Santiago García

Por: Pía Aresti

Enseguida después del timbre, deja el pincel de lado y, con aspecto relajado, nos abre las puertas de su taller. Ansioso por enseñarnos su obra, se dirige hacia el fondo mientras revuelve entre los incontables cuadros que tapizan las paredes. Bañeras, cebras, mujeres, championes… El impacto y la contradicción de cada uno de sus cuadros decididamente refleja su personalidad. Hiperactivo y tranquilo, simple y complejo, el artista plástico Santiago García habla mientras nos provoca e invita a reflexionar con él sobre el arte y su interpretación.

Con un estilo de vida agitada, nos cuenta que llegó al arte por accidente. Mientras estudiaba oceanografía, licenciatura en letras y trabajaba en una agencia de publicidad, comenzó a pintar en su escaso pero productivo tiempo libre. Casi sin darse cuenta, fue dejando de lado todas sus actividades hasta concentrarse en la pintura. La intriga y la sensación que generaba en él el arte lograron absorberlo, y así, en 1996, optó por dejarse llevar hacia su verdadera vocación.

Profundizó su técnica en el taller de Clever Lara, un gran maestro del que aprendió mucho y de quien habla con notorio afecto. Mientras nos cuenta sobre su infancia y su familia, de padres trabajadores y sencillos, sus gestos explican la facilidad que tiene para expresarse mediante sus manos, herramienta que usó para mostrarse al mundo, primero escribiendo cuentos cortos y poemas, ahora pintando.

Su obra se clasifica como ecléctica. A lo largo de su carrera como artista, los temas que interpreta han sido muy distintos. Influenciado por el momento en que se encuentra a la hora de comenzar, él cuenta cómo al pintar tiene que sentirse cómodo. Así la obra será más pura, más sincera. No le interesa la cantidad, la calidad es lo que le da valor. “El producto en sí no es lo más importante, hay que hacer énfasis en el carácter que uno le pone, en lo que se le da a la obra. Lo más importante es volcarse por completo en cada lienzo”.

Sus obras son más complejas de lo que a simple vista parecen ser. Al pintar, utiliza, entre otras técnicas, las proporciones áureas. Lo que comenzó por ser un desafío le sale hoy casi sin pensarlo. Además, también busca incorporar el lenguaje de los números. Casi invisiblemente, algunos de ellos se repiten en sus cuadros, a veces de forma literal, otras veces de una manera más figurativa, pero lo que sí es seguro, sus obras no son un tipo de arte simplemente visual, son, claramente, del tipo conceptual.

Entre otras tantas anécdotas, recuerda con algo de gracia aquel día en su casa, cuando la falta de paciencia lo llevó a hacer un fogón con 20 —si no más— de sus obras. Santiago tiene muy claro que todos sus cuadros tienen un valor diferente y sabe bien qué recomendar a cada persona. Con esta historia nos deja claro cómo el arte es su vida y lo mucho que le interesa aconsejar a quienes se acercan a su taller, en aquel entonces instalado en la casa de sus padres.

Más allá de su éxito a nivel internacional, no pierde la esencia de lo que hace. Su vida como artista comenzó como un pasatiempo, con la frescura y liviandad que esto da a una obra, que ha logrado mantener aun 21 años después. Sus obras son reflejo de su personalidad, expresión de sus sentimientos. Cada pincelada tiene un sentido y un por qué. Para él, lo más valorable es el significado que adquiere cada pieza con la interpretación de quien la observa, ya que cada uno está afectado por una situación personal y su obra, siendo tan figurativa, tiene ese poder de expresión que tanto intenta mantener. “Me gusta ir a mis exposiciones y que no me reconozcan. Me siento en un banquito y observo. Miro cómo se detienen a interpretar mis cuadros. En una de mis exposiciones vi cómo una mujer explicaba a los suyos una de las obras. La propiedad con la que hablaba, su razonamiento, su interpretación… ahí es cuando me doy cuenta de la subjetividad del mundo, de lo que puedo llegar a generar y provocar en las personas.”

“Un comentario siempre es más sincero —y entonces más valorado— cuando no saben que soy el artista. Así la opinión es más pura y realmente me interesa.”

Los Converse son un sello del artista. La interpretación de este objeto, tan icónico y representativo, surgió de su intriga. Una intriga espontánea, al ver en el living de su casa las zapatillas de Agustina, hija de su mujer. Pintó uno, dos, cinco… su curiosidad seguía viva. Hoy lleva hechas más de xx series, en las cuales ha ido modificando la técnica, colores, abstracción, número de modelos. Su técnica mixta, en la que integra y juega con distintos materiales, es lo que le permite seguir explorando diferentes alternativas y variaciones de este objeto tan simple.

Hoy, luego de haber vivido en España, México y San Pablo, se radica en Uruguay, en una casa antigua, con una luz fantástica que le permite seguir inspirándose.

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