Ubicada en el barrio San Nicolás, esta casa surge a partir de un desafío similar al de a otros proyectos del estudio: proyectar una casa con un lenguaje moderno, audaz y con carácter propio. Desde el primer gesto, la propuesta busca reinterpretar la escala de la vivienda tradicional, apostando por espacios amplios, integrados al exterior y conectados con el jardín y la piscina.
Desarrollada en dos niveles, la planta baja concentra las áreas sociales y el parrillero, que se vinculan de manera fluida con la galería, el jardín y el sector de piscina. Las grandes carpinterías corredizas de aluminio, de piso a techo, permiten una apertura total, borrando los límites entre adentro y afuera.
El diseño volumétrico se organiza a partir de dos franjas horizontales —de unos 40 cm de alto— que recorren toda la casa: nacen en la fachada principal, se extienden por los laterales y terminan envolviendo el área de dormitorios y el volumen del parrillero. Estas líneas, que se perciben como molduras o fajas estructurales, generan una continuidad visual fuerte y le dan unidad al conjunto, además de marcar el ritmo compositivo de la arquitectura.
Entre estos elementos y el volumen superior se genera una separación visual que ayuda a aligerar la masa construida. En el extremo de esta estructura, unos parantes verticales aportan privacidad a la suite de invitados, filtrando la luz y generando un juego de sombras sutil. La cubierta verde que corona este volumen termina de integrarlo al paisaje, aportando frescura y una cuota de sostenibilidad al proyecto.
El muro de piedra que divide el jardín funciona como contención visual y sonora, reforzando la idea de intimidad sin cerrar del todo el espacio. La madera, presente en revestimientos y terminaciones, aporta calidez y contrasta con la limpieza del resto de los materiales.
Este es un proyecto que apuesta a lo contemporáneo sin perder sensibilidad. Una casa pensada para ser vivida hacia afuera, donde la forma, el ritmo y la luz construyen una experiencia que fluye entre líneas rectas y naturalezas domesticadas.
Fotografías Santiago Chaer y Juan Nin
