Es como un palacio de cristal, con transparencias imponentes enmarcadas por finas líneas de material que exaltan aun más la liviandad pretendida. El edificio se impone visualmente a la ruta 10 y ya integra el paisaje de modo tal que opera como referencia. El volumen se dispara a partir de un eje central marcado por dos patios, uno de acceso y otro interno, y articula volúmenes fuertemente marcados por las referencias de transparencias y líneas rectas.
En la planta baja, los espacios se ocupan de las actividades sociales y en la planta alta el despliegue de las áreas íntimas acapara las visuales sobre la costa y, en la fachada posterior, sobre los bosques. El patio central, con vistas dominantes hacia el océano y la piscina, oficia de articulador. Una piscina como espejo de agua contribuye a ese clima tan particular que tiene este patio interior – exterior y marca la simetría del proyecto, anunciando al mismo tiempo el tratamiento de todas las texturas y materiales empleados en la construcción. Los revoques, los pisos interiores en cementos, hacen que la gama de colores y texturas manejados varíen para caracterizar y destacar cada sector, sin perder la continuidad cromática de la propuesta arquitectónica. Sorprenden la escala y el juego de líneas que marcan la idea de Daglio.
Fotografías José Pampín y Nico di Trápani