Posada Luz en José Ignacio. Arquitecto Diego Montero

La arquitectura se lee como un cuento. Podría ser: entrar por un portón, doble ancho, encajado en fachada de vidrio donde veo todo a través de una «biblioteca» de damajuanas y potiches, no hay mucho libro… se destiñen y tienen un lado vistoso. Sin preámbulo, un gran salón con tres livings… ¿dónde me siento? Piojo anónimo en lugar sin foco, clásicos chinos de mueblería, elegidos de catálogo moderno de minimalistas económicos, – entregados en tres o cuatro meses – pero te queda todo listo, ¡¡hasta los portarretratos!!!- Flor de cuento de desasosiego.

La alegría es otra cosa, intima, suave, privada. Color, curiosidad, sorpresa, asombro, brillos. Es el cuento de Posada Luz. Edificio industrial: garajes y vivienda de tractoristas encajado en la loma, patio central introspectivo, para sombra. Cortísima historia industrial. El propietario lo vio, le encanto y pidió transformarlo en posada. Origen económico agropecuario, nada de Barragán como insisten redactores sin referencias… Un edificio básico. Cuento de tractoristas tornados pasajeros.

Llego siguiendo una curva del bosquecito. Muros bajos color ferrite entre butiás, cortaderas y nube de plumbagos formando embudo hacia el hueco de la entrada. Techo, recepción, revoque claro llaneado. Exterior fuerte, interior suave.

¿Qué sigue? Una galería rodeando el patio largo con columnas fuera de escala para más sombra y profundidad. Vistas intermitentes, misterio y privacidad separando los lados opuestos del patio, imposible con columnas finas.

Dos focos: espejo de agua en una punta, la torre en la otra, cuartos de ambos lados. Desde el living veo el estanque, lo largo del patio central, la torre y una escalera al viñedo. De costado el fogón, origen del paseo de tablas que cruza el bosque hacia el bar con jardín de arena, piscina y la puesta de sol. Muchas capas controlan la luz: galería de cañizo, cortinas rayadas para lluvia, toldos claros y jazmines cubren el patio. Los muros se suavizan hacia dentro: revoque grueso rojo afuera, llaneado claro adentro. Suelos: balastro de la calle, baldosas de granito en la entrada, portland alisado en galerías e interiores. Los cuartos, todos distintos, exteriorizan en patios, balcones y terrazas.

Jerarquía de volúmenes: el salón, más alto que los dormitorios. La cocina vidriada como una linterna de noche. Muros bajos cierran patios privados por fuera. Patio central punteado por la torre. Los espacios: el bosque abierto, butiás angostan la entrada, se comprime la recepción, y se abre de la galería al patio. El living con flor de estufa: altura y media mirando al fogón abierto… El otro extremo del patio: una escalera atraviesa el monte de frutales hacia el viñedo plantado en rayos, dejando un centro para la futura bodega, desde donde baja la viña en espina de pescado a la laguna.

Argumentos suficientes, cada uno con su cuento.

Fotografías Roberta Gewehr / Estudio Montero

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