El mundo del caballo, un mundo mejor. CECADE La Tahona. Analía Oyenard

Hay territorios que no se construyen: simplemente se revelan. Lugares donde la naturaleza parece reservar un pliegue secreto para que ciertos sueños encuentren su sitio y sus ejecutores. Las seis hectáreas que hoy ocupa CECADE en CAVAS de La Tahona son una prueba casi literaria de ese destino. Uno llega y lo invade una extraña sensación de pertenencia: como si ese rincón del campo hubiese estado esperando que alguien, con suficiente convicción, lo despertara. En la superficie, todo impacta: los grandes galpones de madera tratada, coronados por techos de chapas; instalaciones de primer nivel, continuo la pista de arena de alta performance, pista verde donde se desarrollan las competencias hípicas, la pista de escuela colmada de niños con cara de felicidad, los cuidadores en los galpones conduciendo caballos que avanzan con la tranquila altivez de quienes saben que ese escenario magnífico fue hecho y pensado en gran parte para ellos. Pero debajo de esa primera impresión hay algo más intenso, más profundo, más humano: la historia de una mujer que convirtió una pasión infantil en un universo, y la de un hombre que entendió que esa pasión podía encajar —y potenciarse— en el proyecto mayor de La Tahona. Porque el mundo de CECADE es, antes que nada, el mundo de Analía Oyenard. Una mujer criada entre caballos, riendas y monturas, su padre, testigo cómplice de esa vocación irracional, decidió fundarle en el año 1990 CECADE con trece boxes al comienzo y multiplicarlo por 5 su capacidad a lo largo de los 30 primeros años como pensionado para caballos propios y ajenos. Nadie imaginaba que esa semilla daría lugar a una institución ecuestre que hoy forma parte del ADN deportivo del Uruguay. Analía no dirigió CECADE: sino que lo soñó con la pasión que le pone a diario en ese lugar maravilloso que se incorporó a la estructura de la Tahona. Lo vivió con la intensidad de fe. Allí donde otros ven madera, arena o posturas, ella 102 veía potencial, armonía, orden natural. Se observa un caballo tras otro, en los boxes, en los corrales, zainos, tordillos, alazanes hasta llegar a los 68 caballos que viven en el escenario más épico y real, los caballerizos que comprenden y atienden las necesidades de cada uno de los alojados en ese centro hípico tan pensado. Pero los sueños grandes necesitan aliados igualmente grandes. Y cuando CECADE abandonó su casa en Carrasco, cuando el desafío de crecer y multiplicar su influencia se volvió urgente, apareció la figura serena, estratégica y visionaria de Francisco Añón, desde La Tahona. Francisco entendió algo que pocos intuyen con claridad: que el desarrollo no es solo urbanizar sino crear comunidad, encender relatos, sumar talentos que expandan el sentido de un territorio. Y CECADE, con su impronta, su prestigio, su tradición y ese magnetismo singular que irradian los caballos encajaba en el espíritu de La Tahona casi como si hubiese estado predestinado desde el principio. Entre Analía y Francisco se dio una alianza que no suele abundar en el mundo de los proyectos: una alianza de convicciones. Ella aportó la pasión, el conocimiento y la experiencia y él, la visión territorial, la infraestructura, la capacidad de proyectar un horizonte más amplio. Y así CECADE renació en LA TAHONA no como un club trasladado, sino un organismo nuevo, más grande, más completo más ambicioso. Hoy las cifras-73 boxes, 200 personas circulando y trabajando a diario, 125 alumnos en la escuela, esos niños justamente que descubren que el miedo puede domesticarse. CECADE no es ya una institución únicamente, sino que es un territorio emocional donde se forma gente, se educa sensibilidad y se enseña de manera silenciosa que la relación entre un animal y un ser humano puede ser una de las más nobles formas ANALÍA OYENARD FOTOGRAFÍA AYD de inteligencia. Y ahora instalado en LA TAHONA, el club quiere mirar más lejos: abrirse a eventos internacionales, integrar a la comunidad de los barrios, pero también trascenderlos, ser un punto donde la equitación no sea un privilegio sino cultura, conocimiento, experiencia compartida. Porque en el fondo-y aquí vale una reflexión final CECADE no es un lugar donde se aprende a montar. Es un lugar donde se aprende a ser. Los caballos enseñan que la vida a veces se olvida, que el coraje es un equilibrio, que la fuerza necesita dirección, que la belleza se revela en la disciplina, que la confianza no se impone, sino que se conquista día a día. Y quizás eso explique su permanencia, su magnetismo, su capacidad de convocar generaciones y culturas distintas. Analía lo sintió y lo entendió desde niña y Francisco lo entendió al verlo. Y finalmente el territorio de la Tahona lo adoptó como parte escénica de su identidad. Porque ciertos sueños; los verdaderos no se imponen se reconocen. Y cuando se los reconoce crecen, crecen y crecen con un destino marcado que parece escrito antes de comenzar.

Fotografías Silvestre

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