Diálogo entre el relieve y la luz. Arquitectas Berthet, Méndez y Taranto

Hay barrios que no se limitan a urbanizar un terreno: reinventan el modo de habitarlo. San Nicolás es uno de esos lugares. No se organiza en manzanas ni repite el automatismo de lo previsible: ondula, serpentea, se escurre entre árboles antiguos y prados como si el trazado hubiera sido dictado por el azar caprichoso de la naturaleza. En este entorno generoso y verde, sobre un padrón esquina de mil cuatrocientos diez metros cuadrados, se erige una residencia que no se impone, sino que dialoga.

El proyecto —obra del estudio Berthet-Méndez-Taranto— nació como respuesta a una pregunta urbanística: ¿cómo construir en una esquina sin quedar expuesto, sin traicionar la intimidad que toda casa desea preservar? La respuesta fue una volumetría serena y precisa: dos tiras perpendiculares que se retiran de las calles y dejan libre, en la intersección, un jardín soleado, con la piscina orientada al Noroeste. La casa se pliega así sobre sí misma, evitando el protagonismo urbano, y devuelve al peatón una continuidad visual verde suavemente descendiente que enriquece la experiencia del barrio.

El acceso lateral no es un recurso casual: es parte de la dramaturgia del recorrido. Un sendero de losas de hormigón escoltado por una jardinera exuberante conduce hacia una fachada lateral que se impone como la verdadera entrada. Hay allí una composición rítmica de aberturas, aleros de alucobond negro, ángulos vidriados que dialogan entre sí. El hall de acceso, a doble altura, es un espacio que se ve desde la calle y que al ingresar se abre, como un abanico, hacia múltiples escenas: el living con vistas hacia la piscina, un olivo que actúa como ancla visual, la escalera que asciende con elegancia, una cava para quinientas botellas que insinúa el culto hedonista del buen vivir.

Toda la casa responde a un principio: la permeabilidad. No se trata solo de abrir ventanas, sino de pensar el espacio como una secuencia continua entre interior y exterior. Pérgolas con glicinas, galerías pensadas para desayunar al sol, un estar exterior como prolongación de la barbacoa: la arquitectura aquí no es límite sino umbral. Cada espacio techado o semicubierto actúa como membrana entre lo doméstico y lo natural. La luz —esa materia prima invisible— cambia a lo largo del día y del año, y fue tratada como protagonista desde el inicio. Las orientaciones fueron cuidadosamente distribuidas: Oeste y Norte para el estar, Este para cocina y servicios, ángulos vidriados para el playroom y una vista siempre abierta hacia un jardín que desdibuja todo límite con los padrones vecinos. La planta baja despliega también una colección de placeres discretos: barbacoa abierta hacia un estar exterior techado, área de juegos, baño para uso exterior, piscina, fire pit entre árboles centenarios. Hay incluso una canchita de fútbol escondida, sumergida al nivel de la vereda, como un secreto lúdico del paisaje. En el ala derecha, los espacios de servicio —lavadero, suite de servicio, garaje cerrado y una cochera abierta— concluyen en un gesto inesperado: una huerta desbordante plantada sobre la cubierta, que convierte un deseo práctico en acto poético. En planta alta, cuatro suites ordenan la vida íntima. La principal, generosa y orientada a la esquina, cuenta con vestidores y baño compartimentado. Las tres restantes, pensadas para los hijos, retoman el juego de ventanas en ángulo y conservan la amplitud, la luz, el silencio. Aquí también la arquitectura evita el énfasis y prefiere la armonía.

Los materiales responden a un principio de sobriedad sofisticada. Colores arena dominan los paramentos y se continúan en los interiores. Aberturas de PVC negro de altas prestaciones contrastan con paredes claras; carpinterías interiores laqueadas desaparecen en el muro. Los pisos de madera rubios, en formato de ingeniería, aportan calidez; el porcelanato en cocina, barbacoa y exteriores retoma la paleta, manteniendo la coherencia cromática.

La piedra, usada con mesura, marca momentos clave: las estufas a leña, la jardinera del acceso, el remate del baño exterior. Las fachadas, terminadas en Quimtex levemente texturado, se coronan con pretiles forrados en alucobond negro, acentuando la horizontalidad de la composición. Esa horizontalidad no es solo una decisión formal: es la estrategia para que una residencia de seiscientos setenta metros cuadrados no se imponga al barrio, sino que se funda en él con la humildad sabia de las casas bien pensadas.

PROGRAMA. RESIDENCIAL, BARRIO PRIVADO
PROYECTO DE ARQUITECTURA: ESTUDIO BERTHET- MÉNDEZ-TARANTO
ESTRUCTURA: INGS. MARELLA-PEDOJA
SANITARIA: ING. ALEJANDRO CURCIO
ELÉCTRICA, ILUMINACIÓN Y AFINES: ING. LIGUORI Y ASOCIADOS
TÉRMICO: ING. LIGUORI Y ASOCIADOS
AGRIMENSURA: ING. GABRIEL BARREIRO
PAISAJISMO: RAÍCES
EMPRESA CONSTRUCTORA: DOM+ CONSTRUCCIONES
FOTOGRAFIA: NICO DI TRAPANI

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