Cuando Weiss convocó a Mónica Fadigatti y Fiorella Torterella, reunidos en la solemnidad de un directorio, la pregunta flotó en el aire con un pulso de desafío y oportunidad: ¿nos animábamos a crear un showroom en el mejor apartamento del emblemático Venetian Luxury Residences? La emoción, sin ceremonias, estalló en un instante. No hubo dudas, no hubo vacilaciones. Apenas un acuerdo tácito, como un pacto secreto entre artesanos de la atmósfera.
Así comenzó una carrera contra el tiempo, una carrera que impulsó a las profesionales fundadoras del Estudio Atípico a diseñar un espacio que fuera a la vez cómodo y acogedor, pero también una declaración silenciosa: un homenaje a la arquitectura misma, un espacio capaz de atrapar al visitante en un hechizo sin salida, un lugar del que nadie quisiera marcharse.
El desafío era, a todas luces, colosal. Los espacios abiertos, amplios y generosos, casi intimidaban a las piezas habituales. Ningún sillón en stock lograba sobrevivir al vértigo de la escala; todo parecía minúsculo, inapropiado. Entonces, como magos que convocan a sus mejores aliados, recurrieron a un proveedor brasileño, ese confidente fiel que siempre comprende los tiempos locos y exigentes de la creación.
“Necesitamos dos sillones grandes, de este modelo, para dentro de veinte días. Aquí mismo.” La orden fue tajante, casi una locura, pero imprescindible: el apartamento merecía piezas únicas, hechas a medida. Y así fue.
La mesa de comedor, una pieza sofisticada de líneas puras y limpias fue concebida completamente en madera, para conservar la calidez y una coherencia estética que hablaba en susurros. Las sillas tapizadas en telas delicadas aportaron no sólo confort, sino una textura que dialogaba con el silencio del espacio. Y el sillón del living, ese que por casualidad —o quizá por intuición— anticipó la tendencia que meses más tarde deslumbraría en la Feria de Milán, donde marcas como Bonaldo y B&B lo exhibieron como protagonista, fue para ellas la confirmación de estar en el camino correcto, ese que sólo los creadores sienten, pero que pocas veces se confirma.
Porque en Venetian, los verdaderos protagonistas son los sillones y las vistas infinitas. Nada podía arruinar esa conversación sagrada entre interior y exterior. Así, la madera cubrió superficies con calidez y sofisticación, mientras las mesas ratonas, con sus formas orgánicas y curvas, se erigieron en obras de diseño por derecho propio.
El resultado fue un acto de amor, un espacio vivo y generoso que habla de pasión, de oficio, de un encuentro perfecto entre materia y tiempo. Y ellos, quienes visitan ese rincón, no pueden sino amarlo también.
Fotografías Irina Conesa