El proyecto se erige en un entorno rural, donde la belleza del paisaje se despliega en su máximo esplendor. La visión de esta es crear una conexión armoniosa entre la arquitectura y el entorno natural. De esta forma, se dio vida a un diseño que se adapta a la topografía, tomando inspiración en la expansión del paisaje rural que ofrece generosas vistas y numerosos cuerpos de agua.
La casa se organiza en torno a un núcleo central desde el cual se extienden alas independientes que se conectan en batería, conformando una única estructura. El corazón de esta vivienda incluye el área social, la cocina y el hall principal, todos ellos integrados en un ambiente continuo y luminoso. A partir de este espacio central, las alas se desprenden hacia ambos lados, albergando áreas dedicadas a la vida privada de la casa.
Una de estas alas alberga un dormitorio en suite con vestidor, mientras que la otra cuenta con dos dormitorios también en suite y un espacio destinado a un escritorio. La disposición de la vivienda se ha diseñado para fomentar la interacción y el compartir, al mismo tiempo que se respetan los espacios íntimos de la vida cotidiana.
La arquitectura se ve enriquecida por la creación de patios que actúan como vínculos visuales y funcionales. Estos espacios al aire libre rompen la continuidad de los volúmenes, introduciendo áreas verdes en la estructura. Los techos volados, que se extienden sobre las estructuras, aligeran visualmente el conjunto y protegen del sol en verano, mientras se abren para captar la luz del sol en invierno.
La fachada norte, donde se encuentran las mejores vistas y la mayor exposición al sol, se presenta abierta y luminosa, utilizando materiales ligeros como chapa ondulada y madera para revestir las paredes exteriores, junto con vidrio. En contraste, la fachada sur se muestra más introvertida, mirando hacia la calle y se caracteriza por el uso de piedra, lo que reduce el mantenimiento y protege de los vientos predominantes.
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Redacción Diego Flores
Fotografía José Pampín