El proyecto surge de un concurso nacional de arquitectura, organizado por la Municipalidad de Lavalleja y el Ministerio de Turismo, en la modalidad de proyecto-precio, el precio ya está definido, por lo tanto hay que ofrecer un proyecto realizable por el dinero estipulado.
En este caso se trataba de resolver el proyecto para un parador de sierras (espacio gastronómico / cocina / depósitos), servicios higiénicos, vivienda del cuidador, baños y vestuarios generales (vinculados a un futuro camping agreste) y depósito general.
El Salto del Penitente, es un salto de agua de unos sesenta metros de altura. Un paraje turístico en las Sierras de Minas, en el Departamento de Lavalleja, que se ubica a 125 km de Montevideo. El paisaje de sierras es un paisaje extremadamente natural, virgen, un paisaje infinito. Las sierras en nuestro país, de geografía suavemente ondulada, generan un paisaje largo, rugoso, áspero, seco, donde habitan los cuervos de cabeza roja —eternos planeadores del lugar—, que dotan al lugar de un tiempo flotante, ligero, largo. Este paisaje silencioso se abre hacia un horizonte lejano.
Enmarcado en este paisaje, surge el proyecto, que opera en el paisaje, desde el paisaje e intenta sintetizar el lugar y traducirlo en un proyecto. El material tal cual es, arquitectura en naturaleza, artificial en lo natural. El proyecto no pretende imponer ni mimetizarse, marca una arquitectura abstracta, honesta, de materialidades sin acabados, del hormigón hecho roca. Interviene en el paisaje, respetándolo, intentando ser materia al igual que el sitio.
El proyecto se resuelve en dos piezas que organizan las llegadas al paraje, al salto de agua.
El parador cuelga de la roca y emerge hacia el acantilado, agazapado, al ras del piso y el otro volumen, la batería de servicios, recibe al paseante a su arribo en automóvil.
El parador se plantea como una plataforma horizontal de 20×20, recortada por los accidentes rocosos y por el programa. La pieza se acomoda en la roca, se agazapa. Un arriba y un abajo, una sombra, un lugar donde estar, un adentro y un afuera. Desde la terraza superior —un deck de madera y una baranda— descendemos por una escalera que se pega al único muro de piedra, con piedra laja bruta en lingotes, de una cantera vecina. Bajo el techo, la sombra, el refugio. Un abajo, mitad abierto, mitad cerrado. Más público y abierto uno, más cerrado y definido el otro. El abierto recibe la llegada y es posible expansión del espacio gastronómico, el cerrado es el parador propiamente dicho, la vivienda del cuidador y unos baños públicos. Una terraza arriba, una sombra y un refugio debajo.
El proyecto se completa con un pabellón de baños públicos en el remate del acceso vehicular, una marca horizontal que define la llegada, marcada a su vez por una pieza vertical, el tanque de agua. El proyecto es una marca en el lugar, una llegada, un balcón a las sierras. El volumen es una pieza de hormigón visto en casi su totalidad. Este material nos ofrece una superficie de acabados abstractos, rectos, pero a su vez tiene la capacidad de envejecer, de mancharse, de llenarse de musgo, al igual que la roca. Una terminación que no exige mantenimiento, por lo tanto, de mucha durabilidad. El hormigón visto es una técnica constructiva muy común en nuestro país, lo que nos permite utilizarla sin elevar costos, ya que se intenta trabajar sin terminaciones, dejando las materialidades utilizadas como finales. El resto de las materialidades, piedra, madera, vidrio.
Proyecto: 2003 Final de Obra: abril 2004
Autores: Arq. Marcelo Gualano – Arq. Martín Gualano
Colaboradores: Christian Bernhardt – Lorena Díaz – Jorge Epifanio -Ignacio de Souza
Fotografías: Ramiro Rodríguez Barilari / Estudio Gualano+Gualano
Fotos de Obra: Estudio Gualano+Gualano
Superficie: 400 m2