Arquitecto Matías Finocchietti
Matías se recibió en la Universidad de la República en el año 2016; tras comenzar su gesta académica en el año 2007, cuenta ya 31 años. Recorrió el mundo -en el año 2015- junto al grupo de arquitectura de su generación, destaca de su extenso viaje, Estados Unidos, los países nórdicos de europa y una experiencia notable en Japón, en dónde entre otras tantas cosas conoció, junto a otros compañeros de viaje, al reconocido arquitecto, de origen japonés, Hiroshi Hara; quién los recibió en su casa junto a sus ayudantes y dibujantes y hasta les cocinó en persona. Alto y flaco, sus amigos lo apodan “fino” en claro juego con su apellido de origen italiano, el apodo resulta fiel a su estampa. Inquieto, curioso; Matías se mueve mucho. Tras 5 años trabajando de manera muy activa en la empresa constructora Doriler S.A. –mientras terminaba sus estudios universitarios- , luego de intenso trabajo en obras residenciales y edilicias, decide independizarse y tras radicarse en punta del este, abre su estudio de arquitectura en el año 2016. Con tres obras propias ya construidas, la arquitectura de Finocchietti propone una búsqueda y seduce. Altos de la Tahona, Sierra de la Minas y la Barra rural, dan cuenta de la versatilidad de un arquitecto ciertamente inquieto.
Tras conocer, de manera accidental, al popular Alfredito Etchegaray, en una de las sucursales del querido Copiplan, café de por medio, Finocchietti terminó por llevar a cabo la obra en la Barra rural que hasta ese instante en Copiplan, era sólo un terreno con buenas intenciones. El diálogo con su particular habitante fue constante, el ante proyecto demandó horas de búsqueda e ideas que iban, venían y volvían a ir. La constante en la obra fue el cambio permanente, que proponía el habitante y atendía atentamente Matías; al extremo que en determinado momento, el arquitecto decidió desprenderse del recurso de los planos… la obra y su habitante demandaban excesiva atención y su vinculación con la obra fue total. El resultado es esta fantástica obra de hierro, madera y vidrio, de 450 metros cuadrados interiores y casi 400 metros exteriores. Se proyectó un lago con cerca de mil metros cuadrados, de espejo de agua, con forma de guitarra; siendo esta la primera aventura del profesional, el gesto resultó notable.