ESPACIO: I WANT FLATLANDS
DISEÑO: EQUIPO DE DISEÑO DE LA MARCA
COLABORADORES: SINTEPLAST / MR. PARQUET / TRIOS LIGHTING / SOPHIE
FOTOS NICO DI TRÁPANI
En esta edición de la CASA DE ARTE Y DISEÑO, BoConcept hizo algo más que instalar un living y un comedor: levantó una pequeña república del diseño nórdico, un territorio donde la sobriedad y la delicadeza no son meras virtudes decorativas, sino un modo de entender la vida. Apenas uno cruzaba el umbral del espacio, se imponía una atmósfera de serenidad casi litúrgica, como si el silencio hubiera sido convocado para oficiar la ceremonia del buen gusto. Y allí, en el centro de la pared principal, un papel pintado —discreto, preciso, casi un haiku visual— resumía la poética de la marca: la belleza como economía; la elegancia como renuncia al exceso.
BoConcept no recurre a estridencias para seducir. Sus piezas, lejos del gesto grandilocuente, se afirman en una armonía que parece natural, aunque sabemos que no hay nada más artificioso —ni más difícil— que lo natural cuando se trata de diseño. La madera clara, los tonos minerales, las curvas mesuradas que rozan la geometría sin volverse rígidas: todo hablaba de un linaje escandinavo que ha hecho de la funcionalidad un arte y del confort una forma de ética doméstica.
El living, dispuesto con la puntualidad de un pequeño escenario donde cada objeto conoce su sitio, invitaba a la contemplación. No era un espacio para la ostentación, sino para el recogimiento inteligente, para la conversación que se prolonga porque el cuerpo encuentra su manera de descansar sin renunciar a la dignidad. El comedor, por su parte, ofrecía la misma disciplina compositiva: una mesa que parecía flotar sobre su propia sombra, sillas que insinuaban la ligereza del aire, y una iluminación calculada para acariciar, no para imponer.
Había algo profundamente civilizado en esa propuesta. Un recordatorio de que el diseño —cuando es honesto— no aspira a sorprender sino a acompañar; que la belleza real es aquella que, sin llamar la atención, transforma la vida cotidiana en un pequeño acto de gratitud. BoConcept lo logra con la naturalidad del que ha depurado su lenguaje hasta convertirlo en un susurro. Un susurro, sí, pero de esos que, una vez escuchados, ya no pueden olvidarse.
