El edificio como ciudad. Ziel de Ixou

Todo proyecto verdaderamente urbano comienza por un acto de comprensión. Antes del trazo, antes del plano, antes incluso de la idea formal, está el gesto de escuchar la ciudad. En este caso, el diseño nació del entendimiento de Montevideo —sus ritmos, sus contradicciones, su melancólica elegancia— y, más específicamente, del carácter particular de Punta Carretas, ese barrio donde el rumor del mar se mezcla con el murmullo de los cafés, las plazas y las conversaciones bajo los plátanos.

El trabajo conjunto entre MVRDV, IXOU y Monoblock permitió mirar con varios ojos al mismo territorio, reunir perspectivas y sensibilidades distintas hasta alcanzar una comprensión profunda del sitio. De esa colaboración surgió una arquitectura que no impone un gesto extranjero sobre la ciudad, sino que dialoga con ella; que introduce innovación sin renunciar a la pertenencia, que mira al futuro sin olvidar la voz del suelo que pisa.

El edificio se organiza en torno a un gran patio central, verdadero corazón del conjunto, donde la luz, el aire y la vegetación convergen en una suerte de respiración común. Desde ese vacío interior, el edificio se ilumina hacia adentro, se ventila, se oxigena, se humaniza.
Este patio no es un gesto decorativo: es un manifiesto. Propone una manera de vivir donde la naturaleza y la arquitectura se entrelazan en un único organismo, donde lo doméstico y lo público se tocan sin invadirse.

Cuatro parques elevados —en los niveles 2, 4, 6 y 8— prolongan esa idea verticalmente. Son terrazas habitadas, oasis suspendidos que conectan con el patio central y multiplican la luz y el aire hacia los pisos más bajos. Pero además de su función ambiental, esos parques cumplen un papel social: son los lugares donde los vecinos se encuentran, donde la arquitectura se convierte en comunidad. Allí, el edificio deja de ser una suma de departamentos para transformarse en una forma de convivencia.

El proyecto integra soluciones activas y pasivas que mejoran el desempeño ambiental: paneles solares en medianeras y cubierta; ventilación cruzada a través del patio; sombras generadas por la propia volumetría; y una densa presencia vegetal que filtra el aire, atenúa el calor y devuelve humedad al ambiente. La forma no solo responde al clima: lo interpreta, lo transforma, lo hace habitable.

En planta baja, el edificio prolonga la topografía verde del parque Villa Biarritz: el suelo público se extiende hacia adentro, borrando el límite entre ciudad y edificio. Allí se ubican dos espacios abiertos al barrio —un restaurante y un local comercial multipropósito sobre la calle Vázquez Ledesma— que fortalecen la vida urbana y disuelven la frontera entre lo privado y lo común. El proyecto no se limita a insertarse en su entorno: lo mejora. Su porosidad favorece la circulación del aire y la entrada de luz en las viviendas vecinas; el peatón, desde la vereda, puede vislumbrar la profundidad del conjunto, sentir que el edificio respira. Los parques elevados, visibles desde el exterior, se convierten en pequeñas escenas urbanas, en miradores verdes que devuelven vitalidad al barrio.

El terreno, en la intersección de José Vázquez Ledesma y Juan Benito Blanco, representa uno de los últimos solares disponibles con vista directa al parque Villa Biarritz. Su condición de esquina le otorga una visibilidad excepcional, tanto desde la Rambla como desde los paseos interiores del barrio.

Frente a ese parque que actúa como corazón verde del vecindario —donde cada fin de semana la feria convoca a la ciudad entera en un ritual de encuentro y conversación—, el edificio se erige como una prolongación de ese espíritu colectivo. No se encierra en sí mismo: abre sus patios, sus terrazas, sus transparencias, para devolver a Montevideo una arquitectura de aire, de luz y de vida compartida.

 

 

EQUIPO DEPROYECTO PROYECTISTAS:  MVRDV

DOCUMENTACION EJECUTIVA: Estudio Monoblock (Argentina)

EQUIPO IDENTIDAD DE PROYECTO: IXOU (Uruguay)

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