Hay intervenciones arquitectónicas que no sólo transforman un espacio: lo revelan, como si retiraran un velo que durante años ocultó su auténtica respiración. Así fue el gesto de ONFLOOR —un equipo de profesionales jóvenes, atentos, casi devotos de la precisión y el sentido— al asumir la intervención de las entradas de LA CASA DE ARTE Y DISEÑO. Su primera acción, casi quirúrgica, fue concebir una máscara que no disfrazara, sino que ordenara y engrandeciera la escala de la fachada principal, devolviéndole un orden que parecía dormido, un propósito que aguardaba ser nombrado. El ingreso principal, ahora vestido con un Súper Deck color charcoal en WPC, adquiere una sobriedad moderna, una suerte de preámbulo oscuro y sereno que prepara al visitante para el universo interior. Sobre él, la fachada respira en un siding WPC terminación Hair en color maple, una piel cálida que dialoga con la luz y la doma, como si la invitara a quedarse un instante más. El cielo raso, en siding clásico WPC color black, es la nota definitiva: un trazo firme, casi literario, que enmarca la entrada con la contundencia de una frase que no admite dudas. La entrada lateral, sobre Luis Alberto de Herrera, replica ese lenguaje, pero introduce una variación que la vuelve singular: un portón construido con alfajías en WPC clásico color teak, sección 32×32. Ese gesto mínimo —casi un guiño— le otorga identidad propia sin quebrar la coherencia del conjunto.
En la sala de conferencias, ONFLOOR extendió su mano silenciosa pero determinante. El histórico balcón fue revestido con un símil lambriz en poliestireno color beige, que lo depura sin arrebatarle su simbolismo. La entrada al salón, por su parte, se compone de placas de poliestireno enchapado en WPC color madera, terminadas con buñas exactas en aluminio negro, como si cada unión fuera una puntada que hilvana pasado y presente.
El verdadero protagonista de esta intervención, casi siempre discreto, es el WPC (Wood Plastic Composite), ese material del futuro que parece haber entendido mejor que nosotros la fragilidad del planeta. Surge de residuos plásticos reciclados, polvo de madera y fibras vegetales, y renuncia a cualquier sustancia tóxica que turbie el aire o la tierra. Se recicla, se reutiliza, vuelve a empezar: un símbolo de circularidad en tiempos donde la arquitectura busca, desesperadamente, reconciliarse con la naturaleza. Su apariencia de madera natural —pero sin sus caprichos— lo vuelve un aliado perfecto: sin nudos, sin astillas, sin deformaciones, sin la sombra insidiosa de las termitas. Resistente al agua, a la humedad, al sol castigador, al frío que muerde y al calor que sofoca, el WPC se erige como un material que no envejece, que no exige mantenimiento y que, como las buenas ideas, perdura. ONFLOOR lo emplea con la serenidad de quien sabe que el diseño contemporáneo no consiste sólo en embellecer, sino en asignar sentido. Y en cada una de estas superficies —en cada deck, cada siding, cada alfajía y cada buña— late esa convicción: la de construir un futuro más consciente, más sólido y bello.
Fotografías Nico di Trápani y José Pampín








