En Punta Carretas, donde las calles aún guardan el eco de los años cincuenta y la luz parece fluir con una lentitud que solo el tiempo sabe, se alza una casa que, hasta hace poco, parecía atrapada entre la memoria y el olvido. Estudio Cagnoli restauró su estructura, le devolvió firmeza y continuidad, pero fue Sofía Ruiz quien, desde el interior, le insufló un alma nueva. Su intervención no es decoración; es alquimia. No busca imponerse ni disfrazar lo antiguo con lo nuevo: busca hablar con la historia de la casa, sus paredes, sus pisos, sus rincones, y transformar ese relato en un espacio vivo, respirable, capaz de acoger la vida contemporánea sin traicionar el pasado.
Al cruzar la puerta principal, la luz entra como un hilo invisible, serpenteando por los ambientes, acariciando la madera, los objetos, los rincones. Las claraboyas estratégicamente situadas no son solo fuentes de luz; son ventanas hacia otro tiempo, recordatorios de que la casa ha sido testigo de vidas que la precedieron y que ahora dialogan con quienes la habitan. Las puertas de vidrio y hierro que conectan las áreas comunes permiten que la mirada viaje, que la percepción del espacio se expanda, que cada estancia respire al unísono con las demás sin perder su identidad propia.
La cocina, reinventada como corazón palpitante del hogar, se abre hacia el comedor y el cuarto de estar en un gesto que parece espontáneo, pero que es resultado de una planificación meticulosa. Allí, Sofía logra algo extraordinario: convierte lo cotidiano en ritual. Preparar un café, cortar una fruta, conversar mientras se cocina, compartir un almuerzo en familia, todo se vuelve acto significativo, casi ceremonial. El diseño integrado no solo satisface una estética contemporánea; mejora la vida, amplifica la experiencia del tiempo compartido.
Los acabados revelan su sensibilidad casi poética. Los negros profundos de la cocina y el baño social no son mera elección de estilo; son la nota que da gravedad y carácter a la casa. Contrapuestos con la calidez del nogal, crean un diálogo visual y táctil que invita a detenerse, a percibir los espacios más allá de su función. Y junto a esa modernidad audaz, el pasado retorna en detalles: un sofá Chesterfield tapizado en pana ocre, un juego de comedor heredado, objetos que guardan memoria, que Sofía integra con respeto, no como reliquias, sino como voces que enriquecen la narrativa de la vivienda. Aquí, el tiempo no se olvida; se incorpora, se escucha, se respira.
El cuarto de estar se revela como un territorio donde la vida cotidiana se encuentra con el placer. Una biblioteca diseñada a medida, tecnología discretamente incorporada, objetos de colección, un pequeño bar: cada elemento habla del entendimiento de Sofía de que el interiorismo es, sobre todo, comprensión de la vida humana, de sus necesidades y deseos, de su alegría y su sosiego. El dormitorio principal, con paredes enteladas en lino beige, texturas naturales y paletas suaves, ofrece refugio, calma, un lujo discreto que se siente más que se ve.
En cada intervención, Sofía Ruiz demuestra que el interiorismo no es una cuestión de estética; es filosofía, es manera de habitar, de transformar el espacio en extensión de la experiencia humana. Cada puerta, cada lámpara, cada objeto cuenta una historia, dialoga con la arquitectura de Cagnoli y con la vida de quienes habitan la casa. Aquí, memoria y modernidad se entrelazan, se respetan y se celebran.
Acerca de Sofía Ruiz
Egresada en 1999 de la Universidad ORT, Sofía ha construido una carrera que, después de veinticinco años, la ubica como referente ineludible del interiorismo en la región. Su Estudio no es un taller convencional: es un laboratorio de ideas, un espacio de experimentación y aprendizaje donde jóvenes profesionales y estudiantes se integran a un proceso creativo y riguroso. Residencias privadas, hoteles, comercios, oficinas: su mirada atraviesa tipologías diversas con la misma convicción: el interiorismo es una forma de pensar, sentir y vivir el espacio.
Si la arquitectura sostiene, el interiorismo enamora. Sofía Ruiz no solo transforma casas; transforma vidas, rituales, recuerdos, hábitos. Convierte cada ambiente en relato, cada objeto en memoria, cada luz en atmósfera. Y en ese trabajo, lo antiguo y lo contemporáneo no solo coexisten: dialogan, se escuchan y se respetan, porque para ella, cada espacio es una historia que merece ser contada con cuidado, sensibilidad y humanidad.
Fotografías Sofía Ruiz, Juan Nin y Estudio Cagnoli