El proyecto de esta casa suponía un gran desafío. El terreno, ubicado en la ladera de la bahía de la Solana del Mar, Punta Ballena, linda con la ruta 10. La topografía es caprichosa y en este solar ofrecía dificultades de todo tipo, pendientes inexplicables, accesos singulares. Pero la vista y el profundo conocimiento del lugar y el paisaje del lugar permitieron que el Arquitecto Samuel Flores Flores lograra no solo el mejor partido posible, sino además una suerte de “opus” en su larga obra de arquitectura orgánica. En esta casa se resumen todos los conceptos e ideas que sobre la casa el reconocido profesional ha venido desplegando a lo largo de los últimos veinte años. La escala humana del edificio, la poesía de sus formas que exhibe la total ausencia de líneas rectas, señala a esta casa como a uno de los mayores exponente de la Arquitectura Orgánica en la región. La formalización señala hacia un concepto que la aleja de las construcciones convencionales y estereotipadas. La armonía espacial se logra con el equilibrio de las partes, que conforman el todo y no con la repetición simétrica de las mismas. Al mismo tiempo se agrega la línea curva en la proyección. La espacialidad atrapada es dinámica y energizante y el resultado bastante se asemeja a una escultura de gran porte. A una escultura habitable.
El edificio se va “armando” lentamente, jugando con el desfasaje de sus muros que contienen al espacio de modo tal que resulta una experiencia singular el vivir en ella. El concepto que opera la filosofía de Flores Flores se basa en el estudio de las inquietudes del habitante, del conocimiento profundo acerca de sus necesidades y rituales de vida. Luego en la conjugación de esta información con los intereses de la naturaleza del lugar donde habrá de construirse. Y no se trata de un invento de Flores Flores, en esta idea, dentro de la cual la obra de Flores Flores está incluida por los críticos y académicos del mundo, encontramos tanto a Neutra como a Mies, Wrhitg, Ghery y Niemeyer, por citar solo algunos autores. La arquitectura orgánica, también llamada «organicismo», nació en los Estados Unidos de Norte América cerca del año 1940 cuando se produjo una crisis del racionalismo, aunque acepta muchas de las soluciones técnicas aportadas por éste. Fue una forma de ir en contra la escuela de Bauhaus. Para la arquitectura orgánica, las construcciones no deben desafiar a la naturaleza, sino que ser una proyección de ésta. La principal premisa es que el arquitecto se pone al servicio de la obra que ejecuta, interpretando a los usuarios, al entorno, los materiales, con amor y humildad. El arquitecto internaliza que él y su obra son parte de un todo y que sin ese todo él no es nada. Los materiales utilizados son fundamentalmente naturales (arcilla, piedra, madera) y, ojalá, del mismo lugar en donde se hace la obra. La idea es utilizar materiales en su estado más natural posible. Si no es el caso, la opción es elementos reciclados o que hayan demandado un bajo nivel de energía en su fabricación. Otra característica de la arquitectura orgánica es que la forma de las construcciones debe estar en armonía con el entorno natural y aceptar las modificaciones que éste induzca. Así se presenta esta obra que en Punta Ballena no puede pasar inadvertida.
Acerca del Autor:
La obra del Arquitecto Samuel Flores Flores se desarrolló fundamentalmente en Buenos Aires, donde vivió y ejerció durante más de cuarenta años. En ese tiempo también ha proyectado en Uruguay, donde hace ya más de diez años vive y trabaja. Por sus obras, entre ellas Las Grutas, Poseidón y Torres Blancas, integró la selección de autores de Arquitectura que representó a Uruguay en la Bienal de Arquitectura de Venecia en el año 2014. También fue seleccionado por el jurado del MoMA para la exhibición de Arquitectura Latinoamericana del año 2015. Ambientalista a ultranza, ha combatido siempre la idea de las torres como solución arquitectónica.
