Un hogar en Lagos

Cecilia Duque es interiorista, vive en Soriano y desde allí trabaja tanto en el interior como en Montevideo. La conocimos hace relativamente poco tiempo, pero desde entonces es notoria su impronta  e intensidad con la que asume su profesión.

“Soy de Montevideo. Nací y viví ahí hasta 2014, a mis 29 años, cuando decidimos mudarnos al interior junto con mi marido, quien en ese momento comenzaba el viaje de emprender. Mi familia es de clase media trabajadora, soy hija única. Desde niña siento pasión por la decoración y la armonía en los espacios, hice de mi casa mi lienzo y así nacieron mis primeras experiencias. ¡Recuerdo decirle a mi mamá cómo quería pintar y decorar mi cuarto! Sabía lo que me gustaba y lo que no desde ese entonces. De pequeña, dibujaba casas y edificios en mi tiempo libre, soñando con ser arquitecta. Llegada mi adolescencia, ya no tenía tan claro si la arquitectura era lo mío. Sentía que en parte me gustaba, pero no profundizaba en el diseño interior, que era lo que más me apasionaba. Entendía que el arquitecto se enfocaba en realizar casas, las “cáscaras”, pero yo quería diseñar hogares. Entonces la universidad ORT era la única facultad que ofrecía la carrera, así que me jugué por mi sueño y me anote en la tecnicatura. Fue ahí que conocí otro mundo. Gente de todo tipo, desafíos nuevos, todo era maravilloso para mí. Mi primera experiencia laboral la hice estando en la facultad. Fue una pasantía en Vivai, en dónde trabajé durante dos años. Formé parte del staff del local de Pocitos (ubicado en Luis A. de Herrera). Ahí comencé en Bertoni, aprendí de los sistemas operativos, gerenciales y todo lo que ese mundo implica. Diseño de interiores, pero solo referido a las necesidades a cubrir dentro de una oficina”

Uruguay tiene sus particularidades, en este sentido ser interiorista y vivir en el interior parece tener algunas aristas inconclusas, detalles que Cecilia ha debido de enfrentar.

“Al venirme al interior en 2014, trabajé dos años en un estudio de arquitectos. Me di cuenta que me gustaba diseñar, decorar y pensar el espacio. Meterme en los detalles, el sorprender al cliente con el resultado final. Con eso en mente me fui del estudio. En el año 2020 (con pandemia de por medio) decidí emprender y abrir mi propio estudio de interiorismo, pero sabía que no sería fácil, en primer lugar, porque estoy del otro lado del mapa, y en segundo lugar porque me sentía fuera del ruedo. Sabía y me frustraba que de mi generación de facultad no había nadie en el mercado trabajando, así que me preguntaba: “¿porque a mí me funcionaria?” Conociendo las desventajas que podría llegar a tener, decidí comenzar a ofrecer mis servicios mediante el armado de colecciones. »

Encuentra la nota completa en Revista ayd #309

Redacción Diego Flores

Fotografía José Pampín

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