REDACCIÓN Y FOTOS ERICH SCHAFFNER
La construcción de las ciudades es un fenómeno en el que confluye una multiplicidad de actores e intereses, y ha sido objeto de evolución y transformación a lo largo de los milenios. En Montevideo, es hacia los albores del siglo XX cuando se refuerza y toma impulso el ideal de una ciudad bella y ordenada para el disfrute de sus habitantes. Es en esos tiempos cuando la producción arquitectónica local se empareja fielmente con las premisas estéticas y estilísticas imperantes en Europa, dando luz a arquitecturas nacionales de calidad notable.
La conquista del territorio, ahora urbano, que las fases de expansión y reordenamiento de Montevideo promovieron, sembró hitos y paisajes que, por sus cualidades, se constituyeron en piedras fundamentales de nuestra identidad y cultura. Esos bienes heredados, obras que hoy en su conjunto reconocemos bajo el término de patrimonio arquitectónico, componen un recurso no renovable que encapsula el origen, identidad y cultura de nuestra sociedad. Su preservación es una cuestión de importancia vital que resuena profundamente en la conciencia colectiva, tomando impulso en ámbitos del debate público y académico. Al tiempo de cambios vertiginosos que marcan la impronta de estosañosdelsigloXXI,labúsquedadecontinuidad y pertenencia cobra nuevo significado. Las ciudades, estando vivas, jamás fueron entes estáticos. Siempre se moldearon al viento del cambio. Como escenario de la vida urbana, el espacio público de las ciudades se compone como ese ámbito físico en el que la vida de sus habitantes confluye. Este escenario compartido es, sin embargo, una construcción de varias capas, que abarca lo público y lo privado. El tejido urbano que engloba este espacio de encuentro y cohesión social está mayormente caracterizado por edificaciones de propiedad privada. Sus volumetrías, formas, épocas, estilos y la manera en que estas se interrelacionan conforman y reflejan la imagen de una ciudad. En contrapartida, el uso y estado de conservación de estas construcciones, o bien su destrucción deliberada, reflejan la relación de sus habitantes con su entorno urbano. Las manifestaciones a favor de la preservación e incluso de la reconstrucción de arquitecturas pretéritas, no es un fenómeno nuevo. Algunos de los primeros registros escritos de tales acciones se remontan a la Antigüedad.
Es sin embargo, recién hacia mediados del siglo XX, que esta narrativa cobra una dimensión diferente. Las arquitecturas modernas, junto con profundos cambios geopolíticos, la densificación urbana y el desarrollo industrial y tecnológico, provocan transformaciones profundas y transgresoras en las urbes. Ciudades europeas devastadas casi en su totalidad por la Segunda Guerra Mundial, como Varsovia, Berlín y Dresde, se convierten en verdaderas tabulas rasas para la experimentación y el desarrollo de nuevas teorías urbanísticas occidentales. En el continente americano, emergen los primeros movimientos ciudadanos modernos a favor de la preservación. La demolición de la Pennsylvania Station en Nueva York en 1963, por ejemplo, desató una significativa indignación pública y catalizó el afianzamiento de la Comisión de Preservación de Monumentos Históricos de Nueva York (Landmark Preservation Commission). El primer antecedente de manifestaciones pro-preservacionistas en territorio nacional surge a raíz de los planes de demolición de la Ciudadela de Montevideo y sus murallas. Plan que concretado, despoja por siempre a la capital de esta simbólica piedra fundamental. Pero no es hasta la década de 1950 que se desata impetuoso un proceso de sustitución edilicia sobre la ciudad ya construida por generaciones anteriores. Los aires transformadores se llevan consigo las postales de la Belle Époque del otrora Balneario de los Pocitos. El paisaje costero, hasta entonces caracterizado por suntuosas residencias de filiación francesa, se torna marcadamente vertical con la construcción de los nuevos edificios de apartamentos que las vienen a desterrar. Es desde entonces y sin pausa que este proceso de sustitución edilicia ha transformado Montevideo. Pero el argumento de aquella visión del progreso pierde hoy, demostrado por la experiencia, su sustento. Desde Patrimonio Activo, asociación civil fundada en 2021 en Montevideo, se propone desmitificar esta incompatibilidad aparente entre preservación y progreso. Muy por el contrario, la preservación del patrimonio edificado sienta las bases para un mejor futuro de las ciudades. Esta visión de cómo hacer ciudad, trasciende el afán por la mera conservación de lo testimonial de otras épocas. El patrimonio arquitectónico, entendido como recurso no renovable, es además el carburante de varios motores de la economía, como el turismo. En una nueva época de economías circulares y de racionalización de recursos, debemos reconocer al pasado para marcar nuestro norte.
Turismo y Economía
El turismo cultural es uno de los segmentos más dinámicos y de mayor crecimiento dentro de la industria turística global. Montevideo, con su rica historia y su diverso patrimonio arquitectónico, tiene la capacidad de atraer a visitantes de todo el mundo. Al preservar nuestro patrimonio, no solo generamos ingresos significativos y creamos empleos, sino que también fomentamos la apreciación y el respeto por nuestra historia y cultura.
Sostenibilidad y Recursos
En una época donde la sostenibilidad y la racionalización de recursos son cruciales, la preservación del patrimonio arquitectónico de Montevideo juega un papel fundamental. La reutilización adaptativa de nuestros edificios históricos no solo conserva materiales y reduce residuos, sino que también puede ser más eficiente en términos de energía que la construcción de nuevos edificios. Este enfoque promueve una economía circular, donde los recursos se utilizan de manera más eficiente y sostenible.
El Futuro de Montevideo
El desafío para Montevideo, al igual que para muchas otras ciudades, es encontrar un equilibrio entre el desarrollo moderno y la preservación del patrimonio. Las políticas urbanas deben incorporar estrategias de preservación que no solo protejan nuestros edificios históricos, sino que también integren estos activos en la vida contemporánea de la ciudad. Desde Patrimonio Activo, se trabaja para fomentar una visión de progreso que incluya la preservación como un componente esencial. Al reconocer y valorar nuestro pasado, podemos construir un futuro más sostenible, inclusivo y próspero para todos.