforma lo que antes era clausura en respiración urbana. Esa plaza intermedia —ni pública ni privada, sino algo entre ambas— es quizás el gesto más contemporáneo de UMA. Representa una nueva sensibilidad hacia la ciudad, donde la densificación no equivale a saturación, y la altura se entiende no como exceso, sino como equilibrio. Subir en Montevideo no significa escapar del suelo: significa prolongar su vida hacia el cielo, construir continuidad en la vertical. En la escala uruguaya, la altura siempre fue un dilema moral antes que técnico. ¿Hasta dónde crecer sin perder la medida humana? ¿Cómo levantar un edificio que mire a los ojos de su entorno sin avergonzarlo ni eclipsarlo? UMA responde con una lección de mesura: crecer puede ser también una forma de respetar. Allí donde el Centro aún late con su rumor de épocas superpuestas, este edificio parece recordarnos que la arquitectura no es una lucha entre lo viejo y lo nuevo, sino una conversación entre ambos. Que toda altura que valga la pena es aquella que, al mirar desde arriba, no olvida de dónde viene.

Arquitectura: Nuestro Estudio

Equipo de proyecto: Arq. Williams Dos Santos – Arq. Santiago Cazales – Arq. Diego Varini

Desarrolla: Lockhart

Imágenes: Juan Diego Gomez – Goma.viz

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