El Street Art de David de la mano

Conociendo una antigua casa de grandes artistas nos cruzamos con David, mientras caminaba el taller atrás de sus mellizos. Hablamos de una persona sencilla, con la experiencia de quien recorre la vida y sabe valorar lo simple y lo humano, eso que nos permite vivir en paz y perseguir nuestras pasiones.

 

Su primer contacto con el arte poco tiene que ver con su profesión de hoy día. Tuvo la suerte de nacer en un pueblito español que vive de la piedra, una piedra de color dorado, que tiene la propiedad de ser muy maleable cuando se la moja. Desde chico, nos cuenta, no era el único que se sorprendía con las esculturas que lograba a modo de entretenimiento, mientras acompañaba a su abuelo en la cantera. Así, se formó y especializó diez años en el rubro escultura, mientras restauraba castillos en Villa Mayor, su pueblo natal, y alrededores.

Pero su carrera, y por qué no, su vida, cambió de rumbo gracias a un proyecto en conjunto con su amigo y colega, en el que debían intervenir artísticamente la totalidad de una galería muy prestigiosa. El proceso fue para David muy interesante y enriquecedor. Sucede que su amigo se dedica a interpretar árboles, mientras él se inclina más bien por la figura humana y, juntos, recrean en cierto modo la naturaleza de forma abstracta, un asunto que es de por sí atractivo. Este primer contacto con la pared y el espacio, confiesa, no fue muy visitado de forma física, pero sí muy reconocido gracias a una publicación en papel. Y fue esto lo que le abrió el camino y permitió entender el arte urbano y los procesos y tiempos de hoy día, donde lo virtual sobrepasa muchas veces la realidad y sus limitaciones. Fue también en el 2018 que pintó su primer mural en la calle y, siguiendo una vez más los consejos de su amigo, decide, sin saber bien de qué se trataba, mandar la foto a una de las páginas de murales más seguida del mundo, un impulso que terminó con la publicación de su primer trabajo como muralista y un montón de seguidores. Poco tiempo después, tenía ya publicados gran parte de sus trabajos en este portal y entonces comenzaron las invitaciones para pintar en festivales de distintas partes del mundo. Cuando había decidido irse a vivir cerca de Salamanca, en un pueblito donde pensaba vivir el resto de su vida, se cruzó en una de sus exposiciones con aquella uruguaya, responsable de que este gran artista europeo viva hoy en nuestra ciudad. Una ciudad que cataloga como grande y que, con cierta simpatía, lo sorprende por su comodidad y espontaneidad.

El Street Art es una corriente que se define como la celebración de lo público y se destaca por buscar que los habitantes se apropien de la calle, que usen sus espacios. Mediante temas controversiales y de interés social como la ecología, los artistas manifiestan sus intereses como ciudadanos por medio de un arte que, en sus inicios, no pretendía perdurar en el tiempo, pero hoy parece haber llegado para quedarse. Su arte refleja el mundo actual, materializado en grandes masas humanas que a veces llevan máscaras o se convierten en lobos, como una crítica hacia la esencia del hombre y su hipocresía. Define sus intervenciones urbanas como un aporte al espacio y a la sociedad, como una construcción cultural que comienza en aquella callecita que por algún motivo llamó su atención. El artista debe además ser consciente de la época en la que está trabajando. Debe ser arriesgado y buscar un significado para cada obra.

Muchos se cuestionarán por el contraste que presentan sus obras monocromáticas. Él, con impresionante seguridad, define el negro como un estilo. No busca embellecer, sino provocar, mediante piezas que requieren entrar en la clave y considerar la obra de arte como tal, por medio del impacto. El negro le permite entonces trabajar con las masas, abstraerse. No trata de trasladar la realidad a un espacio, es evidente que se trata de una pintura con un importante mensaje que deja a criterio del observador.

Habiendo intervenido murales en Portugal, Italia, Alemania, Inglaterra, Noruega, Suiza y Uruguay, David confiesa que siente debilidad por la magia que supone pintar lugares abandonados o zonas donde no es costumbre convivir con el arte. Entre anécdotas, nos cuenta que allí experimenta la confianza y la humildad, recibe críticas honestas y se contacta con un entorno enriquecedor, que valora y destaca su trabajo. Los niños del lugar incorporan una visita diaria a su rutina y las señoras le interrogan sobre su técnica y uso del color. Con estas pequeñas intervenciones, busca poder transmitir su conocimiento, mientras los vecinos adoptan esta nueva pieza artística y es ahí, en ese momento, donde todo adquiere sentido para él.

Fotografías David de la Mano

Retratos José Pampín

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