Una casa abierta para una vida intima

El proyecto fue encargado por un matrimonio argentino que había adquirido terrenos en una de las zonas altas del Balneario Buenos Aires. El trabajo del Arquitecto Javier Pirez, luego de numerosas e interesantes conversaciones con sus habitantes, consistió en desplegar su talento para concebir una estructura parcialmente abierta y con una clara delimitación de las áreas íntimas de la casa. La frecuente visita de los hijos y sus familias, las reuniones con amigos y el simple placer de la permanencia en un clima distendido y fuertemente vinculado con el verde del lugar, establecieron las pautas esenciales para el trabajo de Pirez.

El resultado es una casa que se abre al paisaje selectivamente, enfocando las visuales dominantes hacia la costa y el bosque. Para ello la arquitectura toma partido de manera radical, contrastando un borde cerrado al norte con un borde abierto al sur. Toda esta geometría gobierna su terreno logrando apropiarse de las vistas inmediatas y las remotas.

Es una vivienda con tres dormitorios formales, pero también despliega pabellones a modo de refugio, logrando una habitación de huéspedes en la planta baja. El cuarto de estar es un espacio interior de siete metros de ancho, pero a través de sus vínculos con el lugar, se percibe como un gran espacio sin dominio, desde un banco de piedra en la explanada de la entrada, hasta el borde final de la piscina. La casa se levanta para lograr intimidad en su área social y poder gobernar las vistas desde el interior. Desde la calle se puede encontrar la presencia jerarquizada de la casa, pero nunca se habilitan invasiones visuales.

Encuentra la nota completa en Revista ayd#306

Redacción Diego Flores

Fotografía José Pampín

 

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