Por Pablo Roquero y Fabrizio Devoto Guzzini
Hay palabras que, en arquitectura, parecen contener un deseo antes que una forma. Fusione es una de ellas. En ella resuena la idea de encuentro, de mezcla, de aquello que no se define por los límites sino por las transiciones. El Edificio Fusione, en Carrasco Norte, nace de ese impulso: reconciliar lo que la ciudad suele mantener separado —la vivienda individual y la colectiva, la calle y el jardín, la vida privada y la experiencia compartida—.
El proyecto se levanta en un territorio de casas bajas y jardines generosos, donde el aire aún conserva algo de la calma suburbana. Allí, donde la altura suele verse con recelo, los arquitectos ensayan un modelo diferente: no una torre que interrumpe, sino una secuencia que se integra. La altura, en Fusione, no se mide en pisos sino en transiciones. Cada nivel es una variación sobre un mismo tema: cómo vivir entre el verde y el umbral.
El corazón del proyecto es una reinterpretación de la “calle corredor”, esa vieja invención urbana que unía lo público y lo íntimo, lo común y lo propio. Aquí, se convierte en un vacío central cubierto que respira, una plaza interior donde convergen los accesos, las circulaciones y, sobre todo, las miradas. No es un pasillo ni un patio, sino un lugar de encuentro: un espacio que propone comunidad sin imponerla. Desde allí, los vacíos se abren hacia el paisaje, y el edificio se disuelve en una red de relaciones visuales, de sombras y reflejos.
La volumetría se pliega con inteligencia al entorno. Un cuerpo bajo de dos niveles dialoga con la escala doméstica de la calle; otro, más profundo, zigzaguea en tres niveles hacia el interior del lote, buscando la luz como quien busca conversación. Así, cada unidad encuentra su propio horizonte. Las townhouses viven entre dos tiempos —el suelo y la terraza—; los apartamentos se despliegan en un solo plano, serenos; y los penthouses ascienden hacia la intimidad del cielo, donde las terrazas se transforman en jardines suspendidos.
El subsuelo, casi oculto, unifica el conjunto: estacionamientos, accesos, infraestructuras que laten bajo tierra como raíces de un árbol urbano. Pero es en la superficie donde el proyecto declara su verdadera ambición: experimentar con nuevas formas de habitar, donde la naturaleza no es un decorado sino un socio. Cada fachada, cada retranqueo, cada balcón responde a esa lógica de fusión: entre la ciudad y el jardín, entre lo propio y lo común, entre el adentro y el afuera.
Fusione no busca sobresalir en altura, sino en intensidad. En un país donde la escala urbana todavía respira a ras del suelo, este proyecto plantea una hipótesis posible: que la altura no está en los metros, sino en la capacidad de elevar la experiencia del habitar.
EQUIPO: PABLO ROQUERO, FABRIZIO DEVOTO GUZZINI,
ROSINA CORTEGOSO (COORD.), MATÍAS CHELLE, VICTORIA FEO,
ISABELLA MATO, CAMILO MÉNDEZ, SOFÍA STOCCO
DESARROLLA ESTUDIO LECUEDER Y NW
UBICACIÓN CARRASCO NORTE, MONTEVIDEO












