GROU Playa. Estudio Harispe

Como en La Botavara, el terreno vuelve a situarnos entre dos fuerzas magnéticas: el parque Roosevelt y la inmensidad serena de la laguna, aunque esta vez con un frente privilegiado sobre la avenida de la playa, esa arteria que late con la energía de la ciudad costera. El terreno, casi un cuadrado perfecto, nos invitó a pensar en una geometría audaz. Así nació la idea de una planta en forma de círculo, que al plegarse y transformarse se convierte en un ocho, una figura que condensa continuidad y movimiento, como si el propio edificio respirara.

De esa geometría insólita brota la gran ventaja: cada unidad se abre inevitablemente hacia la naturaleza. No importa dónde se encuentre, la vista se desliza hacia el parque o se derrama sobre el lago; frontal o sesgada, siempre habrá un paisaje vivo esperando en la ventana. La arquitectura, entonces, no impone límites: se vuelve mediadora entre el habitante y ese mundo exterior que reclama ser contemplado en todas sus dimensiones.

Pero no nos conformamos con lo que ofrece el contorno. Decidimos crear también un corazón íntimo, un patio interior al que dedicaremos tiempo, pasión y diseño. Allí, entre puentes livianos, escaleras que parecen flotar y un verde domesticado pero vibrante, queremos instalar el pulso del conjunto. No será un simple vacío arquitectónico, sino el alma misma del proyecto, un leitmotiv poderoso que dé identidad y sentido a todo el complejo.

Grou Playa, no se concibe solo como un lugar para habitar, sino como un organismo vivo, en el que el exterior y el interior dialogan sin tregua, y donde cada gesto arquitectónico aspira a convertirse en experiencia.

 

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