Sobre las siluetas monótonas de la ciudad, en lo alto y con el cielo como telón de fondo, se divisa una cúpula que corona un templete. Su presencia hegemónica, sobria e inusitada, se impone como un símbolo que define el horizonte urbano del Centro de Montevideo. No se trata pues de cualquier edificio, sino de uno que nació con carácter de monarca.
Corría el año 1905 cuando Alfredo Jones Brown, de 29 años, egresaba de la Facultad de Matemáticas como arquitecto. La Montevideo de entonces era escenario de un desarrollo arquitectónico importante, imbuida por los bríos de la Belle Époque y el crecimiento económico. Comenzaban a proyectarse los primeros edificios residenciales de apartamentos y con ellos crecía la ciudad en altura. Es en este terreno fértil para la creación arquitectónica, que, durante la década de 1920, Jones Brown concibió su obra más grandiosa: el Edificio Rex.
Visitar el Edificio Rex es adentrarse en un viaje sensorial que transporta al visitante a los años dorados de Montevideo. Al cruzar su umbral, uno es recibido por un ambiente que irradia bienestar. Hay en sus interiores una sensación contagiosa de prosperidad, un reflejo de aquella ciudad en pleno auge, que se proyectaba hacia el futuro con anhelos de grandeza. Ubicado en la intersección de la Avenida 18 de Julio y Julio Herrera y Obes, el Rex se erige como un testimonio vivo de la evolución arquitectónica de aquellos años. En el diseño de sus fachadas se evidencia el manejo magistral que su creador hace de un repertorio ornamental cargado de simbolismos. Así también su calidad de factura da cuenta de la esmerada obra artística de las disciplinas que se concentraban en la arquitectura de entonces. Lo revelan, entre otros elementos, los bandones de mosaicos pétreos cubiertos en oro que hoy siguen resplandeciendo a la luz del sol.
Habitando el Rex
Ramiro Colinet, figura multifacética con una elevada sensibilidad por aspectos de la vida a veces ignorados, es diseñador de interiores, escaparatista y artista plástico. Siendo adolescente y procediendo del interior del país, en sus visitas a Montevideo fantaseaba con habitar aquel majestuoso edificio. Esa atracción casi magnética lo llevó, finalmente, a mudarse al Rex en 2020. “Yo llegué a él o él a mí”, reflexiona Ramiro. “Siempre me llamó la atención contemplándolo. Era una fantasía adolescente”. Tras regresar de la Art Basel en 2019, se cuestionó: “¿Por qué no volver a vivir en Montevideo?”. Comenzó la pandemia, pero estaba tan concentrado en poner amor al lugar que esa circunstancia pasó a un segundo plano. “Mi rutina diaria era rasquetear las paredes, recuperar los pisos y vitrales. No cambiar nada sino potenciar lo que es, como los pavimentos de monolítico. Hay cosas que son perfectas y merecen ser respetadas”.
El apartamento de Ramiro es un reflejo de su identidad. “Lo justo, lo necesario, como lo que soy. No es un copy-paste. Se trata de un eclecticismo cuidado, generando una armonía visual sin saturar. No hay objetos superfluos. Es interiorismo sin pretensiones. La impresión ya se da por la caja arquitectónica, es el lienzo sobre el cual trabajo”. En su rol de diseñador de interiores y escaparatista, concibió su apartamento como una escenografía.
“Compré un buen sofá de diseño atemporal y concebido en materiales nobles, un producto nacional diseñado por el estudio Menini Nicola. Visualizo cosas a futuro. Es una inversión que condice con el apartamento, una inversión a largo plazo”.
La energía del edificio lo enamora cada vez que sube. “La perspectiva de la Avenida Libertador es una de las mejores de Montevideo”. Entre las piezas que destacan en su hogar se encuentra también una lámpara Pipistrello, de la importante diseñadora italiana Gae Aulenti. “La mesa baja surge de piezas post destrucción, desarrollada junto con Gustavo Martínez. Tomé la mesada original de la cocina del Rex y la adaptamos utilizando hierros de desecho recuperados de la orilla del Río de la Plata”. La espacialidad del apartamento es notable. “Podés tener una visual completa de las áreas sociales del apartamento a través de las puertas acristaladas. Es muy escenográfico. Me gustan mucho las guardas que están en el comedor, que también están presentes en la Sala Zitarrosa y simbolizan la abundancia; son canastas. Jones Brown era experto y consciente de cada elemento en la materialidad y en todo lo que hacía. Tengo dos laureles topiarios en los balcones, que simbolizan el triunfo y se asocian a la historia del edificio”. «El aislamiento acústico es excelente, y el sistema de ventilación natural es perfecto. ‘No me gusta el aire acondicionado’, comenta. Reflexiona, por otro lado: ‘Lo que hoy proponen como amenities lo tengo dentro de mi apartamento: bañarme en una bañera inglesa, la espacialidad, las vistas y materialidades que hoy son inconcebibles. Hay tantos edificios así, menospreciados.” La escalera de mármol de Carrara que genera la circulación vertical, junto al ascensor con cabina de hierro, es otra de las joyas del edificio. ”El Rex era, es y va a ser arquitectura, tan simple como eso. Concebido para ser, durar y perdurar”. “Siento que soy un visitante del Rex. Han pasado muchas vidas en él. Por eso también la elección”. El Edificio Rex no es solo una construcción histórica; es un espacio vivo que continúa albergando historias y sueños, como los de Ramiro, quien ha sabido respetar y potenciar la esencia de este majestuoso edificio, fusionando pasado y presente en una simbiosis armoniosa.
Redacción: Erick Shafner