Diego Montero en Mozambique

La Arquitectura ha sufrido del exceso de información y la globalización, que tanto bien hace a todas las disciplinas humanas, se ha enseñado notablemente con esta. Tanto como para que hoy los arquitectos que además son autores, destaquen especialmente en el paisaje de las principales ciudades del mundo. Hablar de arquitectura vernácula resulta cada vez más difícil. ¿Cómo abstraerse de la influencia de los materiales que han adquirido condición universal?, ¿Cómo escapar a los modelos que se convierten en referencias y resultan tan fáciles de replicar?. Entre los pocos ejemplos que nosotros descubrimos en la comarca aparece el arquitecto Diego Montero con su obra, a la que si bien resulta difícil encasillar en un estilo, posee la condición singular en el señalado contexto de integrarse al paisaje de una manera distinta, particular. Notamos en ella un gesto de aproximación hacia lo vernáculo que surge de la comprensión del fenómeno cultural de quienes luego habitan sus obras, del paisaje que eligen y, por supuesto, también de sus posibilidades económicas. En esas vueltas que tiene la vida, a Diego Montero le tocó en suerte el desafío de proyectar y construir para una zona muy especial en la costa de Mozambique. Así, durante un par de años vivió con puntualidad inglesa la aventura mensual de viajar hacia el continente negro para proyectar y luego dirigir la construcción de obras para habitantes sudamericanos y euro9peos que le encargaron casas de descanso en ese particular destino. Si los viajes son un aprendizaje, los emprendidos por Diego Montero hacia el África Negra son una gran aventura, aprendizaje de vida.

“…que raro es ser sudamericano y tener que interpretar el lugar y lo que debiera construirse allí desde nuestro punto de vista, anarco-demócrata y contemporáneo del cono sur¡. Creo que interpreté por un lado el primitivismo del lugar, luego de leer un paisaje dominante, muy fuerte, determinante. Para ello diseñé tomando en cuenta las posibilidades que con contaba. Esto es, por un lado el paisaje, el clima, las necesidades de mis habitantes y por otro, las posibilidades de hacer, las constructoras blancas, semi militares, en manos de ex rodesianos y con mano de obra negra, mano de obra con gran orgullo por el trabajo. Trabajé con quinchado res de Zimbawe y agregué falsa caoba, esto es integré dos mundos, pero siempre con la preocupación de respetar el lugar, su origen, tradición y trascendencia.

Fotografías Estudio Diego Montero

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